El Papa al Parlamento alemán: “No se puede prescindir de Dios en las leyes”
Ante un abarrotado Parlamento alemán o Bundestag en donde también estuvo presente el bloque que había anunciado un boicot, el Papa Benedicto XVI dio un extenso discurso en el que explicó que es un error prescindir de Dios en las leyes porque de Él proviene la dignidad inherente a todo ser humano, lo que constituye la base para el derecho.
Al llegar al Parlamento alemán el Santo Padre fue recibido con una gran ovación de pie que duró varios minutos, por parte de los parlamentarios presentes, obispos y líderes de otras confesiones cristianas.
A los parlamentarios y demás presentes que siguieron con atención su discurso en un ambiente que se percibía expectante, el Papa tomó el pasaje bíblico en el que el rey Salomón le pide a Dios sabiduría para discernir el bien del mal, para hacer una reflexión sobre los fundamentos del derecho.
Con este relato, dijo Benedicto XVI, “la Biblia quiere indicarnos lo que debe ser importante en definitiva para un político. Su criterio último y la motivación para su trabajo como político no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz”.
Seguidamente el Papa advirtió que cuando esta perspectiva no está en un político, el Estado puede convertirse “en el instrumento para la destrucción del derecho” como sucedió con la Alemania nazi que “se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y empujarlo hasta el borde del abismo”.
Por eso, precisó, “servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente”.
Benedicto XVI dijo luego que en muchos casos para legislar no es suficiente el consenso de la mayoría. Además, explicó, es necesario buscar lo verdaderamente justo, un asunto que actualmente “se ha hecho todavía más difícil”.
“¿Cómo se reconoce lo que es justo? En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados en modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres. Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación”.
En cambio, prosiguió el Papa, el cristianismo “se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios”.
De la relación entre los cristianos y el movimiento filosófico y jurídico del siglo II antes de Cristo, “nació la cultura jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante para la cultura jurídica de la humanidad”.
A partir de este vínculo precristiano entre derecho y filosofía, precisó el Santo Padre, “inicia el camino que lleva, a través de la Edad Media cristiana, al desarrollo jurídico del Iluminismo, hasta la Declaración de los derechos humanos y hasta nuestra Ley Fundamental Alemana, con la que nuestro pueblo reconoció en 1949 ‘los inviolables e inalienables derechos del hombre como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo’”.
El Papa advirtió luego que actualmente se vive una especie de retroceso en la que “la idea del derecho natural se considera hoy una doctrina católica más bien singular, sobre la que no vale la pena discutir fuera del ámbito católico, de modo que casi nos avergüenza hasta la sola mención del término”.
Tras criticar la visión positivista que ve la naturaleza y la razón como meras cosas funcionales, el Papa explicó que con esta perspectiva el ethos y la religión “se deben reducir al ámbito de lo subjetivo y caen fuera del ámbito de la razón en sentido estricto de la palabra”.
Benedicto XVI alertó también que “donde la razón positivista se retiene como la única cultura suficiente, relegando todas las otras realidades culturales a la condición de subculturas, ésta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad”.
“Lo digo especialmente mirando a Europa, donde en muchos ambientes se trata de reconocer solamente el positivismo como cultura común o como fundamento común para la formación del derecho, mientras que todas las otras convicciones y los otros valores de nuestra cultura quedan reducidos al nivel de subcultura”.
Con esto, prosiguió el Santo Padre, “Europa se sitúa, ante otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales”.
“La razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios”.
Ante esta postura, dijo el Papa, es necesario “volver a abrir las ventanas” para que la razón y la naturaleza recuperen la profundidad que les es propia.
Tras recordar la aparición del movimiento ecologista en los años 70s’, como expresión de una señal de alarma de que algo no marchaba bien, y luego de precisar que con esto “no hago propaganda por un determinado partido político”, Benedicto XVI dijo que efectivamente la importancia de la ecología es indiscutible, pero más importante es la “ecología del hombre”.
“También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo”, dijo el Papa y fue interrumpido por los aplausos de los presentes.
El hombre, continuó el Pontífice, “es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana”.
Benedicto XVI dijo luego que “sobre la base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta”.
“Estos conocimientos de la razón –precisó– constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad”.
La cultura de Europa, señaló el Papa, “nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma – del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa”.
“Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico”.
Finalmente el Papa recordó nuevamente al rey Salomón, y dijo que un político de hoy en día debería pedirle a Dios “un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así establecer un verdadero derecho, de servir a la justicia y la paz”.
Al finalizar el discurso el Santo Padre fue nuevamente ovacionado durante varios minutos por los parlamentarios y saludó a algunos de ellos para dirigirse luego a un encuentro privado con líderes judíos y después al Estadio Olímpico donde celebrará una multitudinaria Misa.