Historia de una PYME
Érase una vez una PYME sevillana dedicada al noble arte de la rotulación que tenía 5 empleados. Esta PYME tiene una contrata con una empresa pública dependiente de la Junta de Andalucía, de esas que con tanto acierto ha denunciado Pedro de Tena en “La tela de araña andaluza”, que le supone, digamos, aproximadamente el 60% de su facturación anual. El propietario de esta empresa es andaluz, atiende al nombre de Manuel, tiene entre 50-60 años, es de clase social media-alta y posee estudios universitarios. Digamos que mora en un barrio sevillano llamado Los Remedios, veranea en el Puerto de Santa María, se asoma, no tanto como le gustaría, a la Maestranza y al palco VIP de Sevilla\Betis, y, de vez en cuando, hace un viaje a tierras lejanas del que presume con sus amistades.
A los niños los metió en un colegio de pago, tipo Portacoeli o los Padres Blancos. Paga las cuotas de su Hermandad religiosamente, nunca mejor dicho, y no falla con las ídem de su caseta de Feria. El Rocío le pilla más lejos, aunque alguna vez ha sido invitado por algún amigo “campero”. De pensamiento más bien conservador, no es muy religioso, aunque se acerca a misa alguna vez, sobre todo antes de Semana Santa. En su casa se compra el ABC de toda la vida.
En el escalafón de la empresa ocupa el segundo puesto el gerente del negocio cuando el jefe no está y el encargado de llevar la cuestión jurídica-contable. Su nombre es Borjita, así en diminutivo, aunque el muchacho ya tiene pelo en el bigote desde hace tiempo, y comparte su primer apellido, compuesto para más señas, con el propietario del negocio. Terminó su carrera en la Universidad Hispalense hace ya unos años, gasta zapatos Martinelli© desde que tiene uso de razón, conduce un todoterreno de marca japonesa que papá le regaló cuando acabó la carrera y se embolsa, sumando el “A” y el “B”, una cantidad aproximada de 2.000 € al mes.
De política dice que no entiende mucho. Cuando se reúne con sus amigos, algunos de los cuales también tienen apellidos compuestos, se pueden oír comentarios que podríamos encuadrar entre lo que llamamos derecha sociológica.
Sabe que papá cerró hace mucho tiempo la contrata de la que hablé al principio con Fulanito, amigo de la familia, que tiene el carné del PSOE desde tiempos de Felipe, y con el que ha compartido momentos entrañables en el chalé del Puerto y en el pisito de los Remedios desde que tiene uso de razón.
Por seguir en orden familiar, abandonando el criterio de jerarquía con el que empecé, está Pepe, sobrino del propietario y primo de Borjita. Al niño los libros nunca le gustaron. Fue compañero mío en el San Francisco de Paula… ups… estudió en un conocido colegio privado sevillano del centro de Sevilla, hasta que su indisciplina y pobres resultados académicos le condujeron inevitablemente hasta Umbrete, de cuyas aulas salió, hecho ya un hombretón, sin tener el COU terminado. Hace ya un par de años Manuel lo metió a trabajar en la empresa por insistencia de su hermana, para que el niño se enderezara, ya que no podía entrar como pasante en el despacho de su cuñado, por no tener ni siquiera empezada la carrera de derecho. Está dado de alta, por menos horas de las que echa, como mensajero. Los gastos de la motito se los paga la empresa y se lleva limpio al mes unos 900 euritos. Su sueldo lo emplea fundamentalmente en pagarse el alquiler de su piso, que comparte con dos colegas, y en la adquisición para
consumo propio de drogas blandas y alcohol.
De Fulanito tiene cierto conocimiento porque alguna vez lo ha visto despachando con su tito en la nave donde tiene su sede la empresa. Sin ser un experto en macroeconomía, palabro que sin duda Pepe desconoce, intuye que la viabilidad de la empresa depende en gran medida de esta persona.
Por fin llegamos al sector productivo, lo que algún economista de los que proliferan en las tertulias radiofónicas y televisivas llamaría el capital humano de la empresa. Sus nombres son Miguel y Fran. Son dos treintañeros. No comparten apellidos ilustres con el dueño de la empresa y llevan currando en el business desde hace tiempo. Uno de ellos es diseñador y hace todos los modelos de los rótulos, carteles, etc. en su ordenata. El otro, es el montador. Ambos proviene de familias de clase media y ganan, contando los sobrecitos en negro que cobran antes de verano y navidades, y haciendo el prorrateo, nunca más de 1.200 € netos al mes.
Miguel es ingeniero. Sacó la carrera a curso por año y se defiende en inglés, fruto de sus veranos trabajando en la Pérfida Albión mientras estudiaba la carrera. Suele ir al curro con camisita y zapatos, de Zara© y Springfield© fundamentalmente, aunque, a veces, su pareja le regala algo de Cortefiel© o Massimo Dutti©. Vive con su novia de toda la vida, que también es universitaria y mileurista, y con la que no se casa, pese a la presión familiar, ya que se considera agnóstico y contrario a la Iglesia Católica, a pesar de que fue a un colegio privado-concertado regido por una orden religiosa. Dentro de poco va a ser papá. La política no le interesa en absoluto, ya que, en general, tiene una visión bastante negativa de nuestra casta dirigente, aunque algún amigo le ha acusado de facha cuando ha dado su opinión sobre algún asunto de actualidad.
Fran estudió una carrera de humanidades, pero, al contrario que Miguel, ha tenido menos suerte y, salvo alguna beca que le concedieron al acabar la Uni, no ha vuelto a tener un trabajo de lo suyo. Vive todavía con sus padres, ambos profesores de secundaria, en un bonito chalé adosado en el Aljarafe sevillano y no tiene ninguna relación seria. A trabajar va con atuendo desenfadado: vaqueros rajados, zapatillas deportivas y camiseta o sudadera, según sea la estación del año. El dinero que gana no lo ahorra sino que lo invierte en pagar las letras del coche, en ropa de marca y en viajes low cost. Cuando estaba en la Facultad le despertó cierto gusanillo por la política y fue a alguna que otra reunión de las Juventudes Comunistas.
Ninguno de los dos tiene mucha antigüedad en la empresa y sus contratos, que se hicieron al año y pico de estar trabajando, llevan una rúbrica que la gente joven conocemos bien: temporal por obra y servicio determinado. En el caso de Miguel, está dado de alta como administrativo, a pesar de tener titulación universitaria, y tan sólo por 25 horas semanales, hazaña que ha conseguido hace poco debido a su próxima paternidad. Fran está dado de alta 20 horas semanales. Ni qué decir tiene que ambos echan 40 horas semanales y cuando hay mucho curro, incluso más. Temen al paro porque muchos de sus amigos, la mayoría universitarios, están desempleados, han tenido que ponerse a currar en el bar o restaurante de algún amiguete\conocido o directamente han tenido que emigrar a latitudes más gélidas.
Al Señor de la PSOE, no lo conocen personalmente, pero saben de su existencia y aunque no tienen acceso a la contabilidad, entienden que el ente público que dirige es el mejor cliente de su empresa.
Por último, esta Pepi. Es la secretaria de Manuel desde hace muchos años y ya fue secretaria del padre de este último, fundador de la empresa y que ahora está jubilado. Es la única indefinida de la empresa, porque Borjita está dado de alta como autónomo, ya que papi lo ha hecho hace poco accionista de la S.L. y un amigo abogado les ha explicado que es más económico tenerlo en ese régimen de la Seguridad Social.
Pepi, que cobra unos 800 euros netos por nómina, a lo que hay que sumar los sobrecitos que de vez en cuando Manuel le da, es cincuentona, piensa en su jubilación y proviene de una familia de extracción humilde. Dejó los estudios a los 14 años y por consejo de su madre se apuntó a una academia de mecanografía. A Fulanito lo conoce de toda la vida. Alguna vez incluso le ha hecho recados personales, como recogerle algún traje de la tintorería o comprarle algún regalo para sus hijos o mujer con ocasión de fiestas señaladas.
El cuento tiene final feliz porque el Señor de la PSOE se va a mantener en el cargo y ninguno de los protagonistas de esta historia va a engrosar las listas del paro, al menos por el momento.
La moraleja, niños y niñas, es bien sencilla: no hace falta ser sociólogo o analista político, de los de traje y corbata, para darse cuenta de por qué el Partido Popular no puede gobernar por mayoría absoluta la Comunidad Autónoma en la que tiene su sede esta PYME.
Se podría cambiar de comunidad autónoma y partido y todo quedaría igual. De corrupción enquistada saben tanto en el PSOE como en el PP. Y quien no lo quiera ver, será porque algo le va en el negocio con alguno de los dos (o con ambos, que también los hay que juegan a las dos barajas).
Faltan datos en la exposición. Si se pusieran todos los datos se vería que esa Pyme solo puede subsistir si se inflan los precios o se cobra por trabajos no realizados, porque hay que darse cuenta de que todos los que trabajan ahí cobran de los mismos y únicos ingresos. O sea que trabajan dos o tres y viven de eso seis o siete. Si no es en un entorno Psoecialista es imposible, es precisa la corrupción propia del PSOE.