El milagro del 96
Eduardo Zaplana.- El dato del pasado viernes de la Encuesta de Población Activa, que arrojó la terrible cifra de casi 5 millones de parados, con otras igual de terribles o más, como que en 1,4 millones de hogares no trabaje nadie o que más de dos millones de personas lleven más de un año buscando empleo, por dramático que resulte, no nos puede hacer caer en el desánimo.
Quiero empezar este artículo así, de forma tan taxativa, porque detrás de todas esas cifras se encuentran personas, familias, situaciones muy complicadas y hasta dramáticas que deben empujar a aquellos que tienen posibilidad de darle la vuelta al panorama laboral a trabajar sin descanso y sin demora para que esa situación se resuelva. Hay, por tanto, cinco millones de motivos para luchar contra ese dato, no resignarse y trabajar sin descanso para cambiar las cosas.
Como ex ministro de Trabajo, el viernes no pude evitar una gran desazón. Créanme si les digo que todos aquellos que hemos sido titulares de Trabajo lamentamos cada mal dato de desempleo que se produce y celebramos cada bajada del paro, en este último caso, con una euforia a veces criticada por los medios de comunicación que no es otra cosa que sincera e inmensa alegría cuando eso pasaba.
Pero también les digo que todos aquellos que hemos pasado por ese Ministerio de Trabajo sabemos que, desde allí, se pueden hacer muchísimas cosas. No es la primera vez que nos enfrentamos a una situación de altas cifras de desempleo. Y se salió de ella, convirtiendo a España en motor de la creación de empleo en Europa. Se puede volver a hacer. Se debe volver a hacer. Por muy distintas que sean las circunstancias, que evidentemente lo son, por muy complicada que sea la labor que hay por delante, que lo es, el único lujo que en estos momentos nadie puede permitirse (Gobierno, partidos políticos, sindicatos, empresarios, banqueros,…) es calificar el panorama de terrible, expresar la intención de cambiarlo y aceptar resignados que llevará tiempo. No lo tenemos.
Siempre he dicho, y he procurado practicar con el ejemplo, que no me gusta la política tactista. Y siempre cito la misma frase de Churchill que acredita este pensamiento: «El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, y no en las próximas elecciones». Claro que el político defiende ideas, proyectos, medidas,… Tiene que hacerlo. Pero en esta situación en la que nos encontramos, es necesario, más que nunca, un proyecto de regeneración. Hace falta la POLÍTICA, con mayúsculas. Hacen falta ideas, proyectos e iniciativas potentes y ambiciosas. Vengan de donde vengan. Lo importante es que sean efectivas.
En materia educativa, en el marco de las relaciones laborales, en materia de pensiones, en la búsqueda de nuevos focos de empleo, en materia de productividad, en las instituciones. Como hemos hecho en otras ocasiones, tenemos que mirar de frente los problemas y buscar soluciones. Tenemos, como decía Churchill, que dejar la táctica a un lado y empezar a ser estadistas. España necesita políticas colectivas. Sólo así saldremos de la crisis. Y para poner en marcha esas políticas, hace falta sentido de Estado. En todos: en el Gobierno que salga de las urnas, en los partidos que estén en la oposición, en los sindicatos, en las organizaciones empresariales, en las grandes empresas, en los grandes bancos, en el mundo universitario, desde donde nos pueden apuntar ideas…
Hay que sentarse y escuchar a todos. Hay que aplicar las buenas ideas. Y hay que hacerlo con rapidez. Y hay que hablar y dialogar sin recelos, sin prejuicios, sin rechazar las ideas por absurdos y antiguos eslóganes que no nos debemos permitir, porque hay cinco millones de motivos, de personas, que necesitan que resolvamos este problema, no que discutamos por palabras. Hay que hablar claro, pero hay que hablar para actuar, siendo conscientes de que todos deben ceder en sus pretensiones. Porque la combinación de todas las ideas, la flexibilidad a la hora de aceptar las que aporte el de enfrente, es lo que da lugar a acuerdos políticos y sociales que se han demostrado efectivos a lo largo de estos años. Es lo que dio lugar al Pacto de Toledo y, posteriormente, a su renovación. Es lo que dio lugar a los muchos acuerdos sociales que se han suscrito estos años y que se han demostrado más o menos efectivos. Todos tienen que ceder para que los ciudadanos ganen.
Por ejemplo, a lo mejor ahora es momento difícil para acordar el abaratar más el despido o rebajar las cotizaciones, pero sí puede ser momento para la moderación salarial o incluso para hablar de cambios en la negociación colectiva para ligar salarios a productividad. A lo mejor ahora, en este momento, no parece sensato subir impuestos, pero sí bajar algunos y combinarlos con una decidida e intensa lucha contra el fraude fiscal o el fraude a la Seguridad Social. A lo mejor es el momento de concienciar y hacer ver lo importante que es aflorar la economía sumergida y el daño económico y social que supone su existencia. A lo mejor es el momento de hacer una regulación más lógica y adecuada de las prejubilaciones. A lo mejor es el momento de escuchar a las pymes y autónomos y facilitarles el crédito, pero también de penalizar la contratación temporal abusiva.
Lo que quiero decir es que hacen falta profundas reformas económicas y fiscales que ayuden a la creación de empleo, con el mayor acuerdo posible, y que en esta labor todo el mundo tiene que trabajar sin descanso, poner encima de la mesa sus ideas, estando dispuesto a ceder e incluso a aceptar determinadas iniciativas porque tenemos cinco millones de motivos para hacerlo. No hay que resignarse. Hay que luchar y trabajar. Sin demora. Es tiempo de la POLÍTICA con mayúsculas. De la responsabilidad. Y del sentido de Estado.
*Ex ministro del PP.