Pataleta de perdedores
Un golpe de Estado al municipalismo. Así ha calificado Javier Arenas la decisión del PSOE de echar a los alcaldes del Parlamento andaluz. Hace unos días, oímos la propuesta descabellada del presidente Griñán. Pretende aprobar una ley que prohíba a los alcaldes representar como diputados autonómicos a los ciudadanos de nuestra tierra. Es absurdo, porque la misma prohibición no se hace extensiva al resto de concejales.
La medida es sospechosa por revanchista. Tras más de 30 años de vida parlamentaria en Andalucía sin cortapisas que limiten la capacidad de acceder a la cámara andaluza, los alcaldes se convierten en diputados malditos. La idea debe guardar alguna relación con el éxito del Partido Popular en las recientes elecciones municipales. La idea debe traducirse en un castigo a los andaluces libres que en el ejercicio de su libertad han optado por un alcalde no socialista.
Con los alcaldes, desde el último mayo, ha habido represalias. Con los votantes, también. Hasta ahora existían pocos mandatarios locales del Partido Popular. En estos momentos ya somos muchos en Andalucía y muchos en el Parlamento. Éstos especialmente se convierten en referentes importantes de cara a cualquier proceso electoral futuro. Se convierten en un cartel firme y seguro. Son un reclamo doloroso para el PSOE, que jamás se inmutó cuando la mayoría de los alcaldes pertenecían a su formación.
En consecuencia pone en marcha la maquinaria del rodillo. Frena con esta maniobra tramposa la escalada del PP, evita la presencia de alcaldes que nunca antes estorbaron en el Parlamento, impide imágenes potentes de un parlamentario en la tribuna reclamando infraestructuras que faltan en su ciudad o denunciando agravios comparativos con los abundantes tratos de favor que reciben los alcaldes del PSOE gracias a los fondos públicos sectariamente repartidos. Definitivamente el PSOE silencia la voz más clara que los ciudadanos pueden tener en el Parlamento.
Los promotores de esta iniciativa se justifican con el argumento de que es más digno que un mandatario local se dedique en cuerpo y alma a su población. Aun si de verdad pensaran repentinamente así, cabe formularse una pregunta de pura lógica: por qué hasta este instante no era necesaria esa dignidad o por qué hasta este instante no dignificaba la absoluta y exclusiva dedicación. ¡Qué raro! Coincidiendo con el batacazo electoral del Partido Socialista, algunas situaciones concretas se tornan elogiosas, imprescindibles e inaplazables.
A nosotros nos afecta en nuestro grupo parlamentario, en el que 17 de los 47 diputados son alcaldes. Algunos ya lo éramos y otros se están estrenando. Por ello los socialistas se apresuran a desmantelar este equipo ilusionado, comprometido y fuerte mediática y electoralmente. Se frotan las manos por la maldad a rienda suelta que les alienta a cometer fechorías. Izquierda Unida les apoya. Pero una vez más, nada es por azar.
Diego Valderas, líder de IU en Andalucía compite en apoyos provenientes de las bases de su partido con el camarada José Sánchez Gordillo, que estuvo a punto de dejarlo fuera del Parlamento en las pasadas elecciones autonómicas. Para más datos, Gordillo es alcalde de Marinaleda. Como a él también le afectaría la nueva ley de la exclusión, Valderas se deshace de un adversario peligroso.
Pero además Gordillo ya ha avisado públicamente de otra cuestión relevante. Ha anunciado, y lo cumplirá, que en una hipotética investidura de Griñán en la que por carecer de mayoría requiriese los votos de IU, él no regalará el suyo al socialismo andaluz. Este hecho es amenazante para Valderas y para Griñán. El primero, se quedaría sin una consejería en ese hipotético gobierno de coalición. El segundo, sencillamente, se quedaría sin gobierno.
Con semejante advertencia, ambos izquierdistas se han puesto a maquinar. Si hubiese una ley que prohibiese a los alcaldes la pertenencia a la Cámara andaluza, se terminan todos los tormentos. Gordillo no supondría problema ni para uno ni para otro y el PP se queda sin grupo parlamentario. Además, se dificultaría enormemente por las razones expuestas, el ascenso electoral de una fuerza política con un destacado peso municipal. Todo un éxito de estrategia perversa.
No obstante, Dios proveerá. Conmigo, ya lo ha hecho. Mi hijo Rodrigo ha aprobado tercero de carrera y esa es la mayor alegría que he podido tener en los últimos días.
Otros prefieren disfrutar pervirtiendo la Democracia en beneficio de intereses totalmente particulares. Yo no.
*Alcaldesa de Fuengirola y portavoz del PP en el Parlamento de Andalucía.