Dos Mundos
No deseo buscar argumentos convincentes para defender una postura determinada cuando observo la existencia de una brecha abierta y sangrante que separa dos mundos distanciados. Uno, el de la población normal que se siente desatendida. Otro, el de la política que genera desconfianza y decepción.
Yo formo parte de los dos mundos y precisamente por ello, estoy convencida de que es equívoca la división entre sufridores y privilegiados, entre víctimas y verdugos. Soy una mujer normal con todo lo que eso significa, madre de dos hijos a los que adoro, que me han dado fuerza en todas las ocasiones y para los que deseo su felicidad. Me gusta el chocolate, la tortilla de patatas, la lectura y la historia. Recuerdo a mi madre cada día porque ha sido determinante en mi vida y me arrepiento de no haberle demostrado mejor cuánto la quería. Prefiero las películas que terminan bien, me encantan los días soleados y mis orquídeas.
Soy alcaldesa por vocación y creo haber trabajado con absoluta dedicación a la ciudad que me prestó sus ilusiones para el futuro. Estoy segura de su transformación y de que actualmente disfrutamos de oportunidades, antes inexistentes. Soy también diputada, por considerar que Andalucía debe dar mucho más de sí y por creer que yo, como mujer de mi tiempo, puedo aportar algo al logro de mejores objetivos.
Para mí, ambos mundos, el personal y el político, no sólo son compatibles sino complementarios, se necesitan y podrían maravillarnos si en ambos actuásemos con dignidad y honestidad. Exigimos tales comportamientos a una de las partes y en mi humilde opinión, ahí radica el error. Nadie es inocente. Todos somos responsables y culpables.
Para que un mundo funcione bien, el otro tiene que ser ejemplar y viceversa. Si como persona nos queremos beneficiar sin cumplir, sin trabajar las horas estipuladas, sin reflejar los ingresos reales en la declaración de la renta, mintiendo en la solicitud de una beca, dándonos de baja sin padecer enfermedad o trampeando para alargar las vacaciones, deberíamos ser conscientes de que hacemos daño a los demás. Nos convertimos en impedimento para el progreso.
Si como políticos no nos interesan los problemas y el sufrimiento ajenos, no nos ponemos en su lugar, no somos austeros con el dinero público, utilizamos dos varas de medir para analizar situaciones similares, carecemos de sensibilidad social, nos regodeamos en privilegios elitistas y abusamos en nuestro provecho del poder concedido para resolver desequilibrios e injusticias, deberíamos ser conscientes de que hacemos daño a los demás e igualmente nos convertimos en impedimento para el progreso.
En todos los casos vemos que hay que afrontar la vida superando obstáculos, erradicando prejuicios absurdos, conquistando mayores cotas de libertad, defendiendo unos principios éticos como guía en todas nuestras decisiones, manteniendo la integridad y la coherencia aunque nos perjudiquen. No obstante, es más fácil echar balones fuera y criticar los fallos diarios de los gobernantes sin aceptar que la sociedad se desenvuelve con la misma frivolidad. Esta realidad es la que tenemos que modificar.
Hay muchos que lo han comprendido desde el principio y quiero romper una lanza a su favor. Por tantas personas honradas que diluidas en la sociedad luchan denodadamente por sobrevivir, que han visto truncadas todas sus posibilidades profesionales devorados por una crisis despiadada que les aniquila, que siguen sin decaer demostrando su entereza, que han perdido su hogar y su negocio, que deben a los bancos más de lo que jamás pudieron imaginar.
Por tantos políticos que viven para servir y nunca para servirse, que no duermen pensando en los problemas pendientes, que todo les parece poco en su horario laboral, que creen sinceramente en las posibilidades de un futuro mejor, que se dejan la vida en una permanente renuncia personal.
La bondad en un lado o en el otro, debe ser nuestro referente. No caigamos en escepticismos entendibles que nos chupan energías renovadoras. No nos contagiemos de aquellos que corrompen lo que tocan. Vivamos con nuestros escrúpulos intactos sin traspasar líneas peligrosas. No nos resignemos a dos mundos irreconciliables.
Piensa el sentimiento,siente el pensamiento;
que tus cantos tengan nidos en la tierra,
y que cuando en vuelo a los cielos suban
tras las nubes no se pierdan.
Credo Poético. Miguel de Unamuno.
*Alcaldesa de Fuengirola.