El Punyab es una región geográfica compartida por los estados de India y Pakistán. El nombre Punyab proviene del persa y significa ‘país de los cinco ríos’. Todos ellos afluentes del río Indo, en cuyo valle, cuna de la Humanidad, se desarrollaron las legendarias civilizaciones de las ciudades-estado de Mohenjo Daro y Harappa. Además, de esta región procede el pueblo gitano. Pero el Punyab es también noticia porque un tribunal de la región paquistaní, ha condenado a Asia Bibi, una campesina cristiana, por un delito de blasfemia. Sí, en pleno siglo XXI, en los países musulmanes se sigue condenando a muerte a las personas por blasfemar, o lo que es lo mismo: por pertenecer a una fe distinta de la mahometana.

Así, una vez más, mientras activistas por los derechos humanos en medio mundo denuncian que la legislación islámica alienta a los extremistas en los países musulmanes, la izquierda calla y mira hacia otro lado, una vez más. Y mientras los musulmanes se muestran cada día más hostiles hacia las minorías religiosas, especialmente la cristiana, en España, con la no menos cobarde y melindrosa colaboración del PP, que dice una cosa en Barcelona, y otra distinta en Melilla a propósito del islam, metemos a esta chusma fanatizada en nuestra sociedad, al tiempo que retiramos los crucifijos de las escuelas, institucionalizamos la bárbara ‘fiesta del cordero’ y nos planteamos suprimir la Navidad para no ofender a estos sádicos descerebrados.

Posiblemente sea la falta de bemoles, en una sociedad asexuada y hermafrodita, lo que impida a muchos proclamar que el islam es una religión propia de bárbaros que sólo fomenta el odio, que se sirve del miedo, la coacción y el asesinato para imponerse a propios y extraños, y que habría que prohibirlo en todos los países civilizados.

Los hechos por los que se ha condenado a Asia Bibi ocurrieron en junio de 2009 cuando Asia, una campesina de 45 años, fue mandada a buscar agua mientras trabajaba en una explotación agrícola. El resto de mujeres, seguidoras todas del islam, se opusieron a que ella fuera porque al no ser musulmana contaminaría el recipiente y lo tornaría impuro. Por ello, le exigieron que abandonara el cristianismo y que se hiciera musulmana, a lo que ella se opuso. Éste es, resumido, el ‘crimen’ de esta mujer.

Sólo puodemos proclamar nuestra admiración por esta valiente mujer, y declarar el profundo asco que nos produce el islam y quienes amparan a estos fanáticos en aras de nauseabundas ‘alianzas de civilizaciones’. Esperamos de todo corazón que intervenga el Gobierno paquistaní para detener este repugnante crimen. Y si no es así, que la sangre de esta inocente caiga sobre las cabezas de sus asesinos, y de quienes les jalean melifluamente en nombre de lo ‘políticamente correcto’ y otras majaderías.