House: En el fondo… es bueno
Ramiro González.- Se le ha llamado de todo y se le ha odiado, pero al final, seguíamos viéndole cada semana. Desde este martes, House cierra su consulta para siempre. Últimamente yo decía que no le iba a echar de menos, pero lo cierto es que llevo echándole de menos casi cinco temporadas. Porque el House que yo veía, hace mucho tiempo que ya no está. Ya saben los lectores que aquí se procura marcar la diferencia, y resaltar cosas que en otros medios no se destacan, sencillamente por el morbo y la carnaza que es lo que vende. Por lo que es más fácil destacar siempre el lado malvado y truculento de las cosas antes que otros aspectos.
Seguramente, a más de uno que se dice fan del doctor más irreverente este artículo le resultará extraño. Aquí sencillamente pretendo rendirle un particular homenaje, ahondando en los momentos que para mí han sido los mejores de toda la serie, partiendo de la base de que según mi criterio, House debería haber acabado de verdad hace mucho, concretamente con la tercera temporada.
Ese House irónico, sarcástico y misántropo, pero buen tipo en el fondo, que marcó las tres primeras temporadas de la serie, ya no existe. En su lugar, los guionistas optaron por transformarle en un ser casi enloquecido y psicopático (recordemos cuando estrella su coche contra la casa de la doctora Cuddy). El genial doctor interpretado por Hugh Laurie, pasará a la historia de las grandes series de tv, no solo por su éxito en audiencia, sino por ser según creo, la mejor serie de médicos después de Urgencias. ¿Y qué es lo que me gustaría destacar del doctor? Pues ese episodio llamado “Un día, Una habitación” dirigido por Juan José Campanella, en el que una chica víctima de violación quiere que House la trate, el doctor se niega en un principio, pero acaba dándose cuenta de que puede compartir su propio sufrimiento con ella, de manera que los dos acaban conectando.
Otro gran episodio del que no recuerdo el nombre, pero que está en una de las tres primeras temporadas, es aquel en el que una paciente embarazada corre peligro por que algo le pasa a su feto. El doctor está dispuesto a salvar la vida de su paciente aunque tenga que sacrificar al bebé. Pero, durante la operación, tienen que abrir el vientre para poder curarla. Una pequeña mano se levanta y agarra un dedo del doctor. Lo cierto es que las palabras sobran y lo mejor es verlo, porque es un gran canto a la Vida, necesario en estos tiempos de incertidumbre en los que si defiendes la vida del no nacido, lo más suave que te pueden llamar es facha.
Y desde luego, House en el fondo, ha sido un hombre capaz de amar. En las dos primeras temporadas, se pudo ver cómo estaba profundamente enamorado de Stacy, una abogada que trabajaba para el Hospital. En fin, al contrario de lo que constantemente nos venden acerca de este personaje, House actúa como lo hace por algo, porque es un hombre que tiene mucho miedo, teme ser vulnerable ante los demás para así evitar que le hagan daño, o esta al menos es mi visión del médico que tantos momentos de alegría y tristeza nos ha regalado, así como diálogos en los que se abordaban temas éticos como el aborto, la eutanasia, incluso, las creencias religiosas. En definitiva, House ha sido mucho más que frases lapidarias y sarcasmo. Hasta siempre doctor.
¡Desde que comenzó esta serie, yo amo a House, el médico, me encantaría ver tal dedicación en los profesionales de la salud en mi país!