Cerebro de agua
Escucho las letras del rapero, un tipo que perpetra una especie de cosa lejanamente parecida a la música, y pienso en la acuosidad de algunos cerebros. Se llama Pablo Hasél y ha sido detenido por apología del terrorismo. Sus letras son un canto a la bondad: “Quienes manejan los hilos merecen mil kilos de amonal”, “pienso en balas que nucas de jueces nazis alcancen”, “ahí fuera prefieren a El Canto del Bobo que pensar con mi CD, me importa menos que la muerte de concejales del PP”, “viva los Grapo, acúsame de desacato, estoy preparado” y otras lindezas de la misma profundidad intelectual.
Por supuesto el tipo va de defensor de las causas alternativas y de líder del hip hop revolucionario. Y la cosa debe de funcionarle, porque se ha convertido en ídolo de grupos de extrema izquierda y de webs que pululan por los derroteros de esa inteligencia ideológica. Ahora que ha sido detenido, internet ha estallado y las redes sociales hierven con el grito en favor de este nuevo mártir de la libertad. ¿Mártir de la libertad?
Probablemente ese es el quid de todo este caso, cuyo recorrido es el lógico en un Estado de derecho: si alguien presuntamente defiende la violencia contra las personas, y la ley lo considera presuntamente un delincuente, no hay mucho más por añadir. Sin embargo lo hay, y no tanto por el dechado de neuronas que este personaje muestra en sus canciones, sino por la resistencia que tienen algunas ideas muy oscuras de la izquierda más oscura a sobrevivir e incluso seducir a muchos jóvenes. Una izquierda que siempre ha usado la palabra libertad para defender a los peores monstruos ideológicos: las tiranías, la persecución política, la intolerancia, la censura e incluso el asesinato.
Si este tipo hubiera escrito las mismas canciones cargadas de violencia y de odio desde el otro lado igualmente oscuro de la barrera ideológica, el de la extrema derecha, no tendría ninguna aureola libertaria ni progresista. Sencillamente sería un patético fascista, rechazado por la absoluta mayoría de la ciudadanía. Sin embargo, cuando estas proclamas propias de cerebros vacíos –y de corazones negros– se perpetran desde la izquierda, aunque sea la más extrema, consiguen mantener una especie de aura de libertad, como si fueran los más libres, los que se atreven más, los que dicen las verdades y así hasta llegar al núcleo duro de algunas webs que van de ese palo. Lo cierto es que más que la voz de la libertad, lo que son es la voz de la intolerancia y a menudo la voz de la estupidez.
Fíjense en el símil: “Viva la muerte”, grita un fascista y es un fascista. “Viva la muerte”, grita el Che y es un libertador. Pues no, los dos son la doble cara de la misma moneda totalitaria, la de aquellos que no creen en la civilización, sino en la barbarie. De ese palo es el tal Hasél, del palo de los que secuestran la palabra libertad para teñirla de vergüenza.
Pilaaaaar, fixa’t tu quins miures que venen a defensar els teus arguments demagògics. Felicitats: des del contenidor de la noria, fins a l’abocador de… alerta anal, o com es digui aquesta claveguera, tot i que espero veure’t caure més baix: si us plau Rahola a Supervivientes!!
A este Hasel se le tendrían que cargar a toda la familia en un atentado de ETA o ALQAEDA y se le iban a quitar las ganas de seguir diciendo subnormalidades, esto mismo es aplicable a toda la escoria izquierdosa que ve en los terroristas algo romántico, y cuando un abuelo que vive en un barrio invadido pide que no se pierda la identidad de su tierra, la que ha labrado con sus propias manos, le llaman racista, fascista, xenófobo, extremaderecha… lo que como la ley del péndulo está llegando pronto a todos estos que van de libertarios anarquistas-comunistas se… Leer más »