Piernas contra cerebros
Con ocasión del pasado Campeonato Mundial de Fútbol que, por si aún no se han enterado, ganó la selección española, la llamada “roja”, aunque en su uniforme alterne este color con el amarillo en las camisetas y el azul en los pantalones, estamos asistiendo nuevamente a una constante y generalizada intoxicación en todos los medios sobre este evento. En su momento, inolvidable por cierto, vi en la televisión los partidos de España en Sudáfrica y gocé con los goles que encajábamos en la portería contraria y nos acercaban a ese inesperado y memorable final.
Ser español en aquellas fechas era lo más grandioso del mundo y hasta en las provincias vascas y catalanas,- que me perdonen los nacionalistas, pero las designo así ateniéndome a la realidad geográfica e histórica vigentes -, donde la Bandera roja y gualda es motivo de discordias, vejaciones y protestas, se veían multitudes enarbolándola entusiasmadas por sus calles y avenidas principales. Los mismos que hoy gritan su anti españolismo más radical, se quedaban afónicos pregonando el “soy español” con un orgullo y un énfasis que nadie se atrevía a cuestionar e impugnar en aquellos momentos de euforia. De Batasuna y su entorno, nada se supo en esos días. Nadie se acordaba de las discrepancias políticas y confrontaciones ideológicas entre partidos, ya que en aquellos gloriosos días sólo reconocían un país en todos los rincones de nuestra geografía: España.
Hoy siguen dando informaciones, repitiendo las jugadas más interesantes y decisivas y ensalzando los méritos de sus protagonistas, como si fuera la mayor proeza de nuestra Historia. Sin embargo, pocos hablan y conocen la existencia y gesta científica de un médico valenciano, PEDRO CAVADAS, que ejerce su abnegada y maravillosa profesión en el Hospital de la FE . Éste sí que se merece nuestro reconocimiento y gratitud y el orgullo de que sea de los nuestros y no busque lucrativos horizontes más allá de nuestras fronteras, aunque me figuro que habrá recibido tentadoras ofertas de hospitales y centros médicos extranjeros.
Seguro que a este gran cirujano plástico no le pararán en la calle, ni le pedirán autógrafos, como a Iniesta, Piqué, Casillas y demás compañeros millonarios, ni le honraran con títulos nobiliarios como al entrenador de nuestra selección por la gracia de Su Majestad, que parece estar más pendiente de los campos de fútbol, que de los centros científicos donde se salvan y recuperan para la sociedad a seres humanos que por accidente o cualquier otra vicisitud han tenido que sufrir amputaciones anatómicas de trascendentales consecuencias. Y no es que tenga nada contra Del Bosque, marqués del Bosque,-perdón-, que me cae muy bien, pero veo excesiva la concesión de ese título nobiliario a un entrenador de fútbol por desempeñar, de la mejor manera, no lo dudo, la misión que le han encomendado y por la que cobra muy buenos dineros. No es restarle méritos, sino comparar las distintas labores de uno y otro en atención a la utilidad y el servicio que prestan a la comunidad. Y creo, con sinceridad y sin ánimos de polémica, que me sobra razón para inclinarme por el científico. Conste que me gusta el fútbol y sigo los encuentros donde actúa España y el Atlético Madrid, mi sacrificada obsesión.
PEDRO CAVADAS, acuérdense del nombre, a sus cuarenta y seis años, ha pasado a la historia de la Medicina con letras de oro y el reconocimiento general, a excepción de su propio país, que seguro tiene un desconocimiento total sobre el mismo. Claro, el no llena campos de fútbol, aunque meta sorprendentes e inigualables “goles” en el campo de la Medicina universal. Obtendrá el Premio Nobel, que le deseo y le auguro, y seguiremos ignorándole. No es ley de vida, sino epidemia de incultura y necedad. Ha realizado numerosos e inconcebibles trasplantes de manos, brazos, piernas y cara, con increíbles y prodigiosos resultados y en algunos casos hasta entonces inéditos.
Aunque ninguno haya sido algo prodigioso, sino la culminación feliz y exitosa de su ya demostrada experiencia y profundos conocimientos en el ejercicio de tan hermosa profesión. Pues ahí lo tienen más solitario e insignificante que el cero en una cuenta bancaria. Somos así de timoratos y analfabetos, aunque sepamos las cuatro reglas y las letras del abecedario, que a veces hasta lo dudo. Es el único en el mundo que ha realizado un trasplante de cara, incluyendo la lengua y la mandíbula. Terminó la carrera de Medicina en 1989 con Mención de Honor y se doctoró en la especialidad de Cirugía Plástica y Reparadora en 1995 apto cum laude, completando su formación en USA . En homenaje a su hermano fallecido ha creado una fundación de Cirugía Plástica y Reparadora en Kenia, sin ánimo de lucro. Premio Internacional de FILACP, de Residentes; de mejor Residente de Microcirugía USA y de Protagonistas. Como ven ninguno de ellos por parte de nuestro gobierno o de la Casa Real. Tiene más méritos hacer filigranas con una pelota que maravillas con el bisturí…
En su abultado y excepcional curriculum profesional, que haría famoso a cualquier cirujano que ejerciera en USA, consta que ha sido pionero en muchos casos difíciles y de gran importancia y ha intervenido asimismo con éxito en la extirpación de un tumor torácico gigante en la que tuvo que extirpar antes nueve costillas y en otra intervención de similares dificultades y con idéntico resultado positivo. ¿Les parecen suficientes para superar a los endiosados ases del balón?. ¿Suena bien lo de marqués de Cavadas, verdad Majestad, y qué justo sería?. Usted sabe por experiencias sufridas y felizmente superadas, el valor y la importancia de nuestros eficaces cirujanos y profesionales de la Medicina.
Comprendo que el fútbol cause alteraciones y emociones insospechadas en la vida de muchos de nuestros ciudadanos. Es como el espectáculo circense de los antiguos romanos, cuando el pueblo se hallaba soliviantado y levantisco y el César pretendía distraerlo y amansarlo con gladiadores, fieras y mártires cristianos. En la época actual los gladiadores han sido sustituidos por “héroes” balompédicos, que no tienen nada de mártires, ni han de lidiar contra las fieras, aunque a veces se comporten como tales. Viven como auténticos césares, al más puro estilo de Craso, por el duro y sacrificado esfuerzo de dar pataditas a un balón o al adversario que peligrosamente se le escapa amenazando al portero de su equipo.
Los millones por contratar a estos modernos gladiadores, escapan a toda lógica y superan con creces cualquier cálculo posible. No sólo se forran,-¡ y de qué manera!-, en el momento de sus fichajes , sino a lo largo de sus temporadas de juego, con sueldos inalcanzables y libres de impuestos y sustanciosas recompensas si ganan el partido, meten un gol, venden más camisetas con su número o hacen anuncios publicitarios que nada tiene que ver con su rentable ocupación. Puro mercantilismo convertido en la pasión nacional. En un año estos seres galácticos ganan lo que ningún ciudadano normal vería reunido a lo largo de su vida. Y por si fuera poca esa abusiva diferencia económica respecto al resto, aunque no aporten utilidad y beneficio a la sociedad, viven aclamados, mimados y tratados como auténticos divos por sus numerosos hinchas, que les siguen como borregos y soportan sus a veces alterados estados de ánimo, con una docilidad y complacencia que rayan en un degradante servilismo y sometimiento.
El fútbol ha dejado de ser espectáculo y se ha convertido en razón de Estado y una especie de bálsamo engañoso, pero muy eficaz, para aplacar la desesperada situación que vive el país. Y el gobierno lo sabe aprovechar, estimular y airear para esconder errores y adormecer conciencias. Comprendo que todos estemos orgullosos de que nuestra selección haya ganado el campeonato del mundo. Es una proeza deportiva digna de alabanza y merecedora de satisfacción generalizada. Lo cortés, no quita lo valiente. Pero ya es hora de que pensemos que ese triunfo fue lo debidamente celebrado y nos dediquemos a otras cuestiones actuales de mayor importancia. Debe ser el presente el que nos importe y dejar al pasado como un feliz e inolvidable recuerdo. Sólo eso. Me parece improcedente que nos volquemos en los que mueven los pies y ganan millones y no reparemos y honremos merecidamente al que utiliza su inteligencia en beneficio de sus semejantes.