Política y telebasura
Cipriano Torres/L.O.- «Mire, soy criggtiano, agpiro a segglo, a seguir a Criggto, mire, me decía un moraliggta católico, y yo creo que ortodoxo, no como yo, que soy heterodoxo hablando que dice lo que siente, me decía que un pecado de sexo siempre es por debilidad, pero nunca es por malicia. Tras la lección de moral, cambio de disco. Mire, vine a La noria, pero para no marearme», contesta cuando el sagaz y fascinado Jordi González, pregunta a su invitado si está con ánimos de novia ya que es joven, ha perdido 11 kilos, y está de buen ver. El invitado ha hablado antes del profundo respeto que le produce la gente que se echa a la calle para protestar, ha hablado de los pobres, de los que no tienen nada que llevarse a la boca, de los políticos y de su gran corazón, responsabilidad y compasión al no subirse el sueldo porque, quizá, la gente no lo entendería. Es José Bono. La madre que lo echó.
Es la tercera autoridad del Estado, pero no tiene ningún problema en acudir a la roña de un programa sucio y amarillo. Al contrario. El presidente del Congreso se siente como un cerdo en el chapapote de sus purines sentado en el cangilón de La noria. Está pleno, vanidoso, encantado de escucharse, demagógico, populista, indigno, una bocanada de aire turbio y pastoso que representa lo peor de la política, la poltrona, el amarre al poder cueste lo que cueste, el matrimonio indecente entre periodismo de pacotilla y política de mesa camilla. Un asco. No, no es verdad, no tiene que serlo, no se puede esgrimir como justificante para acudir a La noria que es lo que ve la gente. La componenda teatral de esta puesta en escena da grima, produce espanto, y habla de varetazos de mierda que repugnan al más alto nivel, que al final, como siempre, salpica a los de abajo.