A la vieja Europa…algunas hojas verdes le han salido
Acuso recibo de Fermín, un lector de Lugo. En síntesis, me comunica que el líder oscuro y carismático que liderará a la Bestia descrita en el Apocalipsis consiguió el poder suficiente para materializar la profecía. “La gran contienda entre el islam y los cruzados ya está en marcha”, me escribe. “Un hombre, un musulmán infiltrado en el país más poderoso del planeta, sería el artífice”. Con todo el respeto a Fermín, no creo en teorías conspirativas ni creo que a un sujeto como Obama haya que darle el beneficio providencial que le da el amable lector. Dije y reitero que sería metafísicamente imposible que llegara a fiarme nunca del hijo de un mahometano que aprendió sus primeras letras en una ‘madrassa’ de Indonesia. Debo insistir en lo que tantas veces les he dicho. No me gustan los musulmanes; tienen el código de inmoralidad más rígido del mundo. Tampoco me gusta Obama, sin que ello menoscabe mi admiración por no pocas cosas de los Estados Unidos.
Rodeado de estudiantes egipcios de tendencia islamista, Obama puso al islam como ejemplo de “tolerancia” pocos meses antes del ‘bluff’ revolucionario. Su poca fiabilidad soterra el ‘factor sorpresa’. Obama ha seguido el mismo hilo argumental y derrotista de los dirigentes de la vieja Europa, felizmente pasados a fuego en las urnas de Holanda, Suecia y Finlandia. No se enteran, no quieren enterarse de que el Islam, tal y como hoy es percibido por millones de musulmanes residentes en Europa y Estados Unidos, sólo genera fanatismo, odio comunal, intolerancia y tendencias terroristas.
En su pretensión de conjugar el agua y el aceite, adobando el imposible guiso con la Alianza de Civilizaciones, perejil de todas las salsas, los políticos europeos prefieren antes quedar bien con los matarifes que proteger a sus compatriotas. Enarbolando la bandera de su oposición al islam en cualquiera de sus criminales formas, el político holandés Geert Wilders ha sido absuelto por sostener en público sobre el islam lo que millones de europeos mantienen en privado. A esta vieja Europa le brotan por doquier algunas hojas verdes. Lo mejor que podría ocurrirle es que haya cada día más gente dispuesta a que el instinto de supervivencia de la civilización occidental se imponga a los programas liberales tradicionales: débiles, entreguistas y contrarios a nuestras raíces hegemónicas.
Hace unos meses, una botarate holandesa, ministra de no me acuerdo qué, propuso destinar millones de euros para la reeducación de los fanáticos. Tan delirante como si el tibio Hindenburg, en 1.930, hubiese planteado destinar millones de marcos para la reeducación de los millones de nazis que carcomían la seguridad interna de Alemania. No pueden ser tan ingenuos. No pueden ignorar hasta ese punto el peligro. Para mí que esos burócratas europeos cobran, como el Barça, de la Qatar Foundatión para hacerles el trabajo sucio.
En primer lugar, el islam no es una religión inspiradora de un ideal de paz y de convivencia pacífica. El islam es un estado de sumisión mental en cuyo nombre se perpetran nueve de cada diez atentados que tienen lugar en el mundo. ¿Cómo calificar de “tolerantes” a los adoradores de un Dios que sólo predica carnicería y mortandad? ¿Quién es ese Dios de justicia que castiga una ceguedad que promueve él mismo? ¿Con qué derecho pretenden imponernos sus creencias en todos los países de Europa? Y si se atribuyen el derecho de atacarnos, ¿no tenemos nosotros el derecho de defendernos, como acaban de hacer los finlandeses?
Es imposible establecer las bases de un acuerdo multicultural, tal y como pretenden Obama y los corrompidos políticos tradicionales europeos, cuando las mentes de la mayoría de los musulmanes que habitan el planeta se hunden en la oscuridad del martirio, los mitos tribales, las costumbres y los valores de la época medieval. El terrorismo, la barbarie y el derramamiento de sangre provocados por este fanatismo son el producto de sociedades estancadas y de sistemas corrompidos. No hay un solo país islámico en el mundo que quede exento de tales taras. Pero lo inquietante es que en ese universo de fanatismo y terror tampoco hay conciencias críticas, como prueba el hecho de que no se haya alzado una sola voz autorizada condenando los atentados terroristas en nombre de Alá y señalando a sus inductores y cómplices. Hace unas semanas, un diario británico publicó una esclarecedora encuesta: la mayoría de los musulmanes residentes en el Reino Unido revelaría el paradero de Salman Rushdie si tuviesen la oportunidad de saberlo. En países tan cercanos como Marruecos, quienes propugnan una sociedad democrática son una minoría entre la población, ampliamente solidaria con los movimientos terroristas islamistas y, frecuentemente, violentamente antiamericana y antioccidental.
Esa “religión de tolerancia” ha sido siempre un foco de discordias y no dejó nunca de esparcir la desolación en todos los pueblos en que ha estado. Holanda no quiere ser uno más de la siniestra lista verde. Hace años, un lidercillo islámico de Melilla lanzó contra mí uno de esos peligrosos anatemas orientados a que algún fanático se lo tome al pie de la letra. El motivo fue una reflexión pública en el curso de unas conferencias sobre convivencia religiosa. Dije entonces lo que mantengo hoy. Atribuyo al profeta del “tolerante” islam la virtud de su carácter artero y atrevido, como prueba el que, para lograr su fin, excitara con bastante destreza las pasiones del pueblo que quería gobernar. Habló con nombres simples y crédulos y les inventó prodigios. Elevó la vanidad de los árabes despreciando las ciencias; excitó su codicia con la esperanza del pillaje; no tenía nada que dar en la tierra y creó ríos de miel y complacientes huríes en el cielo, haciendo desear la muerte como un bien supremo; ordenó a sus fieles que fuesen a un desierto a rogar a un Dios que se encuentra en todas partes; amenazó con el infierno a los cobardes; prometió el paraíso a los valientes; fortalece a los débiles con la opinión del fatalismo. Otros de los tolerantes preceptos del islamismo ordenan a los musulmanes lavar sus manos con agua (y no abstenerse de sangre), ayunar de día (y devorar de noche), dar limosna de sus bienes (y robar los ajenos) y confiarlo todo a la determinación de Alá (base del determinismo islámico y del subdesarrollo científico de sus países).
Claro que lo peor es lo que hay al otro lado del espejo. Somos una civilización con miedo, lo cual hace aún más negativos los efectos de ese totalitarismo, porque, además del daño directo a sus víctimas, sus efectos deterioran la totalidad del tejido social. Lo que la casta europea dice respecto a la “tolerancia” de los musulmanes no lo hubiese dicho nunca nadie que conociera de verdad la mentalidad islámica, salvo que la casta sepa demasiado bien que los gestos de buena voluntad y las lisonjas a esa gente son interpretadas siempre como muestras de temor y debilidad.
Y no sólo los representantes de la vieja Europa. Obama ha propalado una de esas mentiras que a base de repetirlas terminan convirtiéndose en leyenda. La pretendida liberalidad de los musulmanes que vivieron en Al Andalus es una de esas patrañas que no resistiría un análisis imparcial. Al Andalus fue un capítulo indecoroso de la historia española, cuyos excesos pagan aún hoy los andaluces en forma de atraso con respecto a cualquier región europea. Como la Grecia invadida por los otomanos; la antigua Cartago sometida por las huestes árabes o las sorprendentes civilizaciones babilónica y mesopotámica antes de ser islamizadas.
Entre la democracia, los valores civilizados y la religión normal por una parte, y el islamofascismo por la otra, no puede faltar el compromiso, la verdad debe ser dicha; es una lucha por la libertad o la opresión. No hay punto intermedio cuando hablamos de la ideología islámica. O sobrevive nuestra civilización o terminarán pasando a sangre y fuego a quienes no piensen ni vivan como ellos. Los políticos tradicionales europeos están demasiado comprometidos con sus amnésicas propuestas y su derrotismo democrático para vertebrar la defensa de nuestra cultura, nuestros valores y nuestras creencias. Ni siquiera han sido capaces de comprometer a los musulmanes en Europa en la defensa de los valores que tanto se nos exige al resto.
Claro que la cuestión se simplifica si tenemos en cuenta que un musulmán moderado es uno que cree que el pelotón de lapidación debería ser elegido democráticamente.
QUE COMENTARIOS BOLUDOS LO DE UDS SEÑORES, NO TIENEN OTRA COSA QUE HACER Y USTED ARMANDO PIENSE MEJOR LO QUE DICE Y NO CALIENTE TANTO A SUS LECTORES.
Eso es lo que llevas haciendo tú durante meses. Bienvenido a tierra.
Sr. Robles,no puedo disimular un estremecimiento cuando leo lo que Ud escribe ” somos una civilizacion con miedo” .Realmente es asi,ese miedo empacado en los sabrosos manjares de las democracias europeas y despues utilizado por los falsantes y traidores politicos,que no han dudado en abrir la puerta de nuestrtas casas a hordas de pestilentes sujetos salidos de las cloacas medievales.Porque lo han hecho? Yo creo que esto tiene su raiz en aquel vicio de dominacion de los antiguos (y modernos) comunistas. ” Si anulamos las clases sociales,las fronteras y las culturas,se dijeron ; y si hacemos de la humanidad una… Leer más »
Por favor, si han estado aqui 700 años, no se han integrado y se van integrar ahora. Una curiosidad Armando: En la ciudad dónde vivo hay bastantes musulmanes, cómo en toda Cataluña, hasta estoy pensando en poner una diligencia de camellos. La verdad es que ninguno trabaja y todos están cargados de hijos, hoy una señora me dijo: Este més no hay moros haciéndo cola en el centro donativo de alimentos. ¿Por qué? – le pregunto yo. Porque se han ido de vacaciones a Marruecos a invertir lo que han ganado. O sea que viven de nosotros, comida, medicamentos gratis,… Leer más »