Algunas reflexiones sobre la guerra de secesión norteamericana
No pretendemos acá realizar una exposición erudita, pues no somos eruditos de nada. Empero, nos llama la atención la difusión que ha tenido este conflicto, acaso uno de los más estudiados y manoseados de la historiografía. Verdad es que en los últimos tiempos, al menos, un manto de crítica coherente está cambiando muchas bases y desde los propios Estados Unidos. En España por ejemplo este tipo de crítica constructiva parece que está vetada….
La Guerra de Secesión, con todo, sigue en una aureola de romanticismo que en el Occidente anuncia una decadencia más bien triste.
A través del cine, uno desde pequeño ha sabido de la existencia de este guerra civil, con películas como “Los Indestructibles” o “Lo que el viento se llevó”. No obstante, hasta que uno no vio a Robert Duvall en el papel de General Lee en aquella trilogía que comenzaba por “Dioses y Generales”, no comenzó a reflexionar medianamente en serio. Vaya papelón el de Stephen Lang como “Stonewall” Jackson, un papel difícil ante un hombre tan singular, tan genio militar, dotado de cierta aura caballeresca. Pero bueno, no sólo de cine vive el hombre. Así las cosas, vayamos al meollo de la cuestión:
-Afortunadamente, a día de hoy prácticamente ningún historiador serio admite que la esclavitud fuera el leitmotiv de la guerra. De hecho, los políticos del Sur ya habían tratado la cuestión. La esclavitud fue una gran excusa en un contexto de Revolución Industrial, que representaba el Norte, sin olvidar que Rhode Island constituía una jugosa factoría esclavista de la cual se aprovecharon en su tiempo no pocos nordistas.
Curiosamente, la rebelión confederada partió de Virginia, la cuna de George Washington, aquel que fue amigo del capitán Cagigal en su día y que fue también muy ducho en el comercio de esclavos.
El Norte Estadounidense, como la Gran Bretaña, quiso abolir la esclavitud no por ideales de justicia, sino porque no era rentable. En el nuevo modo de producción con vistas a la universalización, un esclavo no tiene un “sueldo”, con lo cual no puede ser consumidor. Era mejor convertir al negro en proletario. Sin embargo, la Gran Bretaña, entonces en conflicto permanente con los angloamericanos (Hacia el dominio de la América Central-Caribeña) apoyó a los confederados no por hondas convicciones, sino porque prefería una nación dividida. Y hoy tan amigos con la “Gran Unión”. Si es que como decía mi abuelo, la política es el arte de engañar a la gente….Y eso por no recordar que el partido de Abraham Lincoln era el Republicano, mientras que los sudistas eran los Demócratas.
Asimismo, es curioso cómo en este contexto de esclavitud nadie menciona la de los irlandeses, una esclavitud tan infamante como silenciosa. Una esclavitud que salía mucho más barata que la de los africanos, arrancados brutalmente de sus hogares a través de sus propios compatriotas y de mercaderes tuaregs y árabes, no lo olvidemos, antes de llegar a manos europeas. No justificamos esta brutalidad (Advertido queda para mentes simplonas), simplemente tratamos de situarla en el más realista contexto.
-No situamos esta poliédrica guerra (Como todas, al fin y al cabo, y muchas veces es más poliédrica la paz) en un cuento de buenos y malos. Fueron dos visiones de un mundo anglo-protestante que colisionaron por intereses político-económicos diversos.
El mundo sudista era más “señorial” y ruralista como quien dice. El mundo nordista más industrial-urbanista. Abraham Lincoln era virulentamente anticatólico, mucho más de lo que lo podía ser Jefferson Davis; no obstante, buenísima parte de la oficialidad confederada procedía de los invasores de México, aquellos que arrebataron a esta gran nación hispanoamericana más de dos millones de kilómetros de cuadrados (Ahora están mamando de su propia medicina). Muchos de estos militares se habían enfrentado al Batallón de San Patricio, aquellos tigres celtas comandados por John Riley que se fueron huyendo de los Estados Unidos cansaditos de vejaciones (por el hecho de ser católicos).
Asimismo, no se puede juzgar al Sur como “más racista” en este contexto. En el ejército confederado combatieron negros voluntarios, amén de judíos, irlandeses y no pocas “naciones” indias. La situación de los afroamericanos no mejoró después de la Guerra. Y las políticas segregacionistas continuaron hasta bien pasada la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que se apoyaba el “apartheid” en Sudáfrica.
No nos creamos, por otra parte, que el segregacionismo evita el mestizaje. En las colonias anglosajonas se ha dado el mestizaje tanto como en los virreinatos hispanos. El quid de la cuestión es que ellos no lo reconocen y/o no se adaptan; así, Obama, que no es negro sino mulato o pardo, pues nada, negro. ¿Una forma de no querer aceptar la realidad? Puede ser. Al menos es un detalle de mental importancia. Asimismo, podremos ver a muchos amerindios de la zona de Nueva York con cabellos y ojos claros. Por más que se niegue este hecho que es tan natural como la vida misma, allí se ha dado y a base de bien por más segregacionismo que se haya practicado.
Sí es cierto, eso sí, que los sudistas se llevaron mejor con los aborígenes norteamericanos. Finalizada la Guerra y consolidada la Unión, se va a llevar a cabo la “solución final” contra estos pueblos.
Cierto es que fue un general de la caballería confederada y masón para más señas, Nathan Bedford Forrest, uno de los fundadores del Ku Klux Klan, pero ojo con identificar esto con el ejército confederado: El Ku Klux Klan es posterior y nada tiene que ver con una causa tan “amplia” en la que combatieron distintas razas. Por cierto que dicha organización fue fundada por notorios miembros de la masonería, y no tenemos noticias de una expulsión formal por parte de la secta…
No menos amplia fue la base de los partidarios de la Unión, por más que entre éstos se encontraran partidarios de mandar a los negros a África. Al tiempo surgiría el proyecto de Liberia, país que fue amonestado en el año de 1981 (El año que yo nací) por la ONU por practicar la esclavitud, y ahora vemos que modelos como la bellísima Naomi Campbell, que va de “comprometida” por la vida, aceptaba joyas y fiestas del terrible Charles Taylor. ¡Paradojas terribles de la vida, que tan bien saben plasmar los anglosajones en una literatura fascinante!
Un hecho que resulta curioso es la simpatía que adoptó hacia la causa confederada el Imperio de Brasil, con quien creemos compartían buena parte de “ideales”. De hecho a día de hoy en el sur de la nación luso-americana perviven descendientes de sudistas que realizan fiestas conmemorativas. También fue curiosa –e importante- la participación cajun en el conflicto.
¿Simpatías? Muchas veces la Historia nos ofrece pocas simpatías, y más con la mentalidad cerril/sectaria/partidista que por desgracia hemos ido adquiriendo los españoles como esbirros del modelo totalitario progre. En todo caso estamos en un conflicto que nos resulta bastante ajeno a nuestra cultura y que encontramos de todo en entrambos bandos (¡Pasa en tantas ocasiones esto!). Por ejemplo irlandeses hubo en ambos bandos, más quizá en el Norte. ¿Españoles? Esperemos al estudio de Carlos Canales Torres; pues a bote pronto, poca documentación hay aliñada con un peligro grande de falsificación. Como curiosidad, valga decir que en el ejército confederado estuvo F. Henningsen, británico de ascendencia escandinava que combatió en el ejército carlista codo con codo con Tomás de Zumalacárregui. Pero lo dicho, creo que habrá que esperar a leer a Carlos Canales Torres sobre el particular. Hubo mucha diversidad mental y espiritual de combatientes en ambos bandos como en tantos conflictos de todo el siglo XIX. Fue una guerra muy “romántica” y muy internacionalizada dentro y fuera de los campos de batalla. Y de hecho lo sigue siendo, como creemos que lo seguirá en el futuro.
Eso sí, con todas las dificultades, hemos de desterrar los tópicos y ese vago presentismo que tanto daño hace a un estudio serio de la Historia, y que nos entorpece para valorar el presente y mirar hacia el futuro. Al menos, encontramos que en las sociedades anglosajonas, con todos sus defectos, existe una iniciativa ágil y práctica, un encomiable amor propio y una mentalidad muy responsable que poco a poco se va viendo en los distintos estudios, y es esta crítica/”autocrítica” lo que está destapando muchas luces y sombras por buenos historiadores aun en un conflicto tan difícil y manoseado como decimos. Que hayan caído en muchas hipocresías (Probablemente, no menos que nos) no quiere decir que no tengan grandes méritos. Porque Europa es el continente más enfermo de la tierra en cuanto a “corrección política” se refiere, y los Estados Unidos, una sociedad mucho más libre que la nuestra en muchos aspectos, no están tan radicalmente infectados por esta peste.
Aunque no estoy de acuerdo en que Estados Unidos sea una sociedad tan libre, me ha parecido excelente y muy gratificante la lectura