Gil Lázaro caza el faisán
El pasado 23 de marzo Alfredo Pérez Rubalcaba se permitió el lujo de bromear con el gravísimo ‘caso Faisán’ y con la insistencia del diputado valenciano del PP Ignacio Gil Lázaro a la hora de exigir explicaciones por el supuesto chivatazo que impidió el 4 de mayo de 2006 culminar una operación contra el aparato de extorsión de ETA. «Es usted como la canción de Amaral: ‘Sin ti no soy nada’», dijo en el Congreso de los Diputados el entonces todavía vicepresidente primero. Rubalcaba se tomaba a chunga un asunto que, tras la última decisión del juez Pablo Ruz de procesar a tres altos cargos de Interior, amenaza ahora con resquebrajar (casi antes de empezar) su carrera como candidato a la presidencia del Gobierno.
Buena parte de la culpa de que Rubalcaba atraviese estos días su peor momento político la tiene la insistencia de Gil Lázaro. Desde que se destapó el escándalo del bar Faisán, el parlamentario valenciano se ha encargado de investigar lo sucedido y de reclamar responsabilidades políticas por un asunto que sitúa al Ejecutivo español en unos niveles de vulneración de los principios del Estado de Derecho sólo comparables a los de la guerra sucia de los GAL. Y qué casualidad, de nuevo con Rubalcaba como protagonista. Todas las veces que el ministro, primero, y vicepresidente, después, acusó al parlamentario valenciano de mentir en la Cámara le dejan ahora en evidencia. Porque esos argumentos son precisamente a los que ha dado credibilidad el juez Ruz para procesar a tres altos cargos del ministerio.
Responsabilidades
Gil Lázaro ha sabido durante todo este tiempo perseguir con contundencia en el Congreso las explicaciones que merecía el aviso -que ahora la justicia comienza a considerar probado-, que como mínimo altos cargos de Interior dieron a estrechos colaboradores de la banda terrorista para evitar su detención. Un hecho que, como parece indudable concluir, no sólo pone en cuestión la labor de los responsables del ministerio directamente acusados por el juez (que ha encontrado hasta doce indicios de colaboración con organización terrorista), sino que obliga a preguntarse si el máximo responsable de ese departamento era o no conocedor de la operación policial, primero, y del aviso, después. Y también si no debería haber asumido responsabilidades por todo lo ocurrido, en último caso. Con sus ‘gracias’ sobre Amaral, con alguna sonrisa forzada en alguna ocasión, Rubalcaba ha jugado a aparentar tener la situación controlada, y a tratar de dejar a Ignacio Gil Lázaro como una especie de político obsesionado con un asunto y que no era capaz de ver que no iba a poder rascar nada.
La insistencia de Gil Lázaro, precisamente, ha sido clave para que sí se rascara algo, ha contribuido a mantener vivo el escándalo por el chivatazo, y ha ayudado a que el magistrado de la Audiencia Nacional fuera consciente de la gravedad de los hechos y de la necesidad de emprender una investigación judicial en profundidad, que ahora tiene a tres procesados, pero que en un futuro podría ampliarse a otros responsables de ese departamento. Y todas las veces que Rubalcaba ‘jugó’ a tratar de descolocar a Gil Lázaro, desde que el 14 de octubre de 2009 intentó que el caso quedara impune, han fracasado.
Desde esa fecha, el ahora aspirante socialista a la presidencia del Gobierno ha tratado de paralizar la investigación. Primero intentó que no se abrieran diligencias, luego que no se abriera el sumario, después que la Audiencia perdiera la competencia, hasta consiguió que un alto cargo policial remitiera un informe para tratar de desmontar la investigación previa. Y mientras Rubalcaba, convencido de su poder y de su inteligencia, menospreciaba a Gil Lázaro, el diputado valenciano proseguía con sus denuncias, realizaba preguntas y más preguntas y lograba evitar todos los intentos del dirigente socialista de apartarle del caso -incluida alguna petición dirigida al propio grupo popular-.
El diputado valenciano ya avisaba entonces a Rubalcaba de que no hiciera planes porque la noticia iba a llamar a su puerta en el momento más inoportuno -y en términos similares se pronunciaban desde hace meses distintos dirigentes socialistas-. El tiempo les ha acabado dando la razón.
Ayer, el PP de Les Corts quiso mostrar su reconocimiento a la labor desarrollada en el Congreso por Gil Lázaro. Fue a propuesta de Luis Díaz Alperi, que tomó la palabra para subrayar que el tesón mostrado por Gil Lázaro los últimos dos años ha sido determinante para que el ‘caso Faisán’ no cayera en el olvido político ni judicial.
El diputado valenciano ya ha avisado al nuevo ministro del Interior, Antonio Camacho, de que ahora será él quien tenga que dar explicaciones sobre el supuesto chivatazo. Camacho podrá citar a Amaral (que ya contestó a Rubalcaba con un sonoro «no me toques los huevos») o al ‘Disimulando’ de Ella Baila Sola. Gil Lázaro seguirá preguntando.