Usurpación y corrupción
Por enésima vez nos viene una escandalera por parte de esa familia que se hace llamar real cuando no lo es más que en la prensa rosa-amarilla, quien tanta vidilla le ha regalado. Urdangarín, esa estrella del balonmano y del braguetazo, ha sido acusado de desviar fondos para acrecentar su patrimonio a costa del extorsionado, robado, engañado y maltratado pueblo español.
Sabemos que el tal Iñaki es hijo de un gerifalte del PNV, ese partido que más allá de ser racista, clerical y burgués, está obsesionado no ya con la anglofilia (Eso sería un piropo), sino con el servilismo hacia el imperialismo anglosajón desde las primeras taras de Sabino Arana. Esto casa perfectamente con los Alfonsos a los que llamaron XII y XIII, servidores del mismo interés extranjero para perjuicio directo de nuestra economía, independencia y dignidad. No olvidemos asimismo que al que llamaron el XIII fue el primer productor pornográfico de España. Cristina no deja de parecerse a María Cristina, aquella arpía golpista amiga de las logias y los guardias de corps, que con su Muñoz de turno tan buen beneficio sacó del execrable comercio de esclavos mientras gracias a sus gestiones la patria se desangraba y empobrecía. A Cristina no le hacen falta golpes, mas a su padre sí. Y con eso de falsificar documentos alegremente, para qué vamos a hablar.
Como decimos, es la enésima ignominia, la enésima muestra que usurpación es corrupción. Ni Carlos V de España ni Miguel I de Portugal endeudaron a las patrias ibéricas. Eran reyes por derecho, de origen y ejercicio, y fueron despojados de su legítima soberanía por una minoría conspiradora que se apoyó en fuertes contingentes extranjeros –ya militares ya económicos- para imponer su flagrante tiranía. Hasta hoy arrastramos las secuelas de esta locura que se sigue regodeando en su propia degeneración. La antimonarquía liberal siempre ha sido una fábrica de republicanismo; no obstante, tal y como está el patio, pareciera que siempre se puede ir a peor.
No decimos que en la Dinastía Legítima todo fuera perfecto, mas sí es un hecho objetivo que no puede haber acusaciones de traición ni de componendas con los enemigos de la patria, justo lo contrario de lo que ha practicado siempre la usurpación, en radical complicidad con la corrupción.
Ante tanto criminoso desafuero, recordamos la carta que en 1869 Carlos VII de España envió a su hermano Alfonso-El futuro Alfonso Carlos I-, esto es, el primer documento con el que se presentó a los españoles. Recordando al genial brasileño Arlindo Veiga Dos Santos, hemos una vez más la novedad de la tradición, la misma que debe guiarnos en el combate por el futuro:
“Hay en la actualidad, mi querido Alfonso, en nuestra a España una cuestión temerosísima: la cuestión de Hacienda. Espanta considerar el déficit de la española; no bastan a cubrirlo las fuerzas productoras del país; la bancarrota es inminente… Yo no sé, hermano mío, si puede salvarse España de esa catástrofe; pero, si es posible, sólo su rey legítimo la puede salvar. Una inquebrantable voluntad obra maravillas. Si el país está pobre, vivan pobremente hasta los ministros, hasta el mismo rey, que debe acordarse de don Enrique el Doliente. Si el rey es el primero en dar el gran ejemplo, todo será llano; suprimir ministerios, y reducir provincias, y disminuir empleos, y moralizar la administración, al propio tiempo que se fomente la agricultura, proteja la industria y aliente al comercio.
Salvar la Hacienda y el crédito de España es empresa titánica, a que todos deben contribuir, gobiernos y pueblos. Menester es que, mientras se hagan milagros de economía, seamos todos muy españoles, estimando en mucho las cosas del país, apeteciendo sólo las útiles del extranjero… En una nación hoy poderosísima, languideció en tiempos pasados la industria, su principal fuente de riqueza, y estaba la Hacienda mal parada y el reino pobre. Del Alcázar Real salió y derramóse por los pueblos una moda: la de vestir sólo las telas del país. Con esto la industria, reanimada, dio origen dichoso a la salvación de la Hacienda y a la prosperidad del reino”.