Un triste buey
Blas de Lezo.- La sociedad española carece de pulso. Se ha convertido en el cuerpo de un animal inerme, como el de un buey al que se le puede conducir enganchado a un aro que le atraviese la nariz. Por fin lo han conseguido, de forma mancomunada, la triste, corrupta y perversa clase política, y los denominados medios de comunicación que son, en su inmensa mayoría, de clase tan perversa como la de sus aliados.
Son los más diabólicos “medios” de información desde que Guttemberg empezó a fundir plomos para hacer letras.Resulta asombroso, y por supuesto desolador, que se haya podido aplastar el sentido crítico, la razón y hasta la inteligencia más elemental de una sociedad a la que llamamos “española” por seguir la costumbre, de forma que se ha borrado toda una época de la Historia de España dejándola sólo como paréntesis, para enlazar los tiempos actuales con los del Frente Popular.
No importa que ese período de tal “Frente” haya sido uno de los más nefastos, siniestros, criminales, sangrientos, depredadores y destructivos de nuestra Historia, período en el que hasta la existencia de España como país con muchos siglos a sus espaldas, estuvo en peligro de extinción, porque el “sistema” ha conseguido hacer héroes y santos laicos de sus responsables. Nombres de calles, jardines o centros “culturales” llevan nombres de personajes que en cualquier país del mundo estarían en las listas más negras de sus historias, mientras que se borran, se destruyen y se aniquila todo recuerdo de quienes les vencieron. Y en la actualidad, todo (todo) lo referente a eso que se denomina “franquismo” es denostado, calumniado y hasta ocultado con el mayor desparpajo.
No hace mucho, Zaplana se quejaba de la destrucción de la Seguridad Social iniciada por el PSOE, magníficos logros que se iniciaron, al parecer, con determinado político de la restauración. De la obra realizada en tiempos de Franco, ni palabra. La labor continua, pesada, implacable del cine, prensa, radio y televisión iniciada hace casi cuarenta años ha dado sus lógicos frutos. Todo aquel que tenga cincuenta años ha sufrido ese brutal lavado de cerebro, y los resultados están a la vista.
Nada, absolutamente nada de la obra social, industrial, sanitaria, de obras públicas, de pesca, energía, hidráulica…, nada sobre las increíbles cotas de crecimiento, de bajo endeudamiento, de incremento espectacular del nivel de vida, de la alfabetización, de la baja mortalidad infantil, de las pagas extraordinarias, de la formación profesional, de la baja población penal…, nada, como si ese período de nuestra Historia no existiera más que para bodrios pseudohistóricos como “Cuéntame cómo pasó”, no se qué sobre “Tiempos Difíciles” o documentales con fondo de coplas en la que predomina “Suspiros de España”. Manipulación, desvergüenza y mentira.Y el buey con la anilla en la nariz camina tirado por esos manipuladores a los pastos podridos que estos eligen.
Cuando vemos que hay calles dedicadas a criminales como Carrillo, Grimau, Nin, Sabaté…, monumentos a separatistas a Arana, Maciá o Companys, aquello España de la España eterna nos parece una filfa, porque esa España tiene ya sus días contados. Dos pilares de nuestra sociedad de otrora, la Iglesia y el Ejército, parece como si hubieran renunciado a su propia identidad en la reciente Historia de España, y han dejado hacer.
Un cardenal pone de ejemplo a un individuo muy poco ejemplar ni como persona ni como rey, y se queda tan fresco, mientras que el Ejército colabora en la destrucción de su propia Tradición, Historia y Patrimonio. Las banderas de los maricas o la de la segunda república se pasean sin problemas por manifestaciones y festejos, mientras que la del águila de San Juan es anatematizada, especialmente por la denominada derecha, que quizá es sólo centro o que a lo mejor no es nada. Hemos llegado a un punto en el que nadie se atreve a hablar en voz alta sobre el pasado, hoy denominado “franquista”. No es un pasado de nuestra Historia, es simplemente del “franquismo”.
Políticos, los de profesiones liberales, empresarios, obispos, funcionarios, deportistas, artistas, miltares…, tienen un exquisito y prudente cuidado en sus manifestaciones públicas, en lo que dicen y hasta en lo que piensan, porque les va el destino, el trabajo o la misma profesión. Y lo peor es que no se ve el final a este túnel, la labor destructiva de cerebros ha sido tal que inyectar cordura y vergüenza a esta sociedad-buey es tarea ya imposible. Sociedad descristianizada, sodomizada, que adora al becerro de oro (que resulta que es de hojalata), con el hedonismo como fin inmediato y lejano, atufada de fútbol, a la que ya no hay corrupción que conmueva, paciendo mientras las autonomías acaban con las pocas energías que nos quedan, que desprecia e insulta al empresario, mientras que soporta que sinvergüenzas, políticos y banqueros depredadores se pasen por el forro las leyes, los tribunales y hasta las sentencias y se retiren a gozar de sus bimillones sin que nadie les moleste.
El número “7” es un número “bíblico”. El régimen del Generalísimo Franco dejó el crecimiento en un 7 % y la Deuda en otro 7 %. Y dejándonos de Biblias, no olvidemos que el paro estaba en 1975 en el 4 %. Hoy el crecimiento es brutal decrecimiento, la Deuda está por el 90% y el Paro en el 26 %.
¿Por qué la crisis que alcanzó a toda Europa en España ha golpeado más fuerte? ¿Cómo es posible que haya países europeos con el 4 ó 5 % de paro, mientras que aquí estamos en esos tremendos niveles de desempleo? Desempleo en una sociedad pre-lavada, lavada y centrifugada con ese brutal lavado de cerebro. ¿Quién lo hizo mejor para España y los españoles en estos últimos cien años de nuestra Historia? Como decía Fernández de la Mora “un Estado no se valora por su semejanza con un prototipo presuntamente ideal, sino por su efectiva capacidad para mantener un orden progresivamente justo y próspero”.Y el buey sigue caminando uncido por el yugo, sin poder levantar la cabeza para mirar a un cielo donde antes volaban las águilas.
juas juas juas
Pues no le queda nada al buey, si no levanta la cabeza, expulsa el yugo y le clava una cornada en los huevos a los engominados explotadores de la ganaderia.