Canallas catalanes con sotanas
A mis amigos catalanes que quiero, respeto y admiro.- El arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, ha vuelto a derrochar su preciosa energía donde menos falta le hacía a la Iglesia catalana. Pese al cariz un tanto malicioso de su última pastoral y en tanto catalanista antes que fraile, monseñor Sistach ha vuelto a encontrar a Dios en otro detalle mundano de la vida cotidiana catalana: la prohibición de banderas españolas en los templos barceloneses incluso con ocasión de la festividad del día de la patria. ¿Cómo pretende un arzobispo catalán reconstruir el mundo si no sabe hacer otra cosa que encajonarlo en los moldes abstractos del catalanismo de algunos de sus feligreses?
Lo que más me admira de monseñor es su noble y generosa pretensión de predicar siempre en clave interna. No le basta con dotar al Evangelio de espíritu catalanista sino que también presta su apoyo a varias clínicas abortistas vinculadas a la Iglesia catalana. La pela es la pela.
Estudio con suma atención todos los gestos de monseñor Sistach, a través de los cuales imparte graciosamente lo que estima como justo desde el punto de vista de la Iglesia en Cataluña. Por supuesto que siempre en clave separatista. Y así le va, a la cabeza de España en número de divorcios, en casos de aborto, en construcción de mezquitas y en baja asistencia a los oficios religiosos.
La prensa de Barcelona, por lo general tan contraria a la Conferencia Episcopal Española, aplaude sin embargo la deriva degenerada y separatista del prelado, lo que pone de manifiesto las obsesiones febriles y enfermizas de muchos catalanes. Un diputado de Esquerra ha comparado la actitud de algunos dirigentes políticos españoles con la que tuvo para Cataluña José Antonio Primo de Rivera. Aprovechó la oportunidad para explotar el largo dietario de agravios que sufre según él la sociedad catalana. Lo que el canalla se calló es que aquel golpe de Estado fue posible gracias única y exclusivamente a la Lliga Catalana. Por una simple cuestión arancelaria, los dirigentes de la Lliga pusieron a disposición del general jerezano, desde un fondo millonario para sufragar el golpe hasta un tren que lo trasladó desde París a la capital de España.
Pero a lo que íbamos. Sistach se rebela si una bandera de España horada con su impureza algunos de los templos vacíos de su Arzobispado. Por contra, sabe mostrarse sospechosamente discreto cuando el emir de Dubai anuncia que está dispuesto a pagar una billonada para reconvertir la plaza de toros Monumental de Barcelona en la mayor mezquita de Europa. ¿Escucharemos algún día a monseñor Sistach denunciar la descristianización que padece Cataluña fruto del mal ejemplo que ofrecen sus curas y obispos y de la paulatina islamización de sus pueblos?
Desde 1999, en Cataluña se han construido seis iglesias católicas por 108 mezquitas, algo que debería inducir al sectario a reflexionar seriamente sobre cuáles están siendo los amargos frutos de su labor pastoral. De aquí a imaginar que su noción del Cristianismo no es en definitiva más que un argumento destinado a consolidar ante la opinión pública los cimientos del dircurso catalanista, sólo media un paso.
Pasar de defender el Estado nacionalcatólico a esta Sodoma separatista pudiera parecer gran salto, por lo menos en otro tiempo. Ahora la verdad, no tanto. Durante una homilía se quejó el arzobispo de que los derechos nacionales de Cataluña habían sido secuestrados por la España de Franco. De modo que al arzobispo Sistach, emboscado en el nacionalismo excluyente ante su raquítica cifra de feligreses, pasó por alto uno de los principios evangélicos que en cualquier ministro de la Iglesia debería ser imperio: “La verdad os hará libres”.
Sabido y resabido es que la Iglesia y los eclesiásticos catalanes intervinieron en la guerra civil en forma eminentemente terrena y belicosa, dando la espalda a la acción apostólica que constituye su ministerio fundamental. No quisieron ni supieron sustraerse al veneno que concluyó desencadenando un fratricidio nacional y, lógicamente, acabaron sumándose al bando a ellos más afín. La mayoría de los sacerdotes catalanes que perdieron la vida en la contienda, la perdieron en su calidad de combatientes.
De entrada, el término Cruzada alusivo a la guerra civil fue acuñado por Enrique Plá y Deniel, catalán como Gomá y Vidal. Hablemos hoy del primero.
Presidente de Acción Católica, fue uno de los impulsores de Acción Popular en 1931, apenas instaurada la Segunda República, como opción política de las masas católicas. Nombrado obispo de Salamanca en 1935, tras la sublevación militar contra el gobierno de la II República cedió al general Franco su palacio episcopal y escribió la carta pastoral ‘Las dos ciudades’, donde justificaba la sublevación, y que constituyó la fundamentación teológica de lo que él mismo denominó Cruzada.
También habrá olvidado el cardenal Sistach que los obispos de Lérida, Tarragona y Barcelona mandaban columnas del Ejército Nacional, naranjero y Evangelio en mano. Estas columnas llevaban como tropa selecta a infinitos curas, monjas y frailes, hasta el punto de que sólo en muertos tuvieron entre las tres y cinco mil bajas. La excepción a la regla la constituye el obispo catalán de Segorbe, que no pudo incorporarse a tiempo al mando de su brigada y tuvo una pequeña discusión parlamentaria a las tres de la madrugada del 9 de agosto de 1936 con unos socios de Izquierda Republicana que habían formado una democrática patrulla llamada “La desesperada”, de resultas de la cual fallecieron por “hemorragia” el obispo, su hermano, el vicario-general, un carmelita y dos franciscanos que constituían la plana mayor del general-obispo, don Miguel Serra Sucarrats. Don Miguel vestía uniforme de general de carros, con boina roja, camisa azul y el retrato de José María Gil Robles en la forrajera, que era su sitio.
¿Y hay quién se extraña porque el señor obispo de Barcelona pida a sus curas que no dejen a ningún feligrés entrar en las parroquias con símbolos españoles? Lo bueno es que para el año que viene se pedirá desde los púlpitos catalanes, y con harta razón, que se celebre el ramadán, que es de lo que se trata desde hace mucho tiempo. O acaso puede que pronto veamos los huesos del moro Muza enterrados en la cripta de la Sagrada Familia.
Lo trágico para esos obispos y curas catalanes sembradores de vientos es que, a diferencia de lo que se encontraron hace 75 años, hoy no habría ningún español decente que estuviese dispuesto a defenderlos.
RiusX Gracias ya somo tres
Sr. Armando, su articulo es muy bueno, y digo lo mismo que Daniel creo que se ha quedado corto tal y como nos ha reflejado la situación de Cataluña, y de todos los que se pasan todo el día dandose golpecitos en el pecho.
De lo que comenta que cualquier día nos dirán que se ha de celebrar el Ramadán, que sepa que ya se celebra, poco a poco nos están quitando nuestra identidad, y cuando toca esa celebración en la prensa de Cataluña es más anunciada, que nuestra gran querida Navidad.
Sr Armando esta vez te has quedado corto con estos asesinos,bastardos con sotanas.
Como esto siga, asi ser cura sera ser malo.