Juguetes rotos
Javier G. Ferrari.- Se ha iniciado la cuenta atrás. Dentro de diez días sabremos quién, y con qué apoyo social, tendrá que coger las riendas y cabalgar sobre el tigre de la crisis que, cuatro años después de mostrar sus primeros síntomas, ha colocado a los llamados países desarrollados al borde mismo del abismo. Crisis global pero con matices bien distintos según hacia donde dirijamos nuestra mirada. Por segunda vez se ha hecho buena la frase de Alfonso Guerra, y a España no la conoce ni la madre que la parió. Desánimo, frustración, incertidumbre y miedo son el aliño con el que la mayoría de los ciudadanos afrontamos el futuro.
Se acabaron los tiempos de vacas gordas, e incluso de vacas flacas, y ya casi nadie pone sus esperanzas en las grandes frases y en las nostálgicas puestas en escena con las que el PSOE intenta frenar el segundo tsunami popular que se le viene encima. Una de las últimas la pronunciaba José Bono en Toledo en el mitin del pasado martes, un día después del debate en el que Rubalcaba intentó asegurarse la jefatura de la oposición en un desesperando intento de evitar una nueva catarsis en su partido que anda francamente escaso de líderes. Tan escaso que ha habido que sacar del baúl de los juguetes rotos a Felipe y a Alfonso que, como las viejas actrices, se mueven por el escenario buscando el mueble en el que apoyarse.
José Bono se presentó, dicen que por sorpresa, en Toledo para decirle a Rubalcaba que Rajoy se había pasado todo el debate leyendo y que así no se consigue llegar a los sentimientos de la gente. Como si la gente no tuviera más sentimiento, ahora mismo, que el de pasar página a esta pesadilla que han sido los cuatro últimos años de Zapatero en el poder. Los seguidores del centro izquierda, tan proclives a dejarse llevar por las extravagancias y lo políticamente correcto cuando tienen el estómago lleno y la cuenta corriente saneada, se vuelven rápidamente hacia Santa Bárbara cuando truena, y ahora no es que truene, es que estamos en medio de la tormenta perfecta en manos de un capitán de barco que sueña con contar nubes sentado en una hamaca.
Ahora no hay sentimientos que valgan, don José. Esto no es 2004, cuando desde el partido de usted se manipularon los sentimientos de la gente hasta conseguir que se votara con las tripas, y no con la cabeza. Por eso los viejos trucos, los juegos de manos del candidato socialista, no hicieron mella en los electores, que ya no están para circo porque hace años que falta el pan. Y recuerdan que el pan lo trajo bajo el brazo el PP en el 96 después de que Felipe González dejara la caja de la Seguridad Social sin una sola miga.
El barco de España busca desesperadamente el abrigo de un puerto seguro en medio de una tempestad que, si bien llegó de fuera, ha ido tumbado uno tras otro los diques de cartón piedra que protegían nuestra economía. Las gracias ya no hacen reír más que a los irreductibles. La mayoría quiere seriedad y decisiones y, sobre todo, que los inevitables sacrificios sirvan para cimentar un futuro con más seguridades.