Griñán el desahuciado
Antonio Barreda Alcobet.- El bueno de Manolo se equivocó, como se equivocó el partido en Andalucía. La elección a dedo de Griñán no gustó a nadie, y menos a la vieja guardia que salió perdedora tras el congreso extraordinario para apuntalar el poder de Griñán. De aquí salieron a la gloria los griñaninis, de los que Susana Díaz y Mario Jiménez son los más señalados. La renovación exigía esfuerzos y una transición no traumática. Pero Griñán exigía todo el poder y eliminar al triunvirato Manolo-Gaspar- Luis. Cádiz se revolvió en pleno congreso cuando vio que al clan de Alcalá le cortaban las alas. Las navajas empezaron a afilarse desde otras provincias esperando a ver quién movía la primera ficha.
El primer aldabonazo de aviso lo dio el caso de Rafael Velasco que dimitió por las subvenciones de la Consejería de Empleo a la empresa de formación de su mujer. El segundo vino con el caso de los eres, los intrusos y el fondo de reptiles, Mercasevilla incluida. El tercero vino cuando una juez de Sevilla decidió meterle mano a los expedientes de esos eres. El cuarto vino con la mayor derrota cosechada en democracia tras el 23-M. El partido quería una cabeza y nadie se la daba. Manolo se había ido y había dejado huérfano un partido moribundo. Las provincias empezaban a desmoronarse. Almería se cayó entera, no esperó ni comités ni congresos. Quieren una renovación pero sin los griñaninis. Cádiz no se atrevió a presentar batalla y los griñaninis de Cádiz se asustaron cuando vieron llegar juntos a Cabaña y a Pizarro y miraron para otro lado.
Griñan está solo, en su lujoso palacio. Su equipo hace aguas y se tambalea. Tiene la soledad lamiéndole la piel a diario, penetrando en sus huesos hasta que el dolor le recuerda quién es y a quién se debe. Entonces toma conciencia y mira hacia los lados para verse solo, terriblemente solo. Y los que se acercan solo lo adulan como un dios caído. En este escenario de palacio detrás de las cortinas espera impaciente Mar Moreno para recoger su premio, ella era la favorita de Zapatero, ella tuvo que bajar al Sur para rehacer lo que los griñaninis deshacían. Ella tiene que dar la cara tras los consejos de Gobierno, ella tiene que parece la cara amable del régimen.
Manolo construyó un régimen que heredó de Borbolla. Lo cimentó y dejó una Junta de Andalucía omnipresente en la vida de todos los andaluces. Nada más traspasar despeñaperros España es un espejismo y solo la Junta de Andalucía gobierna, invierte, te cuida, te enseña y te educa. El régimen era sólido, pero era unipersonal. Cuando Manolo huyó al Norte, el régimen se quedó huérfano y muchos querían un trozo del pastel que aun no habían comido, porque ni Gaspar ni Luis los dejaban. Entonces, Griñán tuvo que dar un golpe en la mesa para recodar cómo terminaron las taifas. Y quiso, como los soviets, todo el poder del partido para él. Y empezó a deshojar las provincias y aligerar pesos de las estructuras. Pero la Junta tiene muchos cargos, buenos sueldos, coches oficiales, comidas y dietas. Y estos viejos nobles no quieren renunciar a los privilegios y volver a sus trabajos para ganar el pan con el sudor de la frente.
En este momento quedó al descubierto los grandes errores de Griñán, el solitario. Primero se rodeó de Griñaninis, segundo se quiso quitar de en medio a los poderosos sátrapas de las taifas, tercero intentó eliminar los restos de Manolo, de Gaspar y de Luis. Cuarto apostó por Carme Chacón y lo cogió en Madrid con el pie cambiado, pues en Madrid la vieja guardia volvía e imponía a Rubalcaba como candidato. Quinto, el propio partido en Madrid apuesta por las viejas glorias en detrimento de los emergentes como Pajín o Bibiana. Griñán nunca supo hacer esta lectura, siempre se rodeó de griñaninis que le adulan hasta cansarle las orejas y que le llevan a soledad y a la más terrible de las derrotas.
Griñán pasará a la historia por perder Andalucía en las urnas, y la pierde él solo. Creía, además de todo lo anterior, que los acuerdos tripartitos alejarían a los trabajadores de las huelgas y de la calle, pero las generosas subvenciones han acabado socavando todo el prestigio sindical de UGT y CCOO, incapaces de movilizarse contra un gobierno del PSOE que han terminado oxidando la maquinaria de la acción sindical. Después vino el conocido como el decretazo del enchufismo, que inició una revolución entre los empleados públicos que se extendió por todo su palacio. Ahora prepara un decreto en sanidad que deja helados hasta a los concertados.
Griñán está solo, la soledad del poder le corroe y deja ver a ese tipo gris que nunca debió de llegar a ser presidente de la Junta de Andalucía.