“Escrito para la Historia”: El abandono del Sáhara (Capítulo 14)
Blas Piñar (Del libro “Escrito para la Historia”).- El Sáhara que fue español -una provincia española más, desde el 10 de enero de 1958- tiene una extensión de 266.000 Kilómetros cuadrados, la mitad aproximadamente de la Península ibérica. Sus linderos son: Marruecos, por el Norte; Argelia, por el Sudeste; Mauritania, por el Sur, y el Océano Atlántico por el Este. El número de habitantes no pasaba de 30.000. Su idioma es un dialecto del árabe denominado hassania. Sáhara, etimológicamente, significa desierto, y efectivamente era un desierto transformado por la obra de España.
El Tratado de Cintra, suscrito con Portugal, reconoció las conquistas que en la costa del Sáhara habían hecho, como primeros ocupantes de lo que era res nullius, los españoles de Canarias, estableciendo, sin oposición, como dicen los historiadores, fuertes y factorías. La riqueza del banco pesquero del Atlántico, en aquella zona, es bien conocida.
El Tratado de Paz, de 12 de mayo de 1860, firmado en Tetuán a petición de los saharauis, hizo posible que España, con plenitud de derechos, se adentrase en el país y comenzase con intensidad y generosidad su tarea civilizadora, respaldada jurídica y políticamente, el 12 de julio de 1885, por el Tratado de Adrar Temar, por el que el Sultán reconoció la soberanía de España sobre aquel territorio.
En un trabajo que se publicó en Fuerza Nueva (nº 473, de 30 de enero de 1976), Javier Martín Hernández, recogía las impresiones del Príncipe austriaco Otto de Habsburgo, sobre el Sáhara, en su libro Europa y Africa, vínculos permanentes. Eran, en cuanto aquí nos interesa, las siguientes: “La población autóctona del Sáhara, los saharauis, son claramente distintos de los beduinos ó de los árabes. Islamizados en la superficie, han aceptado una lengua árabe vulgar. No sienten ninguna solidaridad con los vecinos del norte”. Por su parte, el propio Javier Martín, trae a colación, para diferenciar e identificar a los saharauis, lo que el Sultán de Marruecos Muleq Mohamad, decía a Carlos III, en la carta que le envió el 22 de mayo de 1757, que: “no tienen subordinación y que por lo apartado que están de mis Reinos no tengo jurisdicción sobre ellos”.
La provincia del Sáhara, -llamada también asíen la Ley de 11 de abril de 1961, -tenía un Gobernador General, con jurisdicción, tanto en el distrito de Saquia el-Hamra, de 82.000 Kilómetros cuadrados, como en el de Río de Oro, más extenso., con 184.000. Arturo de Sienes Aijon, que también se ocupó del tema en nuestra revista, (Fuerza Nueva, nº 440, de 14 de Junio de 1975), refiriéndose a la obra de España escribía con respecto a El Aaiun, capital de la provincia, -cuya construcción se iniciaba en 1938, por el coronel Antonio del Oro-, que no se trataba, como alguien podía suponer, de un “fortín rodeado por cuatro dependencias oficiales y unas cuantas chabolas para los nativos, sino de una ciudad sobre la ladera izquierda del cauce de la gran Saquia el-Hamra, (con) trazado de moderna concepción urbanística, con sus calles en cuadrícula y con grandes construcciones, que se elevan por encima de los blancos edificios de una sola planta”. Arturo de Sienes extendía la transformación a toda la provincia, añadiendo: “la palabra Sáhara significa desierto, y, más gráficamente, “nada”, “carencia”. Todo cuanto existe en esta zona vasta de África tiene aire, aspecto, de recién hecho.
“Ciudades como Samra, ciudad santa, en el interior, se están haciendo todavía. Los símbolos del nuevo Sáhara bien podrían ser las altas grúas que sobresalen del panorama urbanístico, la maquinaria empleada en las grandes obras de ingeniería civil, los medios mecánicos de transporte, que están sustituyendo definitivamente al camello, que fue llamado desde siempre la nave del desierto”. En El Aaiún -continúa Sienes- “hay un moderno aeropuerto, que, pueden utilizar los reactores (y) un Parador Nacional de Turismo”.
Ya hicimos constar que la pesca es abundantísima en las costas del Sáhara. Sólo en 1970 los pesqueros españoles capturaron más de dos millones de kilos de pescado en aquellas aguas. A esta fuente de riqueza hay que añadir -lo que quizá haya sido el origen del abandono de aquellas tierras por España- el descubrimiento de los superfosfatos de Bu-Craa, a algo más de ochenta kilómetros de El Aaiún. El descubrimiento lo realizaron geólogos españoles, entre los que se encontraba Manuel Alía, catedrático universitario, y condiscípulo, siendo chicos, del que esto escribe, en el Colegio de las Ursulinas de Toledo, con el cual conversé muchos años más tarde sobre la calidad extraordinaria de los yacimientos. Bu-Craa podía proveer a la agricultura de Europa entera.
“Se construyó -a unos veinte kilómetros de El Aaiun- contaba Arturo Sienes. – para el aprovechamiento y salida al mar de los superfosfatos un embarcadero que puede considerarse como “una prodigiosa obra de ingeniería civil española, como no existe otra en el mundo. Parece como de ciencia-ficción: sobre centenares de pilotes, una auténtica carretera se mete mar adentro hasta algo más de tres kilómetros de la playa, donde la profundidad del mar es de 18 metros, lo cual permitirá el atraque de buques de hasta 100 toneladas. Allí, en pleno mar abierto, se ha construido una enorme plataforma, y sobre ella se han instalado, cinco máquinas de carga. En la plataforma existe un silo de proporciones gigantescas, que regulará la carga del material, precedentemente tratado en una fabrica cuya construcción, en las inmediaciones del silo, acaba de realizarse.
“El fosfato llega desde la mina de Bu-Craa a la fábrica sobre una cinta transportadora de unos 100 kilómetros de longitud. Huelga añadir que no existe en el mundo otra instalación semejante. La cinta transportadora pasa, desde Bu-Craa a la playa de El Aaiún, por diez estaciones de control, dotadas de un sistema de televisión en circuito cerrado, que permite controlar el recorrido del material. La cinta, convenientemente cubierta, circula sobre unos rodillos, sostenidos por unas estructuras metálicas a la altura precisa. Dicha cinta es de goma con un chasis interior de acero..
“Desde la fábrica hasta las máquinas cargadoras, el fosfato se transporta, igualmente por medio de cinta continua. Esta circula sobre el embarcadero, ocupando la mitad de la calzada, mientras que la otra mitad se reserva al tránsito de vehículos. El fosfato, una vez situado en la plataforma de carga, se distribuye a las diferentes máquinas cargadoras, que, siempre automáticamente, lo embarcan en las bodegas de los buques Hacia la mitad del embarcadero se ha construido un puerto auxiliar para el atraque de buques comerciales y de pasajeros. Este puerto comercial del El Aaiun es una de las tantas mejoras que se derivan de la extraordinaria riqueza. Las nuevas carreteras desde El Aaiún a Bu-Craa y a la zona del embarcadero constituyen otros ejemplos del progreso y de cómo el hombre consigue dominar el ambiente”.
La rentabilidad de los fosfatos -declaraba nuestro ministro de Industria, en mayo de 1968- representa un renglón importantísimo en la economía nacional, de cara al mercado mundial”. B. Peláez comentaba estas declaraciones así: “Las cifras que responden a las declaraciones del ministro no pueden ser más halagüeñas, ya que las reservas, que los técnicos aprecian en los mencionados yacimientos, dados estos datos en noviembre de 1967, ascienden a 1.715 millones de toneladas; y la producción a ritmo normal podría alcanzar entre diez y quince millones de toneladas” (Fuerza Nueva, nº 121, de 3 de mayo, de 1969.
Según estadísticas, que me facilitaron más tarde y que tuve a la mano, hay descubierta una masa de fosfatos tricálcicos con ley aproximada de 45 por 100, de cuatrocientos millones de toneladas; otra, con idéntica ley, situada sobre el nivel acuífero, de ciento sesenta y dos millones de toneladas y, por último, otra de mineral superior con leyes comprendidas entre el 65 y el 70 por 100, por encima del nivel últimamente citado, en cuantía de unas cincuenta y siete millones de toneladas.
Desde el punto de vista militar, no cabe duda que al dispositivo soviético de agresión al mundo libre le interesaba de un modo muy especial el dominio de la costa africana de occidente.
Al lado de estas enormes fuentes de riqueza que son los superfosfatos y la pesca, -se ha escrito- hay otros, en el Sáhara, de menor cuantía, “excluyendo lógicamente, la agricultura., por falta de agua. Se hicieron, no obstante, ensayos experimentales donde los pozos la afloraron con cierta abundancia, como en Argut y Villa Cisneros. Allí se recogieron las primeras cosechas. Otra cosa es la ganadería; y en especial los camellos, que para los “saharauis” -los hombres azules, llamados así por ser el azul su color preferido, y no por la pigmentación de su piel- siempre han sido esenciales; y no solo como cabalgadura. B. Pelaez nos decía, en el trabajo que cité y tengo a la vista que:”los modernos métodos veterinarios, aplicados a los camellos, han hecho que prosperen en cantidad y calidad. Hoy día, nuestra provincia sahariana dispone de unos 38.500 dromedarios; siguiéndose en cantidad el ganado cabrío, que se adapta perfectamente a aquel rudo clima, con 54.200 cabezas; de lanar, menos resistente al medio que el anterior, 9.300; vacuno (cebús), en vía experimental, unas 40; al pequeño asno, duro y aclimatado, llega hasta la cifra de 450; aves de corral, unas 1.300; y cerdos, lógicamente para el consumo únicamente de cristianos, unos 170.
Cuenta Sáhara con unos 5.000 Kilómetros de pistas. Estas, que irradian desde El Aaiún o desde Villa Cisneros, cubren casi las necesidades de enlace entre los distintos puestos diseminados por el interior”.
Desde el punto de vista sanitario, B. Pelaez, nos resume la obra de España realizada en tan poco tiempo: “Tres hospitales dotados de todos los medios modernos ( El Aaiún, Villa Cisneros y Güera). Dos ambulatorios (El Aaiún y Villa Cisneros) . Tres dispensarios enfermerías (Smara, Auserd y Dacra). Tres dispensarios (Cabeza Playa, Cabo Bojador y Mahbes). Ocho puestos sanitarios (Tisla, Hagunía, Tifariti, Argut, Bir Nezaran, Guelta Zemmur y Aguenit).
Para la asistencia de este complejo sanitario se dispone de veintidós médicos, veintidós Ayudantes Técnicos-Sanitarios; dos comadronas; setenta y dos auxiliares nativos; veintidós subalternos, y diecinueve enfermeras religiosas. A esta organización civil hay que añadir los servicios que puedan prestar los médicos militares en los casos que sean precisos.
En el Sáhara, corresponde a cada 1.090 habitantes un médico y una cama en el Hospital por cada 150. Estas cifras son más que satisfactorias si se tiene en cuenta, por ejemplo, que Marruecos cuenta con un médico por cada 9.405 habitantes; para cada 30.000 en Mauritania; en Argelia para 5.400; en Etiopía, para cada 165.000; para 58.000 en Nigeria; y en el Congo y Camerún, un médico para cada 20.000 habitantes.
Por lo que respecta a la formación cultural de los saharauis, que la reciben conjuntamente con sus compatriotas europeos, cabe destacar la existencia de: Institutos de Segunda Enseñanza (El Aaiún y Villa Cisneros) a los que atienden veinticinco catedráticos. La enseñanza primaria disponía de tres Grupos Graduados de niños y uno de niñas en El Aaiún. Existía una escuela mixta en Smara y otra en Villa Cisneros, más treinta Escuelas mixtas en los medios rurales.
También se disponía de una Escuela de Capacitación Profesional, donde constantemente funcionaban cursos correspondientes a distintas especialidades, y a los que asistían un elevado número de nativos”.
La resolución nº 1.541 (XV) de las Naciones Unidas, de 15 de diciembre de 1950 declaró como único antecedente de la política descolonizadora que “ha de considerarse como no libre, el territorio separado geográficamente y distinto étnica y culturalmente”.
Ello me provocó una inquietud lógica sobre el futuro de nuestros enclaves de soberanía de África, y, por tanto, sobre el futuro del Sáhara español. De aquí que, pocos meses después de que la revista viese la luz, viajáramos a Las Palmas de Gran Canaria, y desde allí -cincuenta minutos de avión- a El Aaiún. Me acompañaba, además de Angel Ortuño, como en tantas ocasiones, Manuel Presa Alonso, alumno que fue de mi padre en la Academia Militar de Toledo, y que, más tarde, piloto de la Aviación Militar, fue desde África, y al frente de los bombarderos, algo así como García Morato con respecto a los cazas, cuando el Caudillo inauguró los puentes aéreos el 5 de agosto de 1936, desde el continente africano a la Península al comienzo nuestra guerra. De la aviación militar, luego de concluida la contienda, y por circunstancias que no hacen al caso, pasó a pilotar los aviones “Iberia” en sus vuelos a América… Una vez jubilado, dedicó a Fuerza Nueva su tiempo disponible. Tenía la medalla militar individual.
En el aeropuerto de El Aaiún, nos esperaba, con gran sorpresa por mi parte, el general José María Pérez de Lema Tejero, Gobernador de la Provincia. Iba de uniforme. Me dio un abrazo fraternal. También había sido alumno de mi padre y compañero de promoción de Manuel Presa. Teníamos reservada habitación en una Residencia, pero el general me llevó a su casa, donde me hospedé y fui atendido por su esposa con especial cariño.
Sobre la marcha, puede decirse, escribí algo sobre la impresión que el desierto sahariano me produjo. Puede resultar un poco lírico, pero me ilusiona pensar que puede ser grato al que me lea transcribir un párrafo, al menos: “Hasta la tierra se hace nómada en las dunas, voraz, lo traga todo como fauces que no se sacian nunca. Cambia la fisonomía. Las dunas se contienen con un rocío de alquitrán que se asperge sobre los acirates. El ocre sobre el ocre claro de una arena sin playa. Fauces resecas, sin humedad, sin jugo, sin saliva. Los matorrales. Los tractores que quitan las montañas laterales de arena, como si se tratara de nieve”
El recibimiento que tuvimos en las Palmas de Gran Canaria fue muy dispar, por parte de los medios de comunicación. En alguno de ellos, como La Provincia, fue durísimo el ataque contra mí y contra Fuerza Nueva. Comprobé que su agresividad, en última instancia, no era contra nosotros sino contra lo que representábamos, que no era otra cosa que la lealtad a los ideales de la Cruzada; ataques consentidos por el aparato oficial, que presagiaba lo que más tarde ocurriría. Tengo que agradecer vivamente a Gabriel de Armas, Carlos M. Morales Padrón, Miguel Jiménez Marrero y Carlos Llorens Morales, su magnífico comportamiento con nosotros, y su identificación pública con nuestros ideales.
A pesar de ello y previas las lógicas invitaciones hechas antes del viaje, pude hablar en las Palmas. En el teatro de la Institución teresiana, moderno, de condiciones acústicas inmejorables, clausuré un ciclo de conferencias sobre la doctrina del Concilio. En el Seminario di una charla a los filósofos y teólogos acerca de la formación sacerdotal. En el Salón Grande del “Gabinete Literario”, es decir, en el casino de la capital, pronuncié una conferencia sobre uno de los personajes cervantinos. En el mismo salón expuse las líneas doctrinales y los propósitos de Fuerza Nueva, y tuve, en unión de Angel Ortuño, presidente de nuestro Consejo de Administación, un animado y largo coloquio sobre nuestro semanario y los fines que con él perseguíamos. Ni qué decir tiene que menudearon las reuniones en torno a mesas de ambiente fraternal, que sirvieron para que muchas cosas se aclarasen, y para que nos conocieran mejor, sin prejuicios ni vestiduras forjadas por sastres ajenos, los que sólo tenían noticias no demasiado exactas sobre nuestro pensamiento y nuestra acción.
Sin la virulencia que contra nosotros se desató en Las Palmas de Gran Canaria, en El Aaiún -aunque pude detectar algún síntoma hostil en la prensa y actitud idéntica en algún periodista- las cosas transcurrieron de otra manera. En el salón de actos de la Residencia de funcionarios di una conferencia sobre Presencia de España en el continente africano. La presentó, de paisano, el general Perez de Lema, lo que significaba no solo una prueba de amistad, sino un respaldo que agradecí vivamente.
Al otro día, 4 de marzo, en el acuertelamiento de la bandera Juan de Austria, tercera de la Legión, después del homenaje a los muertos -capaz de encender el patriotismo del español menos sensible- me entregaron, con tierra sahariana, el escudo legionario. Firmé en el libro de oro y contesté, con unas palabras que me hervían a las palabras afectuosas del coronel.
Todo fue más que emocionante. En el homenaje a los muertos de la Legión, Perez de Lema quiso que Presa, su compañero de promoción estuviera en el podium, a su lado. La tierra del desierto, en una arqueta de plata, labrada por “saharauis”, figura, como tantas otras cosas, en lo que podríamos llamar mi pequeño museo.
No renuncio a transcribir la carta de Pérez de Lema de 21 de marzo de 1957, en la que confirmando el contenido de la arqueta o cofre, me decía que “habían elegido la tierra de la zona de Edchera, que por su significación histórica y emotiva, guarda para nosotros memorable y entrañable recuerdo. Edchera fue escenario de una gloriosa hazaña, y su tierra, regada abundantemente con la sangre generosa de casi un centenar de heroicos legionarios de la XIII Bandera, cuyo sacrificio marcó entonces el comienzo de una nueva era en las relaciones entre España y el pueblo saharaui, Allí, como dijiste muy bien en el cuartel del III Tercio, el soldado español, no solo defendió, sino que empujó y encauzó notablemente la obra civilizadora de España en el Sáhara. Con un fuerte y cordial abrazo, recibe el afecto de tu siempre incondicional y buen amigo”.
Tuve ocasión de tomar contacto con los “sáharauis”, de visitar escuelas, a las que concurrían, sin preferencias de ninguna clase, y en fraternal camaradería, sus hijos y los hijos de los españoles de la Península y de Canarias, y de ver trabajar, con abnegación y sacrificio a las mujeres de la Sección Femenina del Movimiento, -a cuyo frente estaba Conchita Mateo- con las mujeres nativas, a las que enseñaban con ilusión, alegría y eficacia.
Al regresar a Madrid escribí un artículo Viento del Sur, que se publicó en Fuerza Nueva, (nº 9, de 11 de mayo de 1967) en el que concluía:
“Allí, en el Sáhara, hemos visto lo que una España vigorosa y con fe hace y seguirá haciendo mientras sea firme y crea en su misión. Paisanos y soldados, hombres y mujeres, en la tierra inhóspita, fabrican el prodigio de la civilización. Su espíritu, su generosidad, hasta sus rostros iluminados por la tarea que les embarga, a mi, al menos, me limpiaron, como una caricia, lo que aún pudiera quedarme de impresión dolorosa, y me devolvieron con creces el ánimo que se necesita para una empresa abnegada pero sugestiva, como la iniciada por los que aquí nos hemos dado cita”.
El abandono del Sáhara no fue tampoco, como en los casos de Guinea y Sidi Ifni, ni voluntad de España, ni deseo de sus poblaciones autóctonas, sino de la codicia ajena, de la política descolonizadora de la ONU (hábilmente manipulada por los Estados Unidos) y de las reivindicaciones territoriales de Marruecos, Argelia y Mauritania. En ese “cock-tail” jugó un papel muy importante el descubrimiento, a que hemos aludido, de los superfosfatos tricálcicos de Bu-Craa.
Hasta que se descubrió ese yacimiento, nadie, salvo España, se ocupó de aquel territorio, cuyas fronteras se delimitaron de tal forma, que constituían, al decir de Fernando María Castiella y José María de Areilza, algo “verdaderamente afrentoso para España. Parecía, que una mano sarcástica hubiera empujado los confines de lo zona española fuera de todo objetivo importante, de todo nudo estratégico, de todo poblado revestido de intereses comercial y político” (Reivindicaciones de España. Instituto de Estudios Políticos. Madrid 1941. pags. 576 y 577).
Con el título de ¿El Sáhara en peligro? publiqué un artículo en nuestra revista (nº 123, de 17 de mayo de 1969) formulando esta pregunta. La misma era lógica, porque en aquel momento se daban cita: unas declaraciones del teniente general García Valiño, en las que dando por supuesto la política anexionista de los tres países colindantes con nuestra provincia del Sáhara, entendía, según su opinión personal, que “el derecho está de parte de Marruecos, a cuyo favor debería resolverse el tema de la soberanía”; el reconocimiento oficial ante el “Comité de los veinticuatro”, de la ONU, hecho por nuestro embajador Jaime de Piníes, de la “introducción en nuestro territorio de agentes ajenos al mismo, que intentan en unos casos ganarse la voluntad de la población y en otros coaccionarla.en relación a su futuro”; las conversaciones entre Castiella y Bumedian, y las celebradas entre nuestro ministro y un representante de Mauritania, en las que, según lo que pudo traslucirse, el tema del Sáhara ocupó un papel preponderante y único.
Las apetencias extrañas, escribíamos, sobre aquella provincia española se han incrementado por dos razones fundamentales: una de orden económico y otra de carácter militar, fomentadas, claro es, por la debilidad española puesta de relieve en los casos de Guinea y de Ifni. ¿Cómo pueden las diplomacias de los países interesados despreciar una coyuntura en la que parece que volvemos a emplear en nuestro léxico la palabra resignación?.
Lo más lamentable de todo fue, sin duda, como entonces destacábamos, que una distinguida personalidad española que viste el honroso uniforme militar, se haya pronunciado, en tales términos sobre algo que es España, sobre una provincia sobre la cual España tiene y ejerce soberanía. No se trataba de la disputa de Marruecos, Argelia, y Mauritania, sobre un territorio ajeno, o sobre una res nullius, sino de una triple reivindicación sobre algo que, conforme a nuestro Derecho Constitucional y a toda la regulación subsiguiente, se integra en la unidad de la Patria.
El proceso que había de concluir con el abandono del Sáhara comenzó, para evitarlo, con el referéndum que en aquella provincia española se hizo el 18 de noviembre de 1966. Se elaboró antes, asegurándose así su autenticidad, un censo, del que resultaba que el número de verdaderos “saharauis” con derecho a voto era de veinticinco mil en números redondos. A instancias del general Diaz de Villegas, director general de Plazas y Provincias africanas, protocolicé mediante acta notarial la relación de todos los censados. El referéndum, que nadie se atrevió a impugnar, dada la libertad de que gozaron los electores para pronunciarse, demostró la voluntad pro española de los “saharauis”, tanto al “Comité de los veinticuatro” como a la “Comisión de Territorios no Autónomos”. Ello no obstante, el presidente de la “Yemaa General del Sáhara” el señor Seila Uld Albeida, procurador en Cortes, manifestaba que “el pueblo del Sáhara español ha experimentado una gran inquietud en los últimos días cuando oyó que algunas emisoras y parte de la prensa daban cuanta de lo acordado por las Naciones Unidas en relación con la cuestión del Sáhara español (de) enviar una misión internacional al Sáhara para supervisar otro referéndum en nuestro país”.
El semanario Sáhara, que se publicaba en El Aaiún, publicó un número extraordinario en el que se recogían: el discurso que ante las Cortes pronunció en su calidad de procurador Seila Uld Albeida Uld Si Ahmed, el 7 de febrero de 1969 (Boletín nº 1.042); las palabras ante las mismas Cortes, del alcalde de villa Cisneros y también procurador Suilem Uld Abdel-lahe y el texto literal del escrito que el señor Seila leyó al Jefe del Estado, Francisco Franco durante la audiencia que fue concedida a una Comisión de notables saharauis.
En mi artículo Un pueblo con honor (Fuerza Nueva nº 116, de 29 de marzo de 1969), entresaqué estos párrafos, de uno de los discursos de Seila:
“El pueblo saharaui vive una época de paz y de progreso, en todos los órdenes, como jamás hubiéramos podido imaginar.
Se construyen vías de comunicación que enlazan todas las zonas importantes del territorio, se alumbra agua donde quiera que exista, se levantan hermosas ciudades y pequeños poblados que van acogiendo a nuestros nómadas, proporcionándoles vivienda y existencia decorosa. Las escuelas se multiplican, magníficamente construidas, sanas, alegres y bien atendidas, comparables con las mejores del mundo. Tenemos dos Institutos de Enseñanza Media, dos Escuelas de Formación Profesional y posibilidad de acceso de la juventud estudiosa a las carreras superiores. En una palabra: nuestros hijos se educan y capacitan para el día de mañana y para una vida que en nada se parece a la que arrastraron nuestros mayores y nosotros mismos en nuestra juventud.
Nuestro Sáhara se transforma, y aquello que solamente hace diez años era un desierto inhóspito va convirtiéndose en una zona de condiciones de vida humanas; todo ello gracias a España y a su Gobierno…”
¿Cuál es la decisión del pueblo saharaui? Tal es la pregunta que este pueblo se formulaba el 25 de junio de 1967 y a la que se daba esta contestación:: “Hoy como ayer y como mañana, queremos seguir unidos a España…, tenemos el pleno y justo derecho de escoger nuestro destino, el cual jamás podrá separarse de España, la verdadera madre que, con su generosidad y nobleza, nos da todo a cambio de nada.”
Por su parte, el señor Seila insistía el 7 de febrero de 1969: “El pueblo saharaui afirma, como ha expresado con anterioridad muchas veces, que escogió la nación española por su exclusiva voluntad”, añadiendo: “Queremos a España. Es nuestra madre, y ninguna madre puede abandonar a sus hijos desvalidos… Pues bien, estos hijos… son orgullosos e indómitos, rechazan y rechazarán con todas sus fuerzas cualquier intromisión de esos extraños poderes que, consciente o inconscientemente, quieren crear en nuestra pacífica tierra un Oriente Medio o un Vietnam, reduciéndonos a la miseria y a la esclavitud…, estamos seguros de que la noble nación española no aceptará esa tremenda responsabilidad ante la historia.
“¿Cómo se aprestan nuestros compatriotas del Sáhara a responder a la ONU? He aquí una respuesta contundente del presidente de su Asamblea General: “A la ONU que cada año viene interesándose en la cuestión del Sáhara y la incluye en el orden del día de sus trabajos, considerándola como un problema, quiero decirle que nada está más lejos de la verdad y que esto es sólo un asunto que importa solamente a nuestros pueblos, el español y el saharaui.
“¿Qué razones pueden existir para la intervención de las Naciones Unidas? La hemos solicitado nosotros? ¿Es que constituimos algún peligro para la paz? Ni una cosa ni otra.
No tememos la presencia en nuestro territorio de ninguna comisión para supervisar un referéndum, pues estamos bien seguros de su resultado; pero la rechazamos, porque es atentatorio a nuestro honor y a nuestra dignidad. No somos mercancía ni ganado, sino criaturas humanas dignas de respeto.”
Corroborando con más amplio alcance esta postura, en carta de fecha de 30 de diciembre de 1968, dirigida a la Organización de las Naciones Unidas, se dice: “No hay duda de que la ONU ha recibido, a través de los miembros del pueblo saharaui, en los que depositó su confianza, los resultados del “referéndum” que las circunstancias exigieron se efectuara, no teniendo objeto apoyar la venida de una honorable misión, perteneciente al Consejo de Seguridad, a un territorio que ha rechazado y rechaza su visita”.
Pero en el proceso que concluiría con el abandono (y que tuvo un mal precedente con la graciosa donación a Marruecos -así fue denominada por Javier Martín, – de la zona norte de la provincia, es decir de la parte situada en la margen izquierda del río Draa, que forma un todo con el Sáhara (Fuerza Nueva, nº 408 de 2 de noviembre de 1974), se despreció o no quiso escucharse todo tipo de argumentaciones en contra. Un paso más fue el acuerdo del Consejo de Ministros de 5 de diciembre de 1969, por el cual se cambiaba de nombre a la “Dirección General de Plazas y Provincias africanas” por otro que se refería sólamente a la promoción del Sáhara. Comentando la nueva denominación me pronunciaría en otro trabajo que aparecía en Fuerza Nueva, el 20 de diciembre del mismo año (nº 154):
“Varios son los temas que suscita la nomenclatura aprobada para la que fue la Dirección General de Marruecos y Colonias y hasta hace poco Dirección general de Plazas y Provincias Africanas.
En primer lugar, aún no sabemos qué va a ocurrir, administrativamente hablando, con Ceuta y Melilla, ciudades que como plazas de soberanía en el continente africano tenían vinculaciones con aquella Dirección General.
En segundo término, parece razonable que no se mantenga la denominación de Provincias africanas, en plural, cuando, concedida la independencia a Fernando Poo y Río Muni y realizada la retrocesión de la soberanía española sobre Ifni al reino de Marruecos, sólo quedaba dependiendo de aquella Dirección una sola provincia, la del Sáhara.
Por último, no llegamos a entender del todo, aunque lo presumimos, lo que realmente ha querido decirse o al menos insinuarse con la palabra “promoción”, que como objetivo único se ofrece al organismo que, enmarcado en la Presidencia del Gobierno, depende la provincia del Sáhara.
Entre las preguntas que se nos ocurren al examinar el cambio de denominación podríamos formular éstas: ¿Ha dejado de ser el Sáhara una provincia española? ¿En qué consiste la promoción que se asigna como objetivo a la Dirección General? ¿Qué relaciones hay entre la nueva terminología y la reiterada y actualizada reivindicación marroquí del Sáhara español?
No podemos olvidar ante las preguntas que nos formulamos, lo que en tantas ocasiones y con argumentación distinta hemos querido exponer al respecto.
Que el Sáhara es una provincia española, lo prueba no solo su denominación sino también el hecho de que tenga representación en las Altas Cámaras, como el resto de las que integran el territorio nacional. Si es que de ahora en adelante va a prescindirse de esa representación en las Cortes y en el Consejo Nacional del Movimiento, conviene que se diga, para apelar a los resortes legales que el ordenamiento constitucional ofrece, a fin de procurar impedir a tiempo que se prepare una nueva mutilación de la patria. En cualquier caso, seguiríamos sin comprender cómo a unos procuradores en Cortes y a unos consejeros nacionales, como sucede con los de Río Muni y Fernando Poo, se les pueda poner ante el dilema de jurar los Principios fundamentales, que hablan de integridad y de unidad, y ofrecerles, y hasta cierto punto imponerles -por razones que ya tuvimos ocasión de analizar en otras oportunidades-, desde el poder mismo encargado de mantenerlos, la desintegración de esa misma unidad jurada y proclamada.
¿Se trata de promover económicamente la zona?, ¿de promoverla culturalmente? Pues esto, sin duda, y como se ha dicho y redicho en nuestra literatura oficial y a través de los medios de propaganda, ya se estaba haciendo, y con los resultados más optimistas, como han podido comprobar cuantos españoles han visitado el territorio.
¿Se trata de una nueva promoción, es decir, se pretende con esta palabra impulsar una promoción distinta a la que hasta ahora, con notable sacrificio por parte del país, se ha llevado a término en aquella región desértica del continente africano, pero que guarda riquezas que deberíamos negarnos a entregar? ¿Se pretende, en suma, promocionar o promover la autodeterminación del Sáhara, encubriendo con esta fórmula un artificio legal para perder aquella provincia?
Este es el problema más grave y sobre el cual el Gobierno ha de hacer, si ya no lo ha hecho, una seria meditación, porque tal y como contemplamos el panorama, y dados los precedentes irreversibles, el pueblo español tiene derecho a conocer dentro de las coordenadas de la política internacional cuál es la postura de nuestro equipo dirigente.
Para allanar el camino a esta meditación, debe tenerse en cuenta que es demasiado llamativo el hecho de que nuestro representante ante las Naciones Unidas haya manifestado, dirigiéndose a la cuarta “Comisión de territorios no autónomos”, que el Gobierno español ‘se esfuerza en crear las condiciones requeridas para que el pueblo de ese territorio (el del Sáhara) determine su futuro con autenticidad’. ‘En la marcha del proceso descolonizador -añade- y en el caso del Sáhara, el camino está claro’.
Yo, al menos, sin embargo, no veo la claridad indicada, porque el pueblo saharaui ya se ha autodeterminado de modo bien explícito, no solo a través de sus autoridades y representaciones, sino también, directamente, por medio de una votación en la que por sufragio directo se hizo patente la voluntad de seguir siendo parte integrante de España.
Las actas de la votación que fueron entregadas a la ONU, ponen de relieve que “votaron por la unión con España más del 90 por ciento de los naturales de la zona mayores de dieciocho años”.
¿Cabe más auténtica autodeterminación del pueblo saharaui? ¿Es que quiere repetirse de modo indefinido, como fruto de presiones extrañas, la autodeterminación hasta que con ella se consiga un resultado distinto? ¿Acaso no hemos cumplido ya con la exigencia que la ONU impuso a España de ofrecer a una de sus provincias -con procuradores en Cortes y consejeros nacionales- la ocasión de autodeterminarse? Si ya hemos observado estrictamente lo previsto en la Carta de las Naciones Unidas ¿Por qué no se respeta de una vez la voluntad de un pueblo que quiere seguir siendo español? ¿Por qué sembrar la zozobra y la duda entra aquellos que aceptaron someterse a un referéndum que “ya se hizo con absoluta legalidad y cuyos resultados conoce sobradamente la ONU?”.
El discurso del representante español ante la `Comisión cuarta de Territorios no autónomos´, lejos de tranquilizarnos sobre el futuro del Sáhara, nos produce desasosiego al no aducir frente a las pretensiones reivindicatorias, la autodeterminación ya realizada, y al admitir que nos esforzamos “en crear las condiciones requeridas para que el pueblo de ese territorio determine su futuro con autenticidad”.
En postura poco digna queda, por confesión de parte y con la mencionada declaración, el referéndum ya celebrado, pues se hace suponer que el mismo tuvo lugar -contra lo que aseguran los propios saharauis- sin las condiciones requeridas y sin autenticidad.
Como norma política ad extra este comportamiento ante la ONU lo creemos lamentable y equivocado, y con respecto a los españoles del Sáhara, discriminatorio y ofensivo. ¡Malos comienzos para su promoción!”, porque como dijo Suilem ante las Cortes, el 26 de junio de 1957:
“Hoy, como ayer y como mañana, queremos seguir unidos a España”.
Ratifica esta voluntad del pueblo saharaui, lo que el propio Seila Uld Albeida dijo a Rafael Pazos (Premio “Africa”) en una entrevista que publicamos en el nº 156 de Fuerza Nueva, de 3 de enero de 1980:
“Por vosotros, nuestros hijos y nuestros nietos, que ya hacen el bachiller completo en los Institutos de El Aaiún y Villa Cisneros, podrán saltar a escalones más altos, como españoles cualesquiera.
Pero España no puede dejarnos ahora. Ni ceder a la intriga internacional, cuya única apetencia queda determinada porque “huele a fosfato” y a riqueza nuestra entraña. Ningún país haría por nosotros tanto como vosotros habéis hecho. Y sólo nosotros tenemos derecho a determinar nuestro futuro.”
Este artículo debió escocer al oficialismo abandonista, porque nos sancionó con un apercibimiento el Departamento de Régimen Jurídico de la Prensa.
Hay un documento, poco conocido, que refleja la voluntad del pueblo saharaui de seguir siendo parte de España. Este documento, de 21 de marzo de 1966, firmado por los jefes de cabilas del territorio fue presentado en las Naciones Unidas. He aquí literalmente, el texto:
“Los delegados y los notables de las fracciones y tribus que constituyen el conjunto de las cábilas en el territorio de la provincia del Sáhara español, como representantes de toda la población de la provincia citada, se honran en dirigir a la Organización de las Naciones Unidas el presente escrito, en el que ponen de manifiesto las cuestiones siguientes:
Tuvimos conocimiento del acuerdo que decidió la Asamblea General de las Naciones Unidas en el que pedía al Estado español la “liberación” de estos territorios saharianos y la iniciación de negociaciones sobre la soberanía.
Tuvimos conocimiento también de que el Reino de Maruecos y la República Islámica de Mauritania pretenden, ambos, que tienen derecho a nuestra tierra.
Por ello, nos vemos obligados a aclarar algunos puntos de vista con toda precisión, pues aunque la cuestión nos interesa a nosotros más que a nadie, no consultó nuestra opinión más que el Gobierno español.
Primero: El acuerdo adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas no tiene fundamento, pues el pueblo saharaui no está dominado por el Estado español, sino que es una parte de dicho Estado, por su libre voluntad, como una de las Provincias del Estado; y goza de todos los derechos de que disfrutan los demás habitantes, incluido el respeto completo a la religión, a la ley y a las costumbres.
Segundo: Hacemos constar, en especial, que el Estado español no puso sus pies en el Sáhara con el fin de descubrir, ni permaneció un solo día, desde los siglos que transcurrieron con su presencia en el Sáhara, contra la voluntad de sus habitantes. Si utilizó la fuerza en tiempos pasados fue en defensa de nuestras tierras contra las ambiciones imperialistas extranjeras.
Tercero: La comunidad islámica existente en la Provincia de Sáhara español participa con los cristianos, en una atmósfera de completa hermandad, en la gestión de los asuntos públicos, mediante entidades que representan a la Provincia del Sáhara español, como el Cabildo Provincial, Los Consejos Municipales, las Entidades locales Menores y los Consejos de Fracciones nómadas.
Además de esto, nuestra Provincia goza de independencia local en la Administración, y de esta forma, la riqueza que se obtiene queda, en su totalidad, en beneficio de la Provincia. A decir verdad, esta riqueza hoy es pequeña con relación a las necesidades de la Provincia, pero el Estado español enjuga con sus ayudas financieras el déficit existente entre los ingresos y los gastos públicos. Existe un Plan para el desarrollo económico, del que esperamos muchos resultados. Al mostrarse sus primicias, el Estado español no se beneficia de él ni poco ni mucho.
Cuarto: Nuestra Provincia, a causa de la atención afectuosa española, ha logrado un nivel europeo en todos los aspectos de la vida social (cultura, sanidad, trabajo, etc). Si comparamos todo esto con la debilidad de los países vecinos, vemos que nuestra provincia destaca sobre ellos con mucho..
Basándose en lo expuesto:
El pueblo saharaui, mediante sus auténticos representantes, declara con toda honradez que su voluntad es permanecer indisolublemente unido con el Estado español, rechazando todas las reivindicaciones que quieren la recuperación de sus territorios, como alegan, de donde quiera que vengan y como quiera que sean esas reivindicaciones.
Por eso esperamos del buen juicio, recta justicia y espíritu democrático que es el Norte de los actos de esa alta Organización mundial, que derogue el acuerdo adoptado por ella y que mencionamos anteriormente, para que nuestro país no se vea expuesto al aprovechamiento de las ocasiones ni a las ambiciones y para que nuestro pueblo no sea víctima de las apetencias imperialistas, cuya ocasión favorable es esperada por parte de ciertos países.
Si esta petición nuestra no encuentra la acogida que merece por parte de la Organización de las Naciones Unidas, decimos que estamos decididos a defender la unidad de nuestra tierra con la última gota de nuestra sangre. Si un día tenemos capacidad para constituir un país independiente, será entendiéndonos con el Estado español, únicamente.
Esta es nuestra verdad, que hemos expuesto con toda voluntad, y si alguna duda asalta a la Organización de la Naciones Unidas, estamos dispuestos a comparecer ante la Organización para confirmarle lo que hemos expuesto, o a que se envíe una comisión por parte de la Organización a esta Provincia para que investigue la realidad que hemos citado, pues escribimos esto sin ninguna reserva y esta es la voluntad absoluta que proclama el pueblo del Sáhara español”.
Previendo lo que iba a ocurrir, en Decíamos ayer, artículo publicado en el nº 18 de Fuerza Nueva, de 20 de Junio de 1970, escribí lo siguiente:
“Nada de lo que ocurre ahora con relación al Sáhara nos coge de sorpresa. Cuando se concedió la independencia con el nombre de Guinea Ecuatorial, a las Provincias de Fernando Poo y Río Muni y cuando se “retrocedió” a Marruecos la soberanía sobre Ifni, iniciábamos un camino difícil de contener. Lo que a algunos pudo parecer prudencia o habilidad, a nosotros nos pareció siempre abandonismo, y frente a los alegatos en defensa de la política de entreguismo fácil que asumía el Gobierno, tuvimos que utilizar para bautizarla, una frase que creo retrata bien la retórica que se utilizó para encontrar la viabilidad: “triunfalismo liquidador”.
Las debilidades en política no suelen perdonarse, y aquellos que se las prometían muy felices creyendo que las concesiones hechas amansarían la incitación reivindicatoria, no percibían que con el método de condescendencia alimentaban la voracidad de los beneficiarios de la nueva “descolonización”. De aquí que podamos recordar ahora, con este “decíamos ayer” cuanto en Fuerza Nueva, primero, y en las Cortes, más tarde, con nuestra palabra, nuestra pluma y nuestro voto, hicimos patente al oponernos a la independencia de Guinea y a la “retrocesión” de la soberanía de Ifni.
Constituye, a nuestro juicio, un punto débil del Gobierno, admitir la necesidad de un referéndum entre la población saharaui, toda vez que el plebiscito como consta oficialmente en la ONU ya tuvo lugar, con el resultado de una mayoría casi unánime a favor de España. Poner en tela de juicio la validez de dicho referéndum sería a la vez una ofensa a los españoles del Sáhara y un reconocimiento de que al verificarse no se votó con libertad sino bajo presiones inconfesables del Gobierno.
El país está necesitado de posturas y de gestos concordes con la línea política que forma la médula del Régimen. Desertar en este campo, como ya se ha desertado en otros, producirá una nueva caída del ánimo colectivo, de la esperanza sugestiva de continuar una empresa que nos fue presentada y ofrecida como de la más bella y prometedora factura.
Una torpeza en este asunto realmente grave, que podría tener explicación bajo un Régimen distinto, sería inexcusable en éste, y más después de la amarga experiencia adquirida.
Lo peor que puede ocurrirle a un pueblo es la pérdida de la ilusión para vivir como tal. Entonces se empereza y amilana o autodestruye en la falta de concordia interior. Por esta razón, que es una entre tantas, decir que no, sin más complicaciones y con todos sus corolarios a las absurdas reivindicaciones que pretenden despojarnos de la provincia del Sáhara, constituye una obligación moral y patriótica ineludible de cualquier Gobierno español que estime en algo su decoro y la historia de su patria.
Lo que decíamos ayer, sin respuesta positiva, lo repetimos hoy, esperando, por fin, encontrarla”.
El 14 de noviembre de 1975, España, Marruecos y Mauritania firmaron en Madrid el Tratado sobre la descolonización del Sáhara. En el pleno de las Cortes del día 18, se ratificó. Hubo 345 votos a favor y cuatro abstenciones, creo que de los procuradores canarios. Los cuatro votos negativos fueron, los de Eduardo Ezquer, Antonio Pedrosa Latas, el Marqués de Valdeiglesias y el mío.
Antonio Pedrosa Latas, en un artículo que publicó en el diario “El Progreso “, del día 4 de febrero de 1976, explicó las razones por las que su voto fue negativo, y dos propósitos que fueron los siguientes
“- Que de una vez se levantara la losa del secreto oficial que, incomprensiblemente , pesaba en los últimos años sobre lo que venía ocurriendo en aquellas lejanas latitudes. Al fin, aunque con lamentable retraso, se dejó sin efecto para el Sáhara la clasificación de materia reservada, siendo de temer, a juzgar por los acontecimientos ulteriormente producidos, que de esa información no solo carecía el pueblo español, sino también, en sus auténticas dimensiones, la propia Administración Central.
-“Que se procediese de inmediato a “desprovincializar” el Sáhara, como trámite previo a su descolonización, pues, a la luz de la legalidad a la sazón vigente, no se trataba de una colonia y sí de una provincia. Obtuve el voto unánime del Consejo Nacional, y exactamente a los dos días, el Consejo de Ministros acordó remitir un Proyecto de Ley a las Cortes, que no coincidía con el que desde aquella Cámara habíamos urgido. De ahí mi disentimiento.
“Lo que de hecho ocurrió lo sabemos todos. El Sáhara, sin que antes hubiera perdido el rango de provincia nuestra, se entregó a una potencia extranjera después de unas negociaciones insuficientemente explicitadas. De esta suerte y extremando los juicios, bien cabe hablar de “claudicación”, pues nada se descolonizó, quedando todo reducido al barato traspaso de nuestras potestades soberanas o administradoras. No hubo para el territorio la independencia prometida; no hubo para su pueblo la autodeterminación anunciada; no hubo para los saharauis la debida protección y no hubo para nuestros intereses materiales la plena salvaguardia; pero, eso sí, quedó a salvo, a manera de consuelo en un trance desconsolador, el honor sin mácula y la probada disciplina del Ejército español, que, con profunda tristeza, lágrimas en los ojos y en el corazón, vio arriarse para siempre la bandera de la patria en aquellas remotas tierras regadas con la sangre de nuestros soldados”.
Para valorar en sus justos términos la política seguida, es preciso tener en cuenta, lo admito sin reparos, la concurrencia de diversos factores. La inexplicable falta de información; la habilidad diplomática desplegada por la monarquía alauita; la inaudita estrategia de la “marcha verde”; las encontradas competencias de Ministerios distintos, el de la Presidencia y el de Asuntos Exteriores en el precedente caso; la precipitación de los acontecimientos, amén de otras circunstancias que nos habían conducido a un callejón sin salida. El Gobierno ello no obstante, supo salir, conjurando el peligro de inminentes enfrentamientos bélicos, aunque con sensible deterioro de algunos valores morales inscritos en lo mejor de nuestra tradición.
La decisión era grave y difícil y no me sorprende que Antonio Carro personalmente confiese su “asombro por el hecho de que todo haya terminado en orden y en paz”. Presiento que de esa paz y ese orden no pueden decir lo mismo nuestros ex compatriotas, los saharauis, quienes vienen siendo víctimas, según noticias difundidas por las agencias de prensa, de persecución y agravio, hambre y epidemias, de bombardeos con “Napalm” y, en suma, de un genocidio de signo imperialista.
Eduardo Ezquer, otros de los votantes del “no”, a requerimiento del periodista Andrés Sánchez Marín para El Imparcial, del día 14 de enero de 1978, a la pregunta ¿Por qué votó en contra de la Ley de descolonización del Sáhara? contestó “Lo hice en defensa de la arrogancia y dignidad de España. Mi “no” fue fuerte por sentirlo así. Lo que lamento y sigo lamentando, es que fuéramos solo cuatro procuradores los del “no”.
A idéntica solicitud, en ese mismo número de El Imparcial, di respuesta en los siguientes términos:
“Voté en contra:
Porque aquel Gobierno no merecía mi confianza.
Porque entendía que la negociación sobre el Sáhara, en cuanto podía incidir sobre la soberanía española en aquella provincia, era contraria al orden constitucional y, por consiguiente, nula.
Porque aun cuando fuera discutible el tema de la soberanía española sobre el Sáhara, aquel territorio no podía ser, por una serie de factores geopolíticos, demográficos y económicos, una nación independiente.
Porque como ha demostrado la realidad, sería objeto, apenas lo abandonase España, de las ambiciones expansionistas de los tres países limítrofes.
La fórmula del Estado Asociado Libre que tuve ocasión de proponer, ya utilizada para Puerto Rico por los Estados Unidos, me parecía, en última instancia, viable y positiva.
Porque en ningún caso, España debía abandonar la zona sin una compensación amplia a sus grandes inversiones y a las esperanzas legítimas en su rendimiento a plazo relativamente corto. Piénsese en los superfosfatos y en la infraestructura ya en parte remodelada en la región.
Porque el archipiélago canario necesitaba desde un punto de vista militar y pesquero, especialmente, la cobertura africana del colchón sahariano.
El mismo diario, que mostró el máximo interés sobre el tema, recogía unas declaraciones del presidente de la “Asociación de amigos del Sáhara”, Antonio Masip Hidalgo, en torno a la petición hecha por el diputado socialista. (estábamos en plena transición) Manuel Marín, para que ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, compareciesen nada menos que doce personalidades (desconozco los nombres) a declarar sobre el tema “saharaui”. Por otro lado, Alfonso Alvarez de Miranda -añadía Masip- había manifestado el 4 de diciembre de 1977, que “tenía en un cuaderno, dentro de una caja fuerte, los nombres de los responsables que hicieron la venta del Sáhara” que -como es lógico- había que suponer sería entregada a dicha Comisión”.
No tengo noticias de lo ocurrido con la petición de Manuel Marín, ni de quienes eran los doce responsables a los que se proponía citar y que figuraban en el cuaderno. En cualquier caso era “toro pasado”, y lo que nos importa para ultimar este capítulo es que el objetivo de que abandonáramos El Sáhara fue logrado, con lo que el rey de Marruecos llamó enfáticamente “Invasión pacífica” y después “Marcha Verde”, pero que contó, con un precio de sangre, porque el 5 de Julio de 1975, un teniente, un sargento y tres soldados españoles murieron a consecuencia de la explosión de una mina colocada en territorio sahariano por el ejército marroquí.
No voy a narrar aquí lo que fue la “Marcha Verde”, porque la imaginación del lector puede figurársela. Lo destacable y subrayable es que la misma se produjo en el momento en que España, ante la grave enfermedad de Franco, que acabaría con su muerte, era manejada por los que ya en su entorno, y en puestos influyentes, estaban dispuestos a ultimar lo que se ha llamado transición política, que tuvo no solo una vertiente interna, sino también otra con respecto al exterior.
Los últimos días de la presencia española en El Sáhara fueron un galimatías, lleno de oscuridades y rumores apoyados en el hecho de que para nada -según parece- intervinieran- aun siendo el grave asunto de su competencia- ni el ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina Mauri, ni el Embajador de España en la ONU Jaime de Piníes, que vino desde Nueva York a Madrid e ingresó en una clínica. Las negociaciones -posiblemente entre otros, -las llevaron a cabo José Solis, que viajó a Marruecos, y Antonio Carro, que se desplazó a Agadir con esta finalidad. El Príncipe y sucesor de Franco fue al Sáhara y mantuvo contacto con su Gobernador General y con las Fuerzas Armadas. Lo cierto es que la “Marcha Verde” se detuvo el 7 de noviembre de 1975, que El Aaiún fue abandonado por el personal civil, que hubo alteraciones del orden promovidas por el POLISARIO, así como una manifestación pro española promovida por las mujeres, entre las que destacó María Jesús Morales y Vara de Rey, esposa del Miguel Moscardó, hijo del héroe del Alcazar de Toledo.
El 1 de enero de 1976, abandonamos definitivamente la provincia africana. El Ejercito -dijo el general Gómez de Salazar-, se marchó a regañadientes; pero se marchó; y el coronel Luis Rodríguez de Viguri, que fue secretario general del Gobierno del Sáhara, afirmó, en unas declaraciones publicadas por el Diario de las Palmas, de 15 de enero de 1976 que la llamada “descolonización se hizo en unas condiciones humillantes para España y aprovechando la enfermedad de Franco”.
El general Luis Cano Portal, comentando el desplazamiento a que hemos aludido del ministro Antonio Carro, manifestó que “más” que negociar lo que hizo es enterrar, claudicar ante Marruecos la dignidad de España. Lo que se ha pisoteado no es el honor del Ejército, sino el de España”.
Pedro Rodrigo Martínez, director de nuestra revista entonces, se expresaba así en el nº 427, de 24 de enero de 1976:
“Hemos visto, días atrás, como nuestro glorioso ejército, obediente a los órdenes emanadas de Madrid, ha abandonado el que fue Sáhara español durante quinientos años. Nuestras tropas se hubieran marchado tranquilamente y sin dolor, aunque con la inevitable tristeza, si ese territorio nacional se hubiera cedido a los indígenas, a los saharauis. El mundo respira otros climas que antaño y las Naciones Unidas y las grandes potencias espolean las independencias y descolonizaciones que no son sino nuevas esclavitudes y colonialismos más onerosos y terribles que los antiguos.
Pero el drama de nuestro Ejército, que es el drama de España, ha sido el hecho de desprenderse de un país africano, confiado a nuestra custodia y gobierno, para dárselo a gentes extrañas, a un rey que se ha manifestado como enemigo nuestro, creándonos problemas, entre los cuales el último de la “marcha verde” fue un casus belli con el agravante de la utilización de rehenes (elemento civil, incluidas mujeres) para la extorsión. Es decir, ha sido una claudicación.
Cuesta trabajo creer esta dejadez. Difícilmente podrá encontrarse en nuestra historia un despego tal por un territorio que ha sido español. Y hubo un precedente, no exactamente similar, en Cuba, cuando suscitó del coronel yanqui Roosevelt este comentario: Los españoles son un pueblo de leones gobernados por unos políticos conejos Pero nuestros políticos de ahora no son los de entonces; se había superado aquel concepto político liberal y demócrata que tanto mal causó a España. ¿Qué ocurre entonces?
Porque, como síntoma político, lo del Sáhara es sencillamente aterrador”.
Y así fue la realidad. Un testigo de excepción, fue, sin duda, el yerno de Franco, el doctor Cristóbal Martinez Bordíu. En la conferencia que dio en la sede de Fuerza Nueva, de la calle Mejía Lequerica nº 8, llena hasta rebosar, el día de 22 de noviembre de 1979, recordó, concluyéndola, que Franco sentía un gran amor por África, en la que había derramado su sangre. Fue -señaló- en los penúltimos días de su vida cuando de África le llegó la noticia de la “Marcha Verde”. Pese a las prohibiciones de los médicos presidió un Consejo de Ministros. A sabiendas de que se jugaba su vida. Pero a Franco había algo que le importaba mucho más que su propia vida: ¡España!
Franco tranquilizó a sus colaboradores y les pidió tranquilidad. “No van a llegar…” les explicó sobre mapas de un lugar que conocía como la palma de su mano. Y no sólo recomendó, sino que exigió que no se desplazase allí ninguna alta personalidad.
Sí -y no descubro ningún secreto, porque está en el ánimo de todos- aconsejaron y enviaron al entonces Príncipe de España; pero que conste que fue contra la voluntad y la decisión de Franco.
¿Se desobedecía, se desoía a Franco? Digamos con toda sinceridad ¡sí! ¡Se le desobedecía! Se le desoyó en unos momentos en los que su capacidad física estaba evidentemente disminuida, Y, en consecuencia, se le precipitó el desenlace. Un desenlace que, por ley de vida, ha de llegar al ser humano. Pero que en Franco, por los acontecimiento que se estaban desarrollando en África, se precipitó al olvidarse de su propia salud y de salvar su vida.
Los partidarios ad intra de la transición se hallaban unidos, fuertes y seguros; supieron esperar para su tiro de gracia el momento de la muerte de Franco. Por una parte, hubiera sido peligroso e inoportuno provocar un magnicidio, que provocase una reacción contraproducente, y, por otra, el asesinato del almirante Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, ya había eliminado al hombre de absoluta confianza del Caudillo, que, Jefe del Gobierno, partidario de la evolución perfectiva del Régimen, aseguraba para el futuro la fidelidad a las ideas de la Cruzada y a los Principios de Movimiento.
Por añadidura, de hecho, eran los hombres de la transición los que desde sus puestos clave maniobraban en contra de esos ideales y de esos Principios. Para mí, fue aleccionadora una conversación con Carmen Franco, la hija del Caudillo de la que doy cuenta en otro lugar de este libro. “Mi padre, dijo, serena pero dolorida, -no manda nada, y en familia, cuando se refiere a los que le rodean, se pronuncia de este modo: “ellos hacen, ellos resuelven…”
¿A qué conclusiones llegamos? Una, salta a la vista: El Sáhara español no se descolonizó sino que se entregó, sin más y sin ninguna compensación, a Marruecos, y otra, que se identifica con ella: no hubo autodeterminación, después de la entrega, y por lo tanto, no se repitió la consulta -que ya España había hecho- al pueblo saharaui, consulta, plebiscito o referéndum, que no obstante la resolución de la ONU, con un pretexto u otro, lleva 25 años sin hacerse y no se vislumbra, por ahora, que se celebre, dado el apoyo que los Estados Unidos prestan a Marruecos.
Marruecos, por su parte, según manifestaba Arturo de Sienes, después del abandono por España, dio vida, en 1976, junto al Polisario, que quiere la independencia del Sáhara, a un partido político nuevo, el Aosario (Asociación de los originarios de Sakiet El Hamra y Rio de Oro”), que apoya la anexión. Su finalidad, no es, por tanto, la liberación del Sáhara, ya anexionado a Marruecos, sino la liberación de todos los saharauis en poder de Argelia que se encuentran congregados en Tinduf.
No es verdad que todos los hombres son iguales ante la ley, como tampoco es verdad que todos las naciones son iguales ante la ONU. Porque ello es así, pese a sus resoluciones, Gibraltar y las Malvinas siguen siendo inglesas, y Guinea, Ifni, y el Sáhara, han dejado de ser españolas.
El 17 de diciembre de 1976 en unas declaraciones a la agencia de noticias Pyresa, afirmé que “el abandono del Sáhara en las condiciones en que se había hecho, fué vergonzoso. El escamoteo de lo tratado entre bastidores, la ironía de la autodeterminación y el asesinato de los saharauis amigos de España, difícilmente encontrará disculpa”.
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¿qué pensará la conciencia de Juan Carlos I al pensar en el tema del Sahara?
De la promesa del cumplimiento de las obligaciones por parte de España, pasó a abrazar y llamar “hermano mayor” al invasor, Hassan II, llorando después amargamente su muerte en 1999
El 20 de noviembre se publica el Acuerdo Tripartito en el Boletín Oficial del Estado. El día de la muerte de Franco, todo un símbolo. Era el inicio de una escalonada traición a los deseos de Franco que había prometido un referéndum para el pueblo saharaui. Después todo el panaroma se llenó de perjuros y traidores.
Hubo una clara traición que fue el remate del magnicidio de Carrero Blanco pocos meses antes. Y también, como en él, la sombra de (y algo más que la sombra) de los servicios secretos de Gutiérrez Mellado y la férrea decisión del Príncipe de hacer la transición (la suya, la de verdad) por encima de lo que fuera.
Véase: “Sáhara Español, una historia de Traiciones”
Editorial: Galland Books.
http://elnuevorotativo.blogspot.com/2011/03/libros.html
Todos con el Sahara
http://www.arso.org
Gran enlace histórico y fotográfico
http://www.sahara-mili.net/
España colonizó un trozo de desierto frente a sus costas en Canarias. Y allí lo único que había eran cuatro nómadas hacia el interior. Y cuando España delimita el terreno (con fronteras a cartabón), lo urbaniza, funda ciudades (que no había), crea industrias y desarrolla el sector pesquero. ¡Vaya hombre!, en ése momento aparece un “pueblo saharaui” de la nada. Y que casualmente reclama esas mismas fronteras artificiales como “propias”, ¡¡¡ANDA YA!!! España tiene bastante más legitimidad sobre ese territorio que cualquier otro pueblo que nunca se había asentado en él.
Eso me parece peligrosamente similar a lo que el estado de Israel dice acerca de los palestinos (que el pueblo palestino no existe, es solo un invento…). O peor aun, me parece peligrosamente similar a lo que dicen los anti-blancos acerca de los blancos (que las razas humanas no existen, motivo por el que justifican que los blancos se merecen su propia extincion…).
El pueblo saharaui no es su enemigo, su enemigo es (y ha sido siempre) el estado de Marruecos. Tenga eso siempre bien presente.
Doy las gracias a todos los traidores de ayer y hoy, porque con su inmensa sabiduria supieron evitar dado sus buenos oficios y mejor negocio, que aquellos sufridos españoles pasaran un minuto mas bajo aquel sol de justicia del mediodia y ese frio intenso de la madrugada del Sahara. Gracias de todo corazon. Me hierve la sangre mientras escribo, y lloro de impontencia por no poder agarrar a un conejo de esos y darle un mochazo entre oreja y oreja. Cobardes, donde os meteis¡! Asomad las orejas¡! Tal y como aquel teniente, ese sargento y esos tres soldados dieron su… Leer más »
muy bien D. Blas otro documento historico
habéis abandonado el Sahara a su suerte y ahora estás hablando como papagallos en valde.
Hay que situarse en Octubre de 1975. Franco agonizando. Juan Carlos de Borbón, Jefe de Estado en funciones, con plenitud de poderes. Comienzo de la Marcha Verde. Viaje relámpago de Juan Carlos a El Aaiun el 2 de Noviembre de 1975 diciendo que “España cumplirá sus obligaciones internacionales” (referendum previsto). 14 de Noviembre firma de los Acuerdos de Madrid, por lo que se consuma la traición. ¿cuándo, cómo, por qué se produjo el cambio de opinión? Acaso fue un regalo a Hassan II (con el beneplácito de EEUU), para que entrada al trono fuese tranquila y se garantizase su estabilidad?… Leer más »