El caso de Imrat Firasat ilustra mejor que cualquier otro hasta qué punto el Gobierno español se halla rehén de las organizaciones islámicas que merodean en nuestro país en estrecho consorcio con países árabes y con un objetivo que se está cumpliendo a rajatabla: la paulatina islamización de nuestra patria. Ha bastado que este ex musulmán paquistaní elabore una película sobre la vida de Mahoma para que el Ministerio del Interior le haya quitado la condición de asilado en España, de la que disfrutaba desde 2010. Con el islam hemos topado.

Firasat hizo público un tráiler de la película en el que aparece hablando en la plaza de Colón de Madrid con la bandera española al fondo, y en el que se pregunta, entre otras cosas, si el profeta del islam era “un santo enviado por Alá o un violador de niños y un asesino”. El año pasado ya lanzó una serie de caricaturas sobre Mahoma. Interior no precisa los motivos legales para retirarle el derecho de asilo. AD conversó sobre éste y otros asuntos con Firasat.

– ¿Cómo y cuándo recibió la noticia de la revocación de su asilo por parte de España?

Hace 15 días recibí una notificación en la que se me informaba de que se había iniciado un procedimiento para revocar mi estatuto de refugiado. Me dieron 15 días para presentar las alegaciones en mi defensa. A los tres días de presentar las alegaciones en la oficina de asilo en Madrid me anunciaron la revocación de mi asilo con la excusa de que soy el peligro para la seguridad nacional. Un proceso para retirarle el asilo a una persona que normalmente tarda 6 meses, en mi caso se tramitó en sólo 3 días, sin que las alegaciones presentadas en mi defensa fueran atendidas.

-Quién cree que ha presionado al Gobierno español para que tome esta decisión.

Sin duda son las organizaciones musulmanes en España y los gobiernos musulmanes de otros países quienes han presionado al gobierno español. España no me ha revocado el asilo por cometer delito alguno. Es por eso que en la resolución final no se establece que, según las leyes españolas, yo haya cometido algún delito. Solamente se dice que mis denuncias sobre el islam han sido acogidas con indignación en el mundo musulmán. Esto es lo mismo que encarcelar a un periodista, no por injuriar ni quebrantar alguna norma, sino por escribir algo que no guste a un determinado lobby.

-¿Confirma esto que el Gobierno español se encuentra en manos del islam?

Sí, absolutamente. Por un lado hablamos de la libertad de expresión y por el otro, cuando alguien quiere expresar su opinión, se le persigue para callarle. Llevo 7 años revelando la suciedad del Islam y nunca había ocurrido nada. Además, la razón por la que me fue concedido el asilo político en España fue por criticar al Islam ¿Por qué me presionan, me persiguen, me revocan el asilo y me quieren deportar a un país donde me espera la pena de muerte? Está claro que por el miedo al mundo musulmán. Hemos perdido nuestros derechos y valores occidentales por el miedo a las relaciones económicas con los países petrolíferos islámicos y a la violencia injustificada de los musulmanes.

-¿Teme entonces por su vida? ¿Supone esta revocación de tu asilo una segura condena de muerte?

Si hubiese tenido por mi vida nunca me habría atrevido a criticar a Mahoma o al islam. Jesucristo tiene un propósito especial para mi vida. Dios y la verdad están conmigo y eso me impide temer por nada ni a nadie. Lucharé por mis derechos hasta el último suspiro y seguiré luchando para que se sepa que el islam es un peligro para la sociedad occidental. Mire, en cualquier otra circunstancia, si un ciudadano advierte al país que le acoge del peligro que para la convivencia, la paz, la seguridad y la libertad de ese país supone la existencia de un enemigo visible, esa persona sería elogiada. Cuando ese peligro lo representa el islam, entonces las autoridades políticas prefieren mirar hacia otro lado y sacrificar la seguridad de sus compatriotas. En cualquier caso, si el gobierno español ignora todas las leyes por miedo al mundo musulmán y me envía a Pakistán, donde me matarán por blasfemia, entenderé entonces que mi destino fue el de ser un mártir en el camino de la verdad.

-¿Qué pasos va a dar a continuación?

De momento estoy en proceso de interponer recursos. Mis abogados están mirando todas las posibilidades para demostrar que lo que el Gobierno español está haciendo conmigo responde a un acto de miedo y de discriminación contrario a la ley.

-¿Por qué no se actúa de la misma forma con los musulmanes que atacan a los cristianos?

Es lo que yo también me pregunto, pero no recibo ninguna respuesta por parte de las autoridades. Los musulmanes tienen la libertad de quemar las iglesias, perseguir a los cristianos, matar a los que no creen en Alá y Mahoma, y poner bombas en los países que les han acogido. Pero nosotros no podemos criticar esos actos ni el ideario que los inspiran, porque el Gobierno teme que esta gente violenta nos ataque. Fíjese la paradoja: se me quiere condenar a una muerte segura en Pakistán para no despertar a la fiera violenta que el Gobierno cree dormida. Es decir, como revocarle el asilo a un extranjero que hubiese denunciado las actividades de ETA, con el único propósito de no irritar a la banda terrorista. Lo que tiene que hacer éste y cualquier gobierno es expulsar a los violentos y no a quienes denuncian la violencia. ¿Por qué ningún gobierno español ha condenado nunca la violencia islámica? Lo peor es que el peligro del islamismo ya ha conseguido uno de sus más macabros objetivos: que se deje de hablar de ellos por miedo y que  en cambio se persiga a los que dentro de Occidente hacemos uso de la libertad de expresión para denunciar sus actividades contrarias al orden legal.

-¿Qué pueden hacer por usted los lectores de AD?

Lo que hoy me pasa a mí, mañana le puede pasar a cualquiera. El Gobierno español puede arrebataros también a vosotros el derecho a la libertad de expresión y puede que llegue un día en el que, antes de pensar u opinar sobre el islam, habrá que pedir permiso a las autoridades. Lo único que les pido es que recen por mí y que nunca permitan que nadie les quite su derecho a opinar libremente, que es el valor principal y más importante de nuestra vida.