BD.- Las amenazas proferidas este lunes pasado por Barack Obama contra Bachar al-Assad y el gobierno sirio, acerca de la eventual utilización por Damasco de gas sarín en su lucha contra los rebeldes islamistas, nos envían irremisiblemente al precedente iraquí. En aquella ocasión, Bush Jr y Colin Powell inquietó a la galería occidental con historias de cañones gigantes y demás armas de destrucción masiva. Obama se ha puesto amenazador contra Bachar en unos términos que recuerdan que el presidente norteamericano, por muy negro y demócrata que sea, sigue siendo un cowboy. Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, infatigable belicista e insospechable sionista, se ha apresurado a mostrar los colmillos una vez más.

Obama va de cowboy, pero también es un desinformador: toda esta ofensiva mediática reposa sobre unos misteriosos informes llegados a Washington según los cuales, según la formulación técnica de la AFP: “Damasco estaría mezclando los componente necesarios a la militarización del gas sarín”, utilizado en el conflicto entre Iraq e Irán en los años 80. ¿Quienes son los informantes de la Casa Blanca? ¿Tal vez unos opositores con base en Qatar?

El gobierno sirio ha repetido una vez más lo que ya ha declarado en otras ocasiones sobre el mismo tema, es decir que no utilizará nunca tales armas contra su pueblo, y que reserva su uso contra posibles agresores extranjeros.

¿Cómo analizar esta nueva escalada declamatoria norteamericana? Por supuesto, como una continuación de la guerra contra Siria (e Irán y el Hezbollah), pero por otros medios que la guerra real. Todo esto (que se puede resumir con la fórmula “humo sin fuego”) se inscribe en el mismo proceso de presión, tanto sicológico como diplomático, sobre los estamentos militares y políticos sirios, para hacerles saber que están en la mira del eje occidental, con una espada de Damocles, judicial, sino militar, sobre sus cabezas. Pero pensamos que los dirigentes sirios no se dejarán impresionar, tanto más cuanto que saben que no pueden esperar nada bueno de sus enemigos.

Esos enemigos que, sobre el terreno, causan cada día daños, pero que no avanzan, ni geográficamente, ni militarmente ni políticamEnte. Y este estancamiento sangriento explica, sin duda por lo menos en parte, las amenazas mediáticas de la administración Obama, que no enviará sus boys a Siria, ya que está por retirarse de Afganistán y que el recuerdo de Iraq, de Somalia y también de Vietnam todavía perdura en la opinión norteamericana.

Una vez más, Washington y sus acólitos, incapaces de pasar a la acción, se refugian en la guerra sicológica de “todo a cien”, como una manera de mantener un mínimo sindical de presión (y de salvar las apariencias). A este registro pertenece la última declaración del secretario general de Liga Árabe, para el cual “la oposición (al régimen de Bachar al-Assad) progresa cada día políticamente y militarmente” y “el régimen sirio podía caer en cualquier momento”. Cualquier momento, eso puede ser en un futuro muy lejano. No llevaremos más lejos la exégesis y nos contentaremos de recordar que M. al-Arabi no es más que un asalariado del emir de Qatar.

Las entrevistas entre Putin y Erdogan a Ankara este lunes, se han cerrado, más allá de las fórmulas de cortesía y por encima de las realidades económicas que unen a los dos países, con un franco desacuerdo. Es lo que Putin ha expresado sin rodeos en el transcurso de una conferencia de prensa común con el Primer Ministro turco. Cierto es, ha afirmado, que Moscú y Ankara comparten los mismos objetivos (de paz y democracia) para Siria. Pero, obviamente, la manera difiere. “Rusia y Turquía no pueden encontrar de momento una concordancia acerca de los medios de arreglar la situación en Siria”, ha dicho escuetamente el presidente ruso. De paso ha criticado nuevamente el proyecto de despliegue de 4 o 6 baterías de misiles Patriot por los turcos en su frontera con Siria, despliegue que debería ser avalado por la OTAN, reunida hoy en Bruselas. Los misiles deberían ser operacionales en el primer trimestre del 2013.

Sergueï Lavrov, jefe de la diplomacia rusa, presente en la cumbre de la OTAN, expresará esta desaprobación rusa. Pero podemos pensar que más allá de las protestas diplomáticas, Moscú deberá trabajar sobre unas contramedidas técnicas para apoyar el gobierno sirio. Pensamos que lo harán. Por que no es de su interés que Bachar pierda y que Qatar y la OTAN ganen. Después de todo, esos misiles están también dirigidos contra los rusos tanto como contra los sirios (y los iraníes).

Algunos consideran la postura de Putin relativamente “floja” sobre siria. Eso es no valorar correctamente la acción diplomática -fundamental- y la ayuda técnica y militar -nada despreciable- de los rusos en favor de Siria desde hace un año y medio. La manera rusa, denunciada globalmente como brutal por esencia por los medios atlantistas, privilegia la forma, una forma respetuosa de los procedimientos internacionales de negociación, que subraya a contrario el activismo y la agresividad de los occidentales sobre el expediente sirio.

En el fondo, toda la acción de Putin y de Lavrov desde hace unos 20 meses consiste en demostrar al mundo que Washington y sus aliados no quieren ni la paz, ni la democracia, ni el diálogo, como tampoco los quieren los rebeldes islamistas que asolan a Siria. Esta estrategia debe ser completada con una ayuda militar y económica concreta. Esta existe, aunque está poco mediatizada. Putin, considerado como un cosaco por las “élites” occidentales, quiere corregir esta imagen, y recordar a la opinión pública internacional que la paz en el mundo -y en Oriente Próximo- está más amenazada por los cowboys que por los cosacos.