El racimo del racismo y la xenofobia
¡Y este racismo amargo de la fuente ignota!/ ¡Y este filtrar la gran hipocondría/ España siglo a siglo y gota a gota/ racismo imparte por soberanía!
Las filosofías humanas entienden el racismo como la exacerbación o defensa del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro, u otros, así como la doctrina antropológica o política basada en este sentimiento.
Yo digo que el ser humano por definición genética es racista-el racismo es la génesis de la envidia la cual es parte por efecto de toda mente humana-otra cosa es que se practique.
Por otro lado, el racismo -simple término fonético- impera, sobremanera, a las agonías mentales de determinados seres hartos demagogos… Y por qué digo, “término fonético”: Digo término fonético por una razón simple, pues aquello que es parte de un todo, racismo-genética humana, es elemental irraciocinio imputable.
La aseveración fonética de racista viene siendo otorgada generalmente al receptor que no al foráneo, cuando en realidad, como explicaré mas adelante, suele ser lo contrario.
El encabezamiento del artículo, concierne de alguna manera al racimo con el cual pretendo suponer. Y supongo: Supongamos que la humanidad es un racimo de donde penden diversos tipos de uvas: blancas, negras, verdes, maduras, picadas y podridas. Bien, sin duda, las blancas envidiarán a las negras y viceversa. Las verdes envidiarán a las maduras. Las picadas a las verdes. Mientras que las podridas envidiarán a todas. Extrapolemos lo dicho a la raza humana y obtendremos la respuesta por la cual sabremos que los más podridos resultan ser los más envidiosos, es decir, los que más predican el racismo. Por podridos me refiero a determinados seres humanos -víctimas en muchos casos de un fanatismo atroz- cuyas aptitudes personales y sociales desentonan, por decirlo de alguna manera, de las del resto. Sin olvidarnos de determinados grupos elitistas que pululan plenos de calvarios echando la culpa a otros, cuando en realidad son ellos quienes deciden levantar su propia cruz.
Las filosofías humanas dicen que el racismo suele estar estrechamente relacionado con la xenofobia, es decir, el “odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros”, pero lo que no explica es “quién es el extranjero”. Es obvio que la extranjería personal es recíproca entre residente y foráneo. Lógicamente para los foráneos los residentes también somos extranjeros.
Por otro lado y para que quede constancia de la denominación exacta de extranjería en las caducas filosofías humanas. Extranjeros somos todos, pues nadie es dueño de “lote terrenal” alguno.
Todos los humanos somos inquilinos pasajeros de un planeta ajeno a pertenencia alguna de no ser el Universo. Es decir, somos foráneos, puesto que no somos la única especie, ni mucho menos especímenes, con capacidad de adquisición universal alguna, excepto nuestra ineludible muerte.
Volviendo al manido asunto, cabe preguntarse en todo caso: ¿Quiénes predican el racismo? ¿Aquellos que libremente deciden residir en un determinado lugar cuya sociedad es ajena a sus conceptos religiosos, culturales, sociales, y que una vez acogidos pretenden implantar, por lo general sus podridos usos, consignas, religiones y demás vicisitudes, o los nativos que reclaman el simple respeto a sus propios usos y derechos?
¿Quiénes odian aquellos que llegan o aquellos que residen? La respuesta es obvia, el odio es genético en toda la raza humana. Sin embargo, son los podridos de derechos humanos quienes por lo general lo predican.
Podridos, entre los que cabe destacar a una gran parte de los denominados islamistas que aún se alimentan de conceptos fanáticos superados hace siglos por la gran mayoría de la raza humana. Luego, su adaptación en las sociedades modernas es prácticamente imposible. No obstante, los países civilizados por lo general, atienden, en virtud de determinados derechos humanos que muchos de ellos no reconocen, a todos aquellos que deciden libremente venir.
En España incluso se subvenciona a grupos cuyo lema es la aniquilación de todo aquello que no se doblegue a sus fanáticos ideales extraídos mediante determinadas interpretaciones Imán- ales, de un confuso manual del siglo VI.
No obstante y a pesar de todo lo dicho.
No obstante y a pesar de sufrir las lacras de determinadas bandas de criminales provenientes de otros países.
No obstante y a pesar de la obviedad del asunto, resulta que para determinados individuos-as, los racistas somos los demás.
Me refiero entre otros, a determinados grupos políticos cuyo único interés es captar votos de emigrantes- seiscientos cincuenta mil inmigrantes con derecho a voto en las elecciones de 22-M- 2011. A las asociaciones feministas que defienden a las mujeres islamistas enteras cubiertas de indignidad, por aquello de ser fiel a la religión de los tocados del ala. Sin olvidarnos de otros colectivos que siempre están del lado de los que matan de verdad sin piedad alguna, mediante argumentos surgidos exclusivamente de su suprema cobardía. A determinados lobyys de la alta sociedad, y otros clanes diplomáticos que predican demagogia barata en cuanto al racismo se refiere, sabiendo que ellos jamás lo padecerán…
En la actualidad, los que más practican el racismo son los islamistas radicales. Su visceral odio hacia quienes no participamos de sus fanáticos ideales genera un racismo harto despiadado. En mi opinión, mientras el mundo globalizado necesite del petróleo su capacidad de odiar no se verá mermada. Una vez éste se acabe o no se necesite, el islamismo fenecerá. Sin embargo, no perecerá ya que sus emigrantes tentáculos se expanden por todo el mundo civilizado.
No me atrevo a decir que el tiempo no logre cambiar sus insidiosas formas xenófobas con las cuales pretenden defenderse de quienes ni tan siquiera les tenemos por enemigos. Aunque sí digo que si no se reacciona a tiempo y ponemos a cada cual en el sitio que le corresponde, en cuanto a la practica del racismo, sin usar demagogias baratas, como el fonético invento del sandio rojo de León, denominado “alianzas de civilizaciones”, se está contribuyendo a la posibilidad de que nuestros descendientes padezcan el mayor de los racismos en carne y vida propia.
Los únicos racistas que existen entre la raza humana son aquellos que pretenden ser distintos mediante consignas, culturas o religiones absolutistas. Pues ningún ser humano posee más dios o razón que la sinrazón de todos y el dios de ninguno.