Un indonesio de religión musulmana pisotea a un niño de padres cristianos.

La noticia ha saltado en las redes sociales de Holanda. Unos profesores llevaron a unos niños holandeses de 10 años a una mezquita de Amsterdam, dentro de un programa de salidas multiculturales “para enseñarles el respeto y la comprensión hacia todas las culturas” (sic). El director de la mezquita “El Mouchidine” dijo a los niños que los no musulmanes son considerados como perros por el islam.

La cretinidad de los directivos de la escuela se puso de manifiesto pocas horas después. En una carta dirigida a los padres, la escuela expresó su pesar por el incidente. En su insólita respuesta a los padres se señala: “Estamos sorprendidos de que durante la visita guiada, el director de la mezquita haya dicho a los niños y sus acompañantes que los no musulmanes son perros. Consideramos que esta declaración fue un inapropiado incidente, ya que ofrecemos a los niños la participación en estas salidas para que desarrollen su respeto por la libertad religiosa”.

¿Qué esperaban estos pánfilos de una ideología que lapida adúlteros, que considera que el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre, que trata a las mujeres como a objetos y que permite la pederastia y los matrimonios con niñas? ¿Qué esperaban de esta ideología que decapita “brujas” (la última fue hace unos días en Arabia), que castiga con la muerte a los apóstatas, que considera ciudadanos de segunda clase a los no musulmanes? Si en Europa hubiera un nutrido grupo de caníbales (cultura que persiste aún hoy en algunas partes del mundo), ¿qué compresión y qué respeto podrían enseñar hacia ella? ¿Lecciones de “cocina alternativa”, tal vez?

Al mismo tiempo, la escuela escribió a la mezquita para quejarse de la conducta de su director. Sin embargo, ninguna de las dos partes harán declaraciones sobre el tema, que se considera zanjado por parte del centro educativo. “Vamos a resolver este problema por nosotros mismos y no tengo intención de discutir este asunto con los medios de comunicación”, dijo Mariet Ten Berge, portavoz de la escuela, al periódico De Telegraaf. “Ya habíamos ido a la mezquita otras veces y todo fue bien”.

Los indignados padres han escrito al periódico De Telegraaf y dicen que están conmocionados por la reacción de la escuela. “La escuela quiere reducir el problema al mínimo. Este es precisamente el problema”, dijo una madre. Habría que preguntar a esa madre qué es lo que esperaba viviendo en una sociedad en la que la menor crítica a la ideología islámica se considera racismo, incitación al odio e islamofobia. ¿Acaso cree que la escuela va a querer verse metida en problemas por unos hechos que, de haber sido protagonizados por un sacerdote católico, habrían dado la vuelta al mundo?