¿Sería Jesús elegido Papa en el cónclave?
Juan Arias.- Hagamos una ficción literaria. Imaginemos que Jesús de Nazaret, aquel profeta curioso e incómodo, se hubiese mimetizado en uno de los cardenales que entrarán en el silencio de la Capilla Sixtina para la elección del nuevo Pontífice.
Imaginemos que ese cardenal, sin saber los demás que es Jesús, tuviese un currículum parecido al del nazareno. ¿Creen que sería elegido papa? Me temo que no.
Estos días los medios mundiales de comunicación barajan en la elección del nuevo papa términos manidos y carcomidos por la semántica como conservador, progresista, renovador, conformista, moderno, tradicionalista, innovador, y mil otros adjetivos que al final significan muy poco.
En programa de la Globo News Painel, en un debate sobre la sucesión del papa, yo lancé días atrás la pregunta:”?Qué significa un papa progresista?” Hubo consenso en admitir que podía significar muchas cosas incluso opuestas y contradictorias.
¿Fue Jesús de Nazaret un progresista o un conservador?
Si resucitase Pedro, el apóstol, primer obispo de Roma, crucificado boca abajo por el poder romano que debió considerarlo poco amigo, ¿sería elegido de nuevo obispo de los romanos que es lo que en verdad es el papa?
Me temo que no.
Se dice que el papa Ratzinger querría como sucesor a un teólogo que defienda los principios de la fe; que la Curia Romana prefiere a uno de ellos, un burócrata y diplomático que no permita que se desmorone el castillo de poder levantado dentro de los muros vaticanos y que el mundo no europeo o norteamericano, el de la periferia del Planeta, donde los pobres lo son de verdad, preferirían un pastor, sin que tampoco sea muy claro que significa ser pastor. Jesús decía que hay lobos que se visten con piel de cordero para engañar al pastor.
Volvamos a Jesús.
¿Sería elegido un cardenal que como Jesús, en vez de tratar con bendiciones, concordatos de favor, halagos diplomáticos a los gobiernos y dictadores de turno les dijese, cuando pretenden intervenir en los asuntos de la Iglesia o cuando intentasen reprimir la libertad de expresión en el mundo, “Id y decid a esa zorra que yo seguiré predicando”?. Fue así como Jesús respondió al rey Herodes que pretendía condenarle al silencio.
O un cardenal que tuviese el coraje de decir: “Dadle a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”. El Banco del Vaticano y sus transacciones bancarias en paraísos fiscales y las maniobras de la Curia para influenciar los parlamentos, ?son cosas del César, o de Dios?
¿Sería capaz ese cardenal, como Jesús, de sentenciar: “Dejad que los muertos entierren a los muertos”?
O actuar en las luchas de poder interno de la Iglesia, como cuando dos apóstoles se disputaban el mejor puesto en el nuevo Reino que Jesús anunciaba, y que ellos creían que iba a ser terrenal. Jesús les amonestó diciendo que en su Reino, la única medalla, el único título era tomar la cruz de los otros y servir a los más humillados, y no la búsqueda de cargos y prebendas.
¿Sería un cardenal capaz de desempolvar aquel pasaje terrible de Jesús contra los abusadores de niños, para los que pidió “pena de muerte” (“Mejor le sería que le colocasen una rueda de molino al cuello y lo arrojaran al mar”), en vez de tentar esconder o minimizar los escándalos de pedofilia en la Iglesia que sigue cerrando hipócritamente filas en la defensa del celibato obligatorio?
¿Sería ese cardenal capaz de abrir las puertas de la Iglesia para que entraran en ella fieles e infieles, católicos y no, todas las tribus de fe o de ateísmo del mundo porque, como decía Jesús, en su reino cabían todos y todos eran igualmente dignos de ser considerados hijos de Dios?
¿Sería finalmente capaz de anunciar, en su primer discurso, que todos aquellos teólogos que fueron condenados al ostracismo por sus antecesores, todas las víctimas de la Congregación para la Doctrina de la fe, quedarían libres para seguir investigando con libertad de espíritu en el pozo inagotable de la verdad revelada?
Y por fin, sería capaz de derribar las mesas del Templo, de arrojar de él a los que hacen de la Iglesia un juego de negocios, a veces tan sucios que han llevado hasta a suicidios y asesinatos?
La Iglesia suele tener miedo de cardenales jóvenes. Los nombra a la mayoría casi ancianos. Se ha olvidado que Jesús era “papa”, es decir, profeta y evangelizador con apenas 30 años. Y que lo mataron en la flor de su vida. Y el poder, tanto el religioso como el civil, tembló ante él.
Cuando Pilatos escuchó de Jesús que su misión era anunciar la verdad, Pilatos le pregunta: “¿Y qué es la verdad?
Y sin darle tiempo para que respondiera lo condenó a muerte de cruz tras haber confesado: “No encuentro culpa en este hombre”.
La verdad asusta al poder y asusta a la Iglesia en la medida en que ella se mezcla y confunde con el poder mundano.
Definitivamente, Jesús tendría muy pocos votos en el cónclave. Para él la fumata sería negra.
Ojalá me equivoque dentro de unas semanas. Juro que lo festejaría.
Si Jesús entrara en el Vaticano se pondría furioso, y diría” otra vez los mercaderes ha ocupado mi templo…” los volvería a expulsar…
Es cierto que, por mor de la buena mala salud del Benedicto XVI, el espectáculo esta vez será incompleto y sólo constará de la segunda parte. Pero aún así, disfrutémoslo. Es un mes de espectáculo para años de pesadilla homófoba, machista, entre otras. Sólo me queda un deseo… http://manueltolosana.blogspot.com.es/2013/02/el-conclave_21.html
Un buen articulo y muy valiente. En cuanto a la ficción literaria, personalmente no puedo imaginar un cardenal con los arrestos, la lucidez ( entre otras muchas cualidades de Jesús) y el AMOR que sentía por todos sus semejantes. No creo que ese supuesto cardenal llamara sepulcros blanqueados a los miembros de la iglesia y mucho menos que Jesús formara parte de una secta,Él nunca hablo ni promulgo por semejante “institución”. Dejó muy claro que todos somos hijos del mismo Padre. El vaticano y sus esbirros solo entienden como padre el poder y el dinero.