Socialismo, el opio del pueblo
Tengo amigos y conocidos que votaron al PSOE en las últimas elecciones municipales y autonómicas, y cuando les pregunto por qué lo hicieron, todos o casi todos me responden con la archirrepetida frase de “para que no gane el Partido Popular”. Todos ellos me han confesado que lo hicieron tapándose la nariz. Y cuando les pregunto qué van a hacer el próximo domingo su respuesta es muy semejante. En el fondo, mis amigos y conocidos están hablando de que votan al PSOE por miedo.
Amedrentar al personal en tiempo de elecciones, sea con un peligro real, sea con uno imaginario, siempre ha sido útil; cuando algunos políticos recurren al miedo consiguen que la gente sacrifique su libertad, para conseguir una ilusión de seguridad, apelando al instinto de supervivencia frente a supuestos enemigos.
Desde que tengo uso de “razón política” siempre, he oído de forma reiterativa, hasta el hartazgo, hasta aburrir, un mensaje casi omnipresente, el de que “los ricos”, los empresarios, los capitalistas, son gente sospechosa (como poco) de haber hecho fortuna de manera poco ética… y que eso que llaman la “derecha” (que se supone que la integra la gente que apoya a los ricos y al sistema capitalista, que genera desigualdad, opresión, esclavitud, injusticia…) es un grupo de personas absolutamente perverso, que la “derecha” es egoísta, malvada… el summun, lo máximo de todos los males, pretéritos, presentes y por venir (En España este mensaje es cosa antigua, presente ya en la llamada Edad Media, hasta el extremo de que determinadas actividades estaban consideradas indignas, deshonestas… y reservadas a determinados grupos sociales en exclusiva, e impropias de buenos cristianos…).
También he oído que lo contrario de todo esto, vamos ¡los buenos! son la “izquierda”, los representantes, y defensores, de la gente pobre, los más desfavorecidos, la gente que lleva una vida mísera, indigna, de esclavitud… y que quienes forman parte de la “izquierda” velan por nuestro bien (frente a los perversos y anacrónicos derechistas, reaccionarios, conservadores…, como decía, los malvados…) y pretenden redimirnos de todos los males presentes y construir un mundo mejor.
Ni que decir tiene que, como la mayoría de los humanos somos gente de buena voluntad, y a poco que miremos a nuestro alrededor acabamos percatándonos de que hay personas que lo pasa mal, acabamos observando que hay pobreza, desigualdad, injusticia… e inevitablemente, pocos somos los que no nos dejamos tentar por “utopías bienintencionadas”, fórmulas mágicas que pretenden un cambio social profundo… que desean implantar el paraíso ahora… Es que quien tenga un poco de sensibilidad es casi imposible que no se conmueva cuando ve gente sufriendo, es difícil no sentirse concernido por el dolor y la miserias ajenos.
Decía el psicólogo Carl Rogers que por muy malvado que alguien parezca, siempre encontraremos un fondo de “humanidad”, de bondad en esa persona, y que, eso es al fin y al cabo lo que caracteriza a esa persona, y que todo lo demás son añadidos alienantes,… al fin y al cabo, lo de Rousseau, de que los humanos nacemos “buenos”, libres e iguales y que la sociedad nos sojuzga, nos malea y nos corrompe.
Por ello, los “progres” e izquierdistas diversos generalmente suelen ser “buena gente”, gente bien intencionada (claro que, como dice el refrán: el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones).
Hasta tal extremo hemos llegado en España que, poca gente se atreve a decir abiertamente que no es una persona “de izquierdas”… Poca gente se atreve a decir “Sí, yo soy de derechas”. Raro es el grupo político que no se hace llamar “progresista” y que no utiliza un lenguaje “progre”, llevado por el miedo –pánico- de ser tildado de reaccionario, facha,… inmoral al fin y al cabo.
No olvidemos que en España quienes ganan elecciones suelen ser los que menos antipatías despiertan en el electorado.
– Oiga, y ¿se puede saber por qué dice usted que es progresista y de “izquierdas?
-Hombre, esa pregunta ofende… Ser progresista, de izquierdas es lo más-más, lo más noble que se puede ser en este mundo-mundial…De todos modos, me alegra que me haga usted esa pregunta; pero es que esa es una cuestión difícil de explicar, ser progresista es… ¿Cómo le diría yo? Es un sentimiento, es que se lleva en los genes, es cosa de “pedigrí”… Mi abuelo era progresista, mi padre también, y yo (no podía ser de otro modo) pues también lo soy… Eso es como los “colores de un equipo de fútbol, se sienten o no se sienten…”.
Ser de izquierdas es una actitud personal, ética y política que consiste, en una apuesta radical por la libertad, la igualdad y la fraternidad… mientras haya capitalismo la igualdad, la libertad, la justicia y la fraternidad no son posibles, y significa que luchar por el socialismo es la manera más coherente de ser de izquierdas. De la lucha sistemática por abolir la explotación, el dominio y la desigualdad. Esto es, la lucha del ser humano por autogobernarse y decidir su futuro. La pregunta que debemos hacernos es ¿quién dirige la vida? ¿El mercado capitalista o la sociedad democrática? Para nosotros la clave es que la sociedad debe de autodirigirse, liberarse, y para eso tiene que domar al mercado y superar las relaciones de explotación actuales. Pero, si no lo hacemos en breve no habrá sociedad, porque el capitalismo está poniendo en peligro la vida humana en el planeta. Para luchar contra eso y hoy más que nunca, hay que ser de izquierdas.
Y bla, bla, bla…
El progre/izquierdista modelo sólo lee el periódico del grupo Prisa, y “Público”, escucha también en exclusiva la cadena Ser, y hasta hace bien poco se deleitaba viendo la televisión en la que actuaba el telepredicador Iñaqui Gabilondo.
Para el feligrés progre era una obligación no perderse ni uno de los sesudos análisis de la actualidad diaria, en los que pontificaba y hablaba ex cátedra el Sr. Iñaqui… Claro, que sí no todos, los progres en general tienden a orgasmear con la televisión zaparetista y sus zafiedades. Lo más sublime para un progre son los programas de la Sexta (y en especial el del tal Wyoming). Para un progre cualquier asunto que tenga que ver con la iglesia católica es un asunto casposo, anacrónico, despreciable. Y por el contrario, por aquello de la “alianza de civilizaciones zaparteril” todo lo que suene a musulmán, es digno del mayor de los “respetos” y aceptar todo lo que huela a Islam es una muestra de “tolerancia” (no se sabe bien, si detrás de esta pose de “talante” está aquello de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, o se trata simple y llanamente de miedo) todo sea por el multiculturalismo y demás consignas progres.
Intentar conversar con un progre, sea cual sea el asunto que se aborde, es harto problemático; si uno es tan incauto de sacar a colación que en el norte de África, los únicos que pueden pasear por la playa con el torso desnudo sin ser apedreados, son los varones, y que las mujeres por el contrario se bañan vestidas en el mar y hasta en piscinas públicas, la contestación, será que así se bañaban nuestras bisabuelas (suelen tener un lapsus de memoria, y olvidan que de ello hace más de un siglo); si se comentan las bombas de Atocha, Nueva York o Londres, ya sabemos lo que nos espera: bombas tiran todos; de mencionar el millón de tutsis escabechados por los hutus en Ruanda, nos arrojarán encima las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos sobre el Japón; si se habla de los crímenes del marxismo (de los millones de muertos por la noble causa de la emancipación del proletariado, Estalin, Mao, etc.) responderán que peor lo hicieron los nazis; si hablamos de la piratería inglesa padecida por los barcos procedentes de América en otros tiempos, saldrá a relucir que el Imperio Español lo tenía bien merecido por haberle quitado el oro a los indios.
Pero lo más increíble es acabar comprobando lo enormemente reacios que son los progres a aceptar que la realidad puede tener varias caras; resulta chocante hasta que punto llegan a ignorar las desgracias, las injusticias, los abusos que no estén en su repertorio absolutamente maniqueo, no se olvide que para ellos sólo existe lo blanco y lo negro, o se está con ellos –se es de “los nuestros”- o se está contra ellos, para el progre no existen tonos grises… quienes no están con “nosotros” dicen memeces, son “fachas”, “peperos”, amigos, nostálgicos, o simpatizantes del régimen franquista… Quienes no compartan sus ideas son seres perversos, egoístas, profundamente inmorales, o poseen algún tipo de fobia…; les hablo, por supuesto de quienes proclaman la necesidad de potenciar, dar prioridad a “lo público”, la escuela pública, la sanidad pública… y llevan a sus hijos a colegios privados, y acuden a la sanidad privada. Son aquellos que ponen por locos a quienes se atreven a cuestionar el dogma de la izquierda oficial, acerca del “calentamiento global”, o la versión progre de la historia reciente de España , o la llamada “perspectiva de género”.
¡¡Curiosa panda la de los progres!!
Pero, aparte de estos “progres relativamente bienintencionados y aparentemente inofensivos”, están los “progres realmente peligrosos”, los dirigentes e integrantes de “la secta”, que se hace llamar izquierda, ese grupo de sinvergüenzas, cínicos, que ni tienen programa, ni principios, ni objetivos (bueno, sí, objetivo si tienen, CONSERVAR EL PODER A TODA COSTA…) y que proclaman que están al lado de los más desfavorecidos. Claro, que aunque suenen parecidas, una cosa es la Ética, y otra la Estética.
Esta secta de “paripé” es toda una especialista en posar, aparentar, mentir y demás. De eso andan bastante bien; pero de “Moral”, lo que se dice de “Moral”, entienden bien poquito.
Lo que sí hay que reconocerles, en honor a la verdad, es su enorme habilidad anestésica, su enorme capacidad de manipular a la gente corriente y de crear falsas expectativas.
Que se sepa, nunca ha habido ningún régimen populista/socialista que haya conseguido -o que de veras lo pretendiera- poner remedio a la injusticia, mejorar la vida de los más favorecidos, acabar con la pobreza (miseria tanto económica como cultural) Ningún sistema político “populista-progresista” ha promovido una verdadera educación, orientada a fomentar el pensamiento crítico, a erradicar las formas de pensar acientíficas, supersticiosas, las diversas formas de fanatismo.
Los programas políticos de gobiernos “socialistas” como los que hemos tenido en España desde la muerte del General Franco, nunca han tenido como objetivo lograr un desarrollo sólido y perdurable (“sostenible” lo llaman ahora).
Realmente lo que menos les interesa son los derechos de las personas, les despreocupan los intereses de la gente corriente, y por supuesto les importa un bledo la salud de las instituciones “democráticas”, la participación ciudadana, y toda la retahíla con la que adornan sus discursos vacíos.
Muy al contrario, procuran crear más y más situaciones de dependencia asistencial, fomentando el clientelismo-servilismo, “estómagos agradecidos”, servidumbres más o menos voluntarias, todas las formas posibles de subsidios, y adoctrinan a la población inculcándoles “valores” cargados de resentimiento, de revanchismo, o como poco de perplejidad y confusión.
Se trata de conseguir lealtades a ultranza, asegurarse la adhesión inquebrantable de la mayoría de la población, eso sí, mayorías “secularmente oprimidas, maltratadas y con enormes carencias”. Las diversas formas de socialismo autoritario (aunque posiblemente todos los socialismos lo son) así como los diversos fascismos, recurren a estrategias semejantes: se inventan un enemigo exterior, se inventan un enemigo interno y un enemigo en el pasado reciente. Por supuesto, para “echar balones fuera” la responsabilidad siempre es de otros, de la etapa política anterior, la “deuda histórica” lo llaman. De ese modo podrán seguir medrando, expoliando y malversando por mucho tiempo y con total impunidad.
En España contamos con referencias para dar y tomar: La causa principal de todos los males es “la derecha casposa, egoísta y reaccionaria, contraria a cualquier forma de progreso”, también el franquismo, y otro recurso muy eficaz es el “caciquismo secular”. Y ya en tiempos más recientes, el gobierno de José María Aznar (enemigos “pretéritos”) Por descontado las etapas en las que gobernó el PSOE en España, con Felipe González, nunca existieron (¿Se acuerda alguien a estas alturas de Filesa, los GAL, “Mister X”, los “fondos reservados”…?)
De la actual situación que padece España el partido gobernante –según parece- no tiene ninguna culpa, y a Felipe González y Rodríguez Zapatero, y sus diversos gobiernos, ni nombrarlos. La versión del régimen es tan chocante, tan zafia, tan esperpéntica que ni a Valle Inclán se le hubiera ocurrido. Es un guión perfecto para una película de Pedro Almodóvar… Los actuales gobernantes formaban parte del mismo partido político, aplaudían a rabiar todas las ocurrencias del “jefe”, todas sus decisiones, participaron en todas sus campañas en las que fue elegido y reelegido, le rindieron pleitesía.
En los regímenes como el de José Luis Rodríguez Zapatero, los presupuestos siempre son manipulados con arbitrariedad. Los controles son silenciados o ninguneados. La forma de gobierno socialista-populista identifica fondos del Estado con fondos del gobierno o -peor aún- fondos de quien tiene la vara de mando. Los usa a discreción para someter a opositores, comprar voluntades y hacerse auto bombo (ni en tiempos de crisis, ¿Qué crisis?). Para los regímenes populistas no hay limitaciones ni medidas fiscalizadoras o que fomenten la mínima transparencia en la gestión de la cosa pública, solo se admiten “observatorios inoperantes y laudatorios”, nada de instituciones independientes, llámense comisiones de investigación, tribunales de cuentas, defensores del pueblo, o cuestiones semejantes.
En un régimen populista-progresista no pueden faltar las alianzas con la “burguesía amiga” o los “empresarios patrióticos”, es decir, aquellos que prefieren sobornar a funcionarios, pagar “el impuesto revolucionario” para obtener privilegios, a producir de forma realmente competitiva.
También es característico de este tipo de régimen político su absoluto desprecio hacia el orden legal. Igual que en las monarquías absolutistas y a la manera de los caudillos “dueños de vidas y haciendas de sus súbditos”, la ley es apenas un traje que se ajusta a gusto y medida.
Todo lo anterior está aderezado con una buena dosis de buenismo, de pensamiento Alicia. La constante propaganda de que se está avanzando hacia un futuro maravilloso, de dicha, de felicidad, de equidad nunca vistos. Lo mismo que un ilusionista, que crea un escenario impresionante, que sólo es perceptible desde un determinado ángulo, y siempre y cuando todos los intentos de un estudio crítico sean abortados.
Es un espejismo que se publicita de manera machacona, hasta la saciedad (con mucha eficacia, todo hay que decirlo) lo mismo se divulga el echarles la culpa a los otros y a la herencia del régimen anterior y a sus cachorros, para tapar y camuflar la ineficacia de su gestión, sus fracasos, su actuar chapucero, y ocultar los síntomas de deterioro.
Repetir que se han logrado resultados notables desde que ellos gobiernan, y que nos espera un futuro aún mejor, no deja de confundir, “convencer” y tener realmente un efecto anestésico en los ciudadanos; o como poco siembra la resignación, la aceptación de la mediocridad imperante como algo soportable.Los regímenes democráticos (no populistas) propiamente dichos no participan de la ristra de corrupciones mencionadas a lo largo de este escrito. No practican el personalismo narcotizante, anestésico, no manipulan los medios de comunicación, no usan de forma arbitraria el presupuesto, no alientan el odio, no desprecian la legalidad vigente, no boicotean la seguridad jurídica, no temen la alternancia, no descalifican de forma ruin y zafia a la oposición; no espantan las inversiones sino que las reciben con los brazos abiertos, se abren al comercio exterior y no distorsionan las estadísticas para engañar a la ciudadanía y hasta cuidan las formas (pero no con el “talante” cargado de un profundo cinismo)Los regímenes democráticos -no populistas-poseen un mayor nivel de bienestar y de crecimiento, son previsibles e infunden más confianza.
Por eso nos vamos quedando en el vagón de cola, en el “trasero del mundo”, pese a las enormes potencialidades que seguimos manteniendo inactivas por responsabilidad del modelo populista-progresista que hipnotiza, esclaviza y embrutece.
La persona más peligrosa para determinados gobiernos es aquella capaz de pensar cosas por si misma, sin importarle supersticiones ni tabúes. El mayor de los temores de ciertos gobernantes es que este tipo de persona llegue a la conclusión de que el gobierno bajo el que vive es deshonesto, demente e intolerable.
En un grupo de 11 millones de borregos cabe de todo: estómagos agradecidos, peleles titiricejas, los mal llamados “intelectuales”, la flor y nata de este país.