La Policía Municipal de Bilbao puso fin la pasada semana al infierno que una familia ha vivido durante casi una década. Una espiral de violencia que se repetía una y otra vez entre las paredes de una modesta vivienda del Casco Viejo. Una patrulla de agentes detuvo el pasado viernes a un hombre de 36 años acusado de maltratar presuntamente a toda su familia. La mujer soportó palizas hasta cuando estaba embarazada y los cuatro hijos, con edades comprendidas entre los 3 y los 7 años, recibían golpes, mordiscos y hasta botellazos en la cabeza.

Según informó ayer el Ayuntamiento de la villa, la Policía Municipal procedió al arresto del supuesto agresor en un inmueble de la calle Iturribide tras recibir una denuncia de su cónyuge. La mujer tiene 26 años y lleva ocho casada con el detenido. Al parecer, ella misma reveló a los agentes que «desde el primer día» había recibido maltrato físico y psicológico. La lista de golpes y vejaciones no tenía fin. Se repitieron en «multitud» de ocasiones.

La situación se volvió insostenible para la mujer en 2006, cuando presentó una primera denuncia en las dependencias de la guardia urbana. La víctima tardó «una semana» en formalizarla, ya que su marido la mantuvo encerrada en casa en cuanto conoció sus intenciones. Según el relato de la afectada, en ese periodo el supuesto agresor la intimidó con un cuchillo de grandes proporciones, la golpeó con un destornillador y con una cadena. Esta última acción quedó marcada en su cuerpo con una cicatriz que la Policía Municipal ha reflejado en el informe de la detención. Tras todos estos incidentes, la demanda fue presentada. Pero no llegó a tramitarse. La mujer optó por retirarla tras recibir amenazas de muerte por parte de su pareja.

En brazos y piernas

Las agresiones no pararon cuando la familia cambió de residencia. En 2009 dejaron Bilbao para afincarse en el país del agresor. La experiencia duró cerca de dos años y, en ese periodo, la mujer padeció, entre otros ataques, una agresión sexual. En otra ocasión, su marido también le clavó una aguja en un muslo.

Durante los últimos ocho años, la violencia paterna también se ha cebado con los hijos de la pareja. Antes de detener al supuesto agresor, los agentes de la Policía Municipal comprobaron que los menores presentaban diferentes marcas en el cuerpo. A saber: uno de los niños presentaba una herida suturada en la cabeza ocasionada presuntamente con una botella de cristal; otro, arañazos y mordiscos en las muñecas; y el tercero, rasguños en el cuello. La menor de los cuatro mostró a la patrulla mordiscos y moretones que tenía en las piernas. Al ser preguntados por las causas de las heridas, todos los niños acusaron al padre.

A la espera de que un informe forense confirme la versión de los críos, el arrestado ha sido denunciado por un presunto delito de violencia de género y podría enfrentarse a otro por maltrato de menores.