Arturo Manos Tijeras
Hay que ver lo rápido que se le ha caído la máscara al otrora Rey Arturo. Bien es sabido que los paladines de la causa nacionalista tienden a creerse mitos vivientes, por lo que si además alguien los equipara con el legendario rey Arturo, es seguro que acabarán creyéndose que pueden ser el rey Arturo, que tal vez tuviera sangre catalana y que, a la sazón, Cataluña es Camelot. Y, por ende, que Camelot es suya. Y que todos tienen que pensar como el rey piensa, que para eso es el rey. Y pobre de aquél que viva en la disidencia ideológica y crea que se trata de un reino ficticio. La de improperios que recibirá aquél que ose decir que se trata de un reino que se han dedicado a construir a base de olvidarse de los ciudadanos, con una buena dosis de propaganda y demagogia. Sin embargo, como en cualquier reino, siempre hay muchos súbditos y lacayos rindiendo pleitesía al monarca so pena de recibir sustanciosas prebendas si cumplen con la lengua del imperio y la misión evangelizadora cuya misión ha sido encomendada. Por tanto, lo habitual es seguir la corriente y hacer editoriales conjuntos con el fin de ser ungidos con el sello de amor a la patria.
Pero ahora, como una mala plaga bíblica, el Rey Arturo se trasviste en una mala réplica de Johnny Depp y pretende convertirse en Arturo Manos tijeras. Así que, llevado por la euforia fervorosa deja de un lado el Medievo para convertirse en una suerte de Pinocho, desertar del proyecto de Frankestein, soñando ser aixeneta, y convertirse en la nueva criatura Burton. Qué lejos ha quedado ese largo peregrinar en el que muchos creían que Arturo iba a encontrar la copa del Santo Grial, esa que, según decían, regenera cuerpos y almas.
Ahora su Camelot –léase la Cataluña virtual- se está viniendo abajo. Y que mejor manera de evitar que no se resquebraje que utilizar sus tijeras y amenazar con no pagar a las residencias concertadas de ancianos y discapacitados. Qué gesto de sensibilidad del Molt Honorable Rey Arturo. Y es que quizás piensa que al mismo tiempo que muchos ancianos se quedarían sin una residencia y abandonados a su suerte, resulta de vital importancia para la suerte de su reino subvencionar a la selección catalana de dardos con 1,2 millones de euros. O lo que es lo mismo, doscientos millones de las antiguas pesetas. Fantástico. Cada vez hay más miseria en Cataluña, pero haremos de la diana un deporte olímpico y con Cataluña de abanderada. Pero no sólo eso. No hay dinero para que las farmacias cobren sus honorarios, pero sí hay dinero para doblar veinticinco películas en catalán gracias a un acuerdo con los Majors norteamericanos.
El mensaje está claro, el Rey Arturo no tiene inconveniente en cerrar quirófanos mientras destina más de un millón de euros a paliar esa manía que tienen los catalanes de ir a ver cine en castellano. Eso no se puede consentir, que para eso son los reyes del credo del pensamiento único nacionalista. No podemos controlar el ocio de los ciudadanos, pero les diremos que vayan a ver cine en catalán, cine que ya habremos pagado de antemano con nuestros impuestos, huelga decir.
Sinceramente, no me sorprende nada. Un reino que se cree sus propias mentiras y piensa que enviando mensajes a sus súbditos de que el reino vecino les esquilma, que no les quiere y que hay que ir a las cruzadas –pacíficas está claro, que nosotros sólo criticamos a esa gente tan ufana y tan soberbia- piensa que todo le va a salir gratis. Que lo importante es construir la nación, lo demás no importa. A ese reino poco le importa que se cierren plantas enteras de hospitales, que los médicos vean sensiblemente reducidos sus salarios o que haya personas con más de un año de lista de espera. Todo eso son inmundicias. Lo que es trascendental para la vida de los catalanes es que el gobierno del Molt Honorable Rey Arturo destine treinta y cinco millones de euros a asuntos exteriores, que se inviertan veintidós de estos millones para acciones de cooperación al desarrollo, mientras en Cataluña se resquiebra el sistema. Lo más importante, por consiguiente, son las mamandurrias patrióticas y la imagen exterior. Y para ello es imprescindible mantener las seis embajadas y treinta y cinco oficinas comerciales en el exterior que nos cuestan a los catalanes trece millones de euros. Si es que algunos, que somos simples botiflers, no nos queremos enterar.
La explicación no guarda lugar a la duda. No hay dinero para medicamentos y si uno se tiene que operar mejor que tenga paciencia y ponga Teledeporte (perdón, Esport 3, uno de los seis canales del Reino, costosísimos y ruinosos). Tal vez con un poco de suerte le deleitarán con un partido de la selección catalana de dardos. Pobres infelices que somos, que estamos todo el día quejándonos. Si este gobierno está marcando sin dobleces cuáles son sus prioridades. No hay dinero para la dignidad de los abuelos pero sí para que se hable catalán en Nueva Gales del Sur o en la provincia del Yucatán. Es algo vital para aquellos países y para nuestra supervivencia.
Supongo que tendremos que mirar la parte positiva y no utilizar la retórica del victimismo, que hay que ver cómo nos gusta a los catalanes ser victimistas y vislumbrar el horizonte del próximo verano. Porque cuando llegue el buen tiempo, llevaremos a los abuelos y a las personas que sufren algún tipo de discapacidad con el suero a la calle, que eso de que estén en una residencia es un gasto costosísimo y no hace país. Y pensar que algunos querríamos proponer montar hospitales de campaña en las embajadas. Hay que ver lo que se nos ocurre a algunos. Así que, ya en la calle, y como solución, con un poco de suerte podrán ver alguna película en el cine de verano –en catalán por supuesto- Y será entonces cuando se les dé algún tipo de salida a estas cintas. En el ínterin, el Reino seguirá construyéndose y la salud de los ciudadanos empezará a depender de un hilo.
Pero claro, qué malos catalanes somos aquellos que criticamos el despilfarro que suponen medidas liberticidas en materia de política lingüística y de las fantasmagóricas embajadas que sólo sirven para satisfacer los delirios identitarios del nacionalismo como medio de colocación de la patulea afín y demás pesebre. Pero no se confunda, Molt Honorable Rey Arturo. Ni usted se parece en nada a Johnny Depp, ni su guión lo firma Tim Burton. Porque Burton sería incapaz de escribir un guión en el cual se jugara a la xenofobia más repugnante afirmando que a los sevillanos no se les entiende cuando hablan en español. Eso lo dejan para ustedes, las criaturas del pujolismo.
Su exégesis, en cambio, se resume en un ficticio reino en el que es mucho más importante construir su reinado –con lo republicanos que son ustedes – mientras expulsan a los más débiles, los dependientes y los ancianos. Por desgracia, este es el triste epitafio de una Cataluña que demuestra la miseria moral a la que han llegado sus dirigentes. Eso sí, con demasiados cómplices.