Cuando España está tan mal, yo quiero ser optimista. Porque a veces, el hecho de estar mal supone el principio de la reacción. Es como cuando atacan a la Iglesia con fuerza: algunos católicos, en una sana reacción, se reafirman, se defienden, se liberan de complejos… Lo hemos visto con el zapaterismo masónico. Quizá el hombre necesite ciertos estímulos perversos para buscar el bien. Es como si, viendo las consecuencias del mal, o hallarse cerca del infierno, algunos se dijeran: “por aquí no, demos la vuelta”. Por eso es famosa la sentencia: “cuanto peor, mejor”.

Ya hemos contado aquí que los pueblos oprimidos son como los muelles viejos, oxidados, que parece van a quebrarse y de pronto, muy aplastados, saltan en potente reacción. No necesitamos tal revolución, pero sí ir despertando… De hecho, si los casi 8 años de ZP supusieron que muchos se dieran cuenta hasta dónde era posible llegar con el sistema del 78 (Estatut, falsa memoria, división, aborto libre, divorcio express, ruina económica, corrupción general, despilfarro…) han bastado 10 días de Rajoy para que otros tantos comprendan que aquí hay gato encerrado, que aquí ha un pacto oculto, que aquí hay cosas que no nos cuentan. Porque son tres cosas que ya ha hecho el PP que son absolutamente indecentes, inesperadas en el que alardeaba de previsible, y, lo más grave, que han supuesto mentir a la gente. Por partes y en orden cronológico:

Afirmar que no hay corrupción generalizada

En respuesta a Rosa Díez en el debate de investidura, Rajoy se enfureció con la líder de UPyD por pedir la limpieza de un sistema con corrupción generalizada (en los partidos y en la Casa Real) y llegó a afirmar que “eso no era cierto”. No quiero imaginar lo que debe ser para Rajoy “corrupción generalizada”.

Calificar a Rubalcaba de ejemplar

En sus primeras declaraciones el nuevo Ministro del Interior calificó de “ejemplar” al que reventó una jornada de reflexión (13-M de 2004), al que espiaba empresarios (Endesa), al que ordenaba avisar a etarras de una posible detención (Faisán), quizá para avisarnos de que hay cosas en las que el nuevo Gobierno no va a tocar.

Subir impuestos

No solo era una promesa no subirlos, sino que contradice todo su proyecto y constituye un insulto cargar las rentas del trabajo del asalariado medio sin hacer los verdaderos recortes que este país precisa. Pero los políticos, sindicatos, falsos empresarios y asesores varios que viven del sistema no están dispuestos a renunciar a ninguno de sus chollos. Lo triste no es que un Gobierno demuestre que mintió cuando la campaña (eso ya es costumbre). Lo dramático es esa cantidad de afiliados a sueldo, de periodistas de secta que son capaces de justificar hasta la mentira de los suyos: los que, con tal de seguir cobrando, leen argumentarios que los partidos les envían y nos cuentas rollos que insultan a la inteligencia para decir: no hay más remedio, si dicen lo que hacen antes de las elecciones pueden perder, se juegan las andaluzas de marzo, que era un mensaje para los mercados, que si Cameron perdió la mayoría por avisar de su programa.

En fin, sectarismo partidista: la peor lacra de España. Es el sectarismo de grupo, el que impide la libertad, el que no quiere ciudadanos que piensen por sí mismos, el que mantiene entontecida a gran parte de la sociedad para que los que viven de nuestros impuestos lo sigan haciendo. El sectarismo es esa doctrina que solo ve los corruptos en el otro lado. El sectarismo es ese lavado de cerebro que justifica las mentiras de los tuyos. Y, o se abandona el sectarismo, o nada se puede hacer para cambiar las cosas porque el sectarismo de tantos es o que hace que las cosas sigan igual o empeoren.