Un año más hemos conmemorado la muerte heroica de Ion Mota y de Vasile Marin el 13 de Enero de 1937. Vinieron desde Rumanía, la nación hermana, como dijera el General Jorge Cantacuzeno, para combatir en una guerra santa, que se libró en España, pero que fue de todos y también, por ello, de los rumanos.

La muerte heroica de Mota y Marín sigue viva en mi memoria y que me alegra saber que hay rumanos y españoles que seguimos luchando por los mismos Ideales por los que Mota y Marín combatieron en vida y dieron testimonio personal con su muerte.

Aquella guerra concluyó con una victoria militar, pero no como guerra ideológica. Lo prueba, simbólicamente, que en la Ciudad Universitaria de Madrid hay un monumento dedicado a las Brigadas Internacionales, y que aquí, en Majadahonda, se ensucia con pintadas y quiere destruirse la Cruz y el Arco que recuerdan a Mota y Marín.

Desde mi infancia he tenido un afecto especial por Rumanía, nación de frontera, y ya de estudiante, una fotografía de Cornelio Zelea Codreanu, con sólo mirarla me servía de estimulo para continuar mi tarea.

Ya en Madrid, en el Colegio Mayor Jiménez de Cisneros conocí a dos rumanos que escapados del terror comunista, vinieron a España: Jorge Uscatescu, autor entre otros libros de “La rebelión de las minorías”, y Aurel Rauta, lector de rumano en la Universidad de Salamanca. Los dos fueron conferenciantes en el Aula de Fuerza Nueva, y con ellos, y otros más, fundamos la “Asociación de Amigos de Majadahonda”.

Horia Sima, al que me unió una entrañable amistad, tuvo la idea de recordar con este monumento, tantas veces deteriorado, a Ion Mota y Vasile Marín. Con este objetivo pidió y obtuvo un préstamo de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, que avalé con sumo gusto.

El proyecto Europa, convertido con habilidad y astucia en un proyecto para desarraigarla, nada tiene que ver con la Europa de las Patrias y de los ciudadanos que querían Mota y Marín y que, como escribiera Horia Sima, “fueron los cruzados de la Cristiandad oriental muertos en España por la Cruz”.

Sobre la tierra que recogió la sangre de estos dos cruzados de la Europa auténtica, invoco los nombres de José Antonio, el Fundador, y de Codreanu, el Capitán; de los generales Cantacuzeno y Moscardó; y de Ion Mota y Vasile Marín: ¡Presentes!