Las mujeres no están por la labor
Una revista femenina dominical publicaba este domingo una tertulia de 4 mujeres con cargos directivos en diversos departamentos en sus respectivas empresas. La pregunta general era si la imposición de “cuotas” para aumentar la presencia de las mujeres en los consejos de administración u órganos de gobierno de las empresas constituía un paso hacia la paridad o no.
La respuesta común fue que no. “Las cuotas pueden acabar volviéndose en contra nuestra”, dijo una; “debe hacerse por convicción, no por obligación” decía otra; “no es a mejor medida, pero va a acelerar el proceso”, matizaba la que se desmarcaba más de la opinión general; “somos nosotras las que tenemos que querer llegar arriba” afirmó la más razonable, que también dijo “debemos llegar por mérito o, al menos, en igual medida que los hombres”. Las mujeres sinceras no están por la labor de que se les otorguen privilegios por cuotas. Quieren ganárselo por ellas mismas y eso está muy bien. Basta ya del paternalismo feminista sobreprotector del cual quieren desprenderse y que, al contrario, no las ayuda a superarse.
¿Pero porque no llegan las mujeres a “lo más alto”? Helen Cronin, filósofa de la ciencia y experta en darwinismo de la London School of Economics de Londres, ha estudiado las causas de la desigual presencia de hombres y mujeres en diferentes ámbitos académicos y empresariales. Ella explica, en una entrevista que le hizo Eduardo Punset en su programa “Redes”, que la clave reside en la diferencia entre los cerebros masculino y femenino, en su diferenciación sexual.
Ella califica 4 grandes grupos de diferencias: Las aptitudes, el gusto, el temperamento y lo que ella misma define como “las colas” o los extremos. Las diferencias principales en cuanto a las aptitudes o talentos son, por ejemplo, que los hombres son muy buenos en todo lo relativo a la rotación espacial tridimensional, la mecánica y la ingeniería intuitivas. Las mujeres en cambio son mucho mejores en lenguas. La gran diferencia en cuanto a los gustos se basa fundamentalmente en que a los hombres les gustan las cosas y a las mujeres las personas. En cuanto a la diferencia de temperamentos los hombres son conscientes de su posición social, asumen riesgos, les gusta presumir, son perseverantes, oportunistas y muy competitivos entre sí. Las mujeres destacan mucho menos en todas estas cosas y prefieren mantenerse en un segundo plano, sin alardear ni asumir riesgos en exceso.
Pero la diferencia menos visible, aunque también muy importante, se refiere a “la cola”. Si se observa la distribución de estas características masculinas y femeninas en una curva, los hombres suelen estar en los extremos, o sea, en los polos opuestos, “en las colas”, mientras que las mujeres suelen estar en la parte media, en el centro, alejadas de las colas. Así los hombres asumirían con más naturalidad las actitudes extremas y riesgosas y las mujeres optarían por las más seguras menos arriesgadas.
Si pensamos en las diferencias para cualquier característica que nos interese, si pensamos en las diferencias entre lo máximo y lo mínimo, lo mejor y lo peor, para las mujeres viene a ser lo mismo, no hay grandes diferencias. En cambio, para los hombres las diferencias pueden ser enormes. Hay muchos hombres que se sitúan en lo peor para algunas características, y muchos en lo mejor para otras. Dicho de otro modo entre los hombres hay más necios pero también más Premios Nobel y esto nos da una visión de lo distintos que son los hombres y las mujeres. De modo que es muy importante darse cuenta de que la diferencia entre hombres y mujeres no es muy grande, las medias están muy cerca, las curvas también son muy parecidas (y esto vale tanto para la política, como para el mercado laboral o la educación) ¿Entonces, por qué son siempre hombres los que dirigen el mundo, los que están en los puestos más altos de las empresas, los que son directores generales, presidentes y son los dueños de todo y las mujeres todavía no están ahí? Lo mismo se da para lo bueno que para lo malo así que también cabría preguntarse porque las mujeres no alcanzan a los hombres en crímenes y delitos como robos, agresión, extorsión, tráfico de drogas, corrupción y asesinato.
Lo más interesante es que generalmente de esto no se habla cuando se critica que las mujeres no estén en los puestos más altos. Cuando las supuestas feministas se quejan de que los hombres están en los puestos más altos, y dicen que si los hombres están ahí es porque hay machismo, nunca explican por qué también son los hombres los que están en la parte más baja del escalafón. Si lo entendemos como parte de la “distribución de las colas”, entonces entenderemos que no tiene nada que ver con el machismo sino que tiene que ver con esta gran diferencia entre hombres y mujeres, y cómo se distribuyen estadísticamente en todas esas áreas en las que hombres y mujeres son distintos.
En resumen la característica del hombre es situarse en los extremos (hay más hombres dirigentes pero también hay más en la cárcel) y esto se debe a su mayor agresividad y capacidad de asumir riesgos, mientras que la mujer (con una actitud más prudente y conservadora) suele sentirse más cómoda en la situación intermedia, o sea, en donde tiene que afrontar menos responsabilidad y riesgo.
Eduard Punset terminaba la entrevista a Helen Cronin afirmando que hace 800 millones de años, la evolución se dividió en dos caminos. Las células que llamamos reproductoras, lo que marca el sexo de hombres y mujeres, los óvulos y los espermatozoides marcaron el futuro de la evolución. Es la diferenciación sexual, los unos fueron por aquí y las otras por allí, para encontrarse finalmente formando una especie de individuos diferenciados por sexos y funciones, ampliadas y complementarias. Gracias a Darwin se explicaba por primera vez lo que es la selección sexual, las diferencias que la evolución ha ido imponiendo en cada sexo. También afirmó con rotundidad que es un diseño inteligente natural.
De esta forma, y volviendo al principio de la cuestión, proponer que las mujeres ocupen cargos por cuotas resultará un fracaso. Si no tenemos en cuenta las diferencias naturales entre hombres y mujeres, sus diferentes capacidades y aptitudes y su distinta manera de asumir sus responsabilidades difícilmente podremos ser justos a la hora de evaluar sus mejores posibilidades en cualquier campo; y todo ello sin menospreciar las cualidades de aquellos hombres y mujeres que, por mérito propio y sin discriminación por razón de sexo, quieran optar por un merecido mejor puesto laboral.