Apuntaciones sobre el legado de José Antonio
Esta semana mis apuntaciones no son mías, por la sencilla razón de que voy a limitarme a reproducir -con escasísimas variaciones- el propósito de la IX Escuela de Verano que la Plataforma 2003 va a celebrar desde el próximo dia 30 de este mes de junio hasta el día 3 del siguiente mes de julio en Miraflores, junto a Burgos, para dinamizar el proceso de su definición ideológica y progresar en el desarrollo y en la ejecución de su inquietud en torno a saber por qué y para qué seguimos sintiéndonos falangistas y si tiene o no tiene sentido el preocuparnos por una posible recuperación histórica de José Antonio.
Todo ello no es posible sin una adecuada relectura de la obra escrita y vivida por el fundador de la Falange, orientada hacia la imprescindible y urgente actualización de su pensamiento, no con ánimo de copia sino de adivinación, pues así lo exige el cambio de las circunstancias históricas condicionadoras de nuestro actual tiempo, tan diferentes por ello del suyo y del que vino después y conocemos como propio del franquismo. Es una tarea urgente y necesaria que debe acometerse y realizarse con tanta fidelidad como atrevimiento. No se trata, nadie lo propone, de echarle agua al vino, ni de mezclar éste con otras bebidas, sino de traspasar y servir los añejos caldos a odres, botellas y vasos nuevos, más adecuados a las sensibilidades de los españoles de hoy.
Se trata, en definitiva, de asumir ahora el reto que en la década de los años sesenta del pasado siglo asumieran el entonces Delegado Nacional de Juventudes -Jesús López Cancio- y los camaradas que a sus órdenes trabajamos en la llamada Formación del Espíritu Nacional. En aquel grave momento -un inexorable otoño de símbolos y palabras que otrora fueron hoja fresca del laurel ganado en buena lucha- cayó sobre sus hombros la tremenda responsabilidad de rectificar en algo -poco o mucho- lo que hasta entonces había servido como energía combustible del motor que logró
cambiar la España en ruinas de 1936 en la alegre, esperanzada y abierta que pese a toda clase de dificultades logró superar diversos conflictos bélicos y políticos de índole nacional e internacional, instalarse en el nuevo orden mundial y situarse con su trabajo y sacrificios en puestos de honor adecuados a su historia y responsabilidades.
La rectificación de entonces, como la ahora propugnada, de ninguna manera se puede entender como método de enterramiento o de embalsamar nada. Todo lo contrario. Lo que se pretende es permanecer. Mejor aún. Se trata de seguir trabajando, de quemar la hojarasca caída para alumbrar con ella y desde ella descubrir nuevos caminos rectos para que sobre ellos caminen los nuevos españoles con la frente alta y la mirada limpia, pisando la misma tierra y buscando la misma Polar de sus antecesores, pero con una nueva canción en el corazón y en los labios. El propósito de entonces era el mismo de ahora.
Hay que cambiar, debemos cambiar, para reafirmarnos en el gran mensaje esencial de José Antonio, en el ejemplo vital del Fundador y sus fieles seguidores, superadores de toda clase de obstáculos y renovadores de virtudes e ímpetus sociales y políticos