Democracia en helicóptero
Preocupante imagen en torno al Parlament de Catalunya. Cuando para reunirse en pleno la presidenta de la Cámara, el presidente del Govern y varios de sus miembros, incluido el responsable de seguridad, y algunos diputados deben desplazarse en helicóptero para burlar la barrera de una masa de “indignados” que impedía su entrada, algo importante, de fondo y de forma, ocurre en el país y socava nuestra democracia.
Una democracia no puede refugiarse, viajando en helicóptero o en furgones de la policia, para rehuir la responsabilidad de cumplir y hacer cumplir la voluntad popular expresada en las urnas. No puede aceptar esta humillación por el despecho de algunos de los “indignados” que están perdiendo el norte, deveniendo violentos, y con ello su inicial legitimación.
No es concebible imaginar, aunque sea en otro contexto mucho más grave, que un Adolfo Suárez o un Gutiérrez Mellado se hubiesen echado al suelo, en lugar de plantar cara, cuando el dramático “tejerazo” en el Congreso de los Diputados. En el caso del boicot de unos exaltados al Parlament catalán, han fallado la previsión y el ejercicio de la autoridad. Y la humillación se ha impuesto a la dignidad, cuyo respeto tanto se reclama. ¿Qué habría hecho, en semejante caso, el president Jordi Pujol?
Después han venido y vendrán todo tipo de reacciones, verbales o fácticas, pero el daño está hecho. Cuando se tienen competencias y con razón se reclaman más, hay que demostrar, en todos los campos, que se saben ejercer como corresponde. Catalunya no es un Estado, pero es Estado en la parte que le corresponde. Su Parlament y su Govern no pueden funcionar a base de helicóptero.
Si no se afrontan los problemas, de fondo y de forma, que tiene el país y se acepta esta humillación de nuestra democracia, se corre el riesgo de que un día (¡Dios no lo quiera!), no ya en helicóptero, sino que la veamos huir en globo.