De García Márquez
En el verano andaluz del 2011 (ansiando la arribada al Perú que felizmente se produjo el 9 de septiembre) no dejé de navegar por los procelosos mares de la literatura hispanoamericana. Y, como no podía ser de otra manera, me anclé en parte de la obra de Gabriel García Márquez.
Tengo tantos recuerdos desde la facultad…. En aquellos años leí “Crónica de una muerte anunciada” en la asignatura “Historia de la Cultura en la América Contemporánea”, que en la Universidad de Sevilla impartía el Dr. Luis Navarro García. Es una novela con un tono quizá más “apolítico”, centrado en el Caribe colombiano; y es curioso cómo en ambas obras (Bastante más en la segunda), salen a relucir los árabes cristianos emigrados a nuestra América, un tema fascinante e injustamente desconocido. En cambio, en “La mala hora” el flamante nobel se centra en el periodo de las terribles guerras civiles entre conservadores y liberales. “El coronel no tiene quien le escriba” reproduce los muchos daños colaterales de aquellos interminables conflictos, vertido en tonos de desgarrada angustia frente a las descripciones soberbias.
Empero, las dos lecturas que más han retumbado en la mente de un servidor han sido “Cien años de soledad” y “El amor en los tiempos del cólera”:
“Cien años de soledad” es una novela increíblemente creativa. Aun basando muchas cosas en sus años de la infancia, con la dureza de la industria bananera comandada por Norteamérica (United Fruit Company), García Márquez logra crear un mundo para el realismo mágico, un mundo completo con todo un recorrido de personajes trazados por varias generaciones, estrambóticas y difíciles situaciones, recorridos intensos, anécdotas humorísticas…. Y a veces, me parece detectar un estilo como de esperpento, recordándome a Valle-Inclán en eso del destino trágico y el gesto ridículo. Es todo un mundo de colorido, de un lenguaje riquísimo, de unas descripciones soberbias; unas continuas tramas que caminan en la naturalidad posible de un país azorado por los conflictos. “Cien años de soledad” tiene, asimismo, un final lapidario, quizá poco esperanzador, pero totalmente lógico con el desarrollo de la obra, sobrecogiendo al lector desde el fondo y la forma.
“El amor en los tiempos del cólera” es una historia retratada en la belleza y peculiaridad de Cartagena de Indias, con no pocos tonos familiares y hasta autobiográficos. Tres personajes principales protagonizan una novela que nos retrotrae a la longevidad de las vidas con el leitmotiv del amor y los estragos de la enfermedad del cólera rondando toda una vida en la hermosa ciudad ribereña del mar Caribe y el río Magdalena, cuyas murallas aún nos hablan de su fuerza virreinal. Con fuertes dosis de humor negro hasta en los diferentes contextos de la muerte, no obstante subyace un concepto muy interesante del amor idealista a través de años y años, el concepto de la fidelidad aun resquebrajado por las motivaciones físicas, entre obstáculos que hacen que dos vidas jóvenes se vean divergentes y distantes aun en el mismo espacio. Es una novela “sentimental” en el mejor sentido de la palabra, denunciando hipocresías, martilleando soledades, y dejando ese “idealismo” en el interior, ya que en la superficie todo es diferente y difícil…. Eso sí, pero ese “interior” nunca muere, dentro de las muchas vueltas que da la vida. Es curioso que García Márquez, en muchas de sus novelas emplee escasez de diálogos; mas no como demérito, sino al contrario, porque es tan clara su descriptiva y explicativa prosa que apenas necesita del diálogo como “complemento”. En estas dos novelas, pues, García Márquez nos presenta marcos muy claros, cruzando la fantasía y la realidad en las mismas líneas adobadas de una calidad impresionante. Ha sido un gran descubrimiento por mi parte.
Al poco de leer esta novela, por casualidades de la vida me topé con la película, película que ya he visto varias ocasiones y me da que la voy a ver muchas más, así como me da que será una continua fuente de inspiración….
Destacaría que en líneas generales, la película es muy fiel a la novela. Una novela extensa y enjundiosa y que hacerla película es muy difícil, que hay escenas que han de escaparse. Pero no crean que voy hacia una crítica pejiguera, todo lo contrario, me ha sorprendido y para bastante bien. Uno de los rasgos que más destacaría es el absoluto papelón de Javier Bardem, que interpreta tal y como yo imaginé desde primera hora, hasta físicamente, el personaje de Florentino Ariza. Sin desmerecer otros muy buenos papeles, como los de Benjamin Bratt, Unax Ugalde o Giovanna Mezzogiorno; pero el de Bardem es que me ha sobrecogido. Sucede algunas veces que este tipo de buenas películas te conecta más con la novela, porque parece que conecta tanto con el lector como con el espectador hasta en lo físico. Es un caso muy parecido a lo que me ocurrió cuando vi a Paco Rabal en el papel de Max Estrella, esto es, la película “Luces de bohemia”. Y aparte, he descubierto, aun en mis nulos conocimientos cinematográficos, lo buen actor que es Javier Bardem. Y bueno, qué decir de la banda sonora de Shakira, sobre todo esa canción de “La despedida”… Siempre zumba en mi mente y en mis oídos como un dulce clamor, acompañándome en esta aventura americana, entrando en el lote de la memoria de estas productivas lecturas.
Quizá el defecto que observo es que a Gabo le gusta demasiado regodearse en las miserias, y muchas veces exagerarlas y/o deformarlas, algo que sucede mucho en el mundo hispánico. Curiosamente, Mario Vargas Llosa también cae en este tipo de cosas, con escenas medio desagradables. A mí al menos me resulta algo desagradable la “escatología” o describir cómo un viejito se tira a una niña de catorce o quince años.
Asimismo, tampoco entiendo ciertas quejaderas de García Márquez y me explico: Por ejemplo, en su discurso del Nobel cita al gobernante ecuatoriano Gabriel García Moreno que estuvo dieciséis años en el poder y murió brutalmente asesinado, y sin embargo, apoya abiertamente a dictadores que están matando de hambre e injusticia a su pueblo como el comunismo hereditario de los Castro, con más de cincuenta años de tiranía en su haber, que se dice pronto. Me hace mucha gracia que este tipo de “pensamiento” siempre se excuse en supuestas “cargas históricas” ideologizadas según a su gusto cuando son ellos precisamente los que imponen la más insoportable carga del presente; empezando por esa deformación el pasado. A García Márquez le gusta mucho decir “colonia” para referirse al tiempo virreinal, que fue eso, virreinato y no colonia. Y así con tantas y tantas cosas….. Y es que por ejemplo en “Doce cuentos peregrinos” (Hace poco llegó a mis manos una edición de Editorial Oveja Negra), estamos ante un compendio de doce cuentos elaborados a lo largo de dieciocho años. Parece ser que los adjetivó como “peregrinos” por el mismo vaivén creativo y el “coste” definitorio a lo largo de años. El mismo autor vaciló bastante, pues durante todo el tiempo, lo mismo los retomaba que los tiraba a la basura. Por consecuencias del azar, un buen día los vuelve a encontrar y logra publicarlos en 1992. En toda esta “peregrinación” los mismos cuentos se transformaron en distintos géneros: Algunos resultaron ser notas periodísticas, películas llevadas al cine, e incluso una llegó a ser serie de televisión. Van a ser sus viajes a Europa (España, Francia, Italia, Suiza…) los que van a marcar esta obra, donde plasma los sentimientos e impresiones del hispanoamericano que viaja al Viejo Continente y se choca con las diferentes costumbres que no esperaba. Son historias que van de lo cotidiano a lo extraordinario, con una riqueza descriptiva, un suspense constantemente alimentado y una creatividad encomiables, con una identidad muy marcada. Y volvemos a lo mismo: Lo que también percibo en este conjunto es una burla de todo aquello que suene a “sentimiento religioso”, que parece convertir automáticamente en superstición, y sobre todo si se trata de una relación directa con el catolicismo….
Definitivamente, García Márquez como escritor me apasiona, pero como “pensador” me carga y me decepciona.
Mas con todo y con eso, reconozco que Gabo siempre será una emotiva fuente de inspiración. Y es lo que decimos acerca del caribeño colombiano: Que nos podrán gustar más o menos cosas, pero ni podemos ni debemos actuar como si muchas realidades no existieran, que es lo que hacen otros que de oposición no tienen nada.