¿Primaveras o inviernos?
A muchos se les fue la mano con las prisas por babear ideas prefabricadas. Viajaron en tropel para narrar la revolución egipcia, y como su alma de periodista estaba solapada por su condición ideológica, dejaron de ser cronistas de la realidad para convertirse en pancartistas. Por supuesto, los viejos sabios del periodismo que estaban en Tahrir –Alcoverro, por ejemplo– ya vieron que detrás del grito de libertad, algunos deseaban espesas cadenas.
Personalmente no tuve ninguna duda. Pero muchos de los aguerridos corresponsales vieron una pancarta y tuvieron un subidón adolescente, y pronto enviaron un mensaje simplista para explicar una realidad compleja. Se repetía el esquema: micrófono en mano, manifestación en la espalda, y todo era un canto a la democracia. La mayoría no sabía nada de los Hermanos Musulmanes, no conocía los equilibrios egipcios y por no saber ni sabía que en Egipto está lo mejor de la intelectualidad del islam, pero también nació la madre de todos los fanatismos. Y en medio, comunidades en permanente riesgo como los coptos. ¿Quién dominaba la calle? ¿Los jóvenes de la Facebook Revolution? ¿O los islamistas que son los únicos que tienen estructura social? Y así van las cosas, con la huida de coptos (el Herald hizo un artículo al respecto), la lenta segregación de la mujer (no podrá optar, por ejemplo, a la presidencia) y el enaltecimiento de uno de los llamados “imanes del mal”, el simpático amigo de la Qatar Foundation Yusuf al-Qaradawi, defensor, entre otras bondades, de Hitler, la pena de muerte a homosexuales, la lapidación y las bombas humanas.
El peligro, pues, de que se repitiera el esquema iraní y cayera un dictador occidentalizado para que entrara una tiranía islamista, era muy alto. O dictador, o sutil viraje hacia la aplicación progresiva de la charia. Como en Túnez, donde el líder del partido salafista Ennahda ha devenido el guía de la transición. Como en Siria, donde puede que se apague un dictador socialista y venga el fundamentalismo. Y ahora en Libia, cuyo nuevo líder ya ha avanzado que aplicará la charia como fuente de ley. Cada día es más bonito todo esto. Desde luego este artículo no tiene respuestas, porque los dictadores caídos –o por caer– son represores brutales y corruptos. Pero los augurios que se ciernen sobre esos países no parecen halagüeños, porque los auténticos líderes sociales son los salafistas. Del fuego, pues, a las brasas. Y nosotros como siempre, primero encantados con los Gadafi, y después con los islamistas.
La cuestión nunca fue un tema de derechos. La cuestión siempre es un tema de intereses. Lo triste es que parte del periodismo cayó en la trampa y lejos de explicar la problemática que acecha, se dedicó a reescribir Alicia en el país de las maravillas. ¿Porque eran malos periodistas? No. Porque dejaron de ser periodistas para convertirse en activistas