Idiocia e izquierda van de la mano
Hay tres libros que desde hace años forman parte de mis lecturas “de cabecera”, uno es “Alegro, ma non troppo” de Carlo María Cipolla; otro es “Oligarquía y Caciquismo como forma de Gobierno en España” de Joaquín Costa, el tercero “Manual del perfecto idiota latinoamericano” de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner, y Álvaro Vargas Llosa. Los tres siguen estando de plena actualidad (el de Costa absolutamente profético, con un siglo de anticipación).
El libro de Carlo Cipolla (Cebolla en italiano) es el mejor tratado sobre la estupidez humana con diferencia. El libro de Joaquín Costa, quienes me conocen, saben de sobra que lo menciono en enésimas ocasiones, pues es la más clara definición de la España actual, a mi modesto entender. No puedo dejar de pasar la ocasión de recomendar leer ambos textos a quienes no lo hayan hecho aún.
Hoy voy a centrarme especialmente en Carlo Cipolla, pues viene como anillo al dedo para hablar de la “izquierda” política.
Los “valores” de eso que se hace llamar izquierda son formas de estupidez que han anidado profundamente en la conciencia de la mayoría de la gente, estupideces propias de la modernidad, que se han colado en la Iglesia, en el Estado (en el poder ejecutivo, en el judicial, en el legislativo… e incluso en el “cuarto poder”) en la mente de todo quisqui, y que han acabado introduciéndose hasta en nuestras casas. De la mano de los “valores progresistas” se ha ido instalando entre nosotros, casi sin apenas darnos cuenta, la estulticia… habiendo llegado a tal extremo que la idiocia ha dejado de ser vergonzante; tal cual los diversos fanatismos religiosos (al fin y al cabo la izquierda es una forma de herejía del Cristianismo).
No olvidemos que la idiocia y la maldad no son excluyentes; es más, como decía Sócrates, la maldad es solo un tipo de estupidez.
Uno de los rasgos más característicos de la estupidez es que generalmente ningún estúpido piensa que lo es. Por el contrario, el más estulto de los estultos actuará y hablará con la convicción de que posee una mente privilegiada. Tal cual dice, también, Sócrates si uno cayera en la cuenta de cuan estúpido es en una determinada circunstancia, elegiría no actuar como un necio.
A poco que uno se acerque a la Historia de la Humanidad, y particularmente la de los últimos siglos, acaba llegando a la conclusión de que si ha habido una causa determinante, especialmente influyente en las tragedias, maldades, desgracias, genocidios… por los que se han visto afectados millones y millones de seres humanos esa ha sido la estupidez izquierdista. Y lo paradójico del asunto es que todavía las diversas utopías intervencionistas siguen teniendo buena fama y predicamento.
Generalmente tendemos a culpar a la perversidad intencional, a la malicia, a la megalomanía, a la codicia, a la conspiración,… de las malas decisiones que se toman, y de los resultados de las mismas, que por supuesto “existen”; pero un estudio exhaustivo de la conducta humana nos lleva inevitablemente a la conclusión de que el origen de los terribles errores que cometen los humanos está en la pura y simple estupidez.
Como dice el historiador italiano Carlo María Cipolla, cuando la estupidez se combina con otros factores -como la ideología izquierdista, los diversos socialismos o comunismos-, sus efectos son devastadores.
No está de más recordar las “leyes sobre la estupidez humana” que enunció Carlo Cipolla:
Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación.
Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
Tercera Ley Fundamental (o de Oro): Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
Cuarta Ley Fundamental: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El corolario de esta ley dice que: El estúpido es más peligroso que el malvado.
Los estúpidos son peligrosos, mortíferos porque a los individuos sensatos les es difícil comprender un comportamiento estúpido. Una persona racional, con una mente lúcida, puede entender la “lógica perversa” del malvado, ya que sus actos persiguen su provecho personal, y son previsibles… Aunque una persona malvada no sea lo suficientemente inteligente como para conseguir beneficios sin causar daño a los demás. Sus acciones no son éticamente admisibles, pero sí son “racionales” y por tanto podemos anticipar tanto sus movimientos como sus consecuencias.
Por el contrario, tratándose de personas estúpidas, todo ello es absolutamente imposible; no hay manera racional de prever cuando, cómo y por qué, un estúpido llevará a cabo su pérfida y cruel embestida. Frente a un individuo estúpido nadie está completamente a salvo.
Si todos los miembros de una sociedad fueran malas personas, la sociedad apenas avanzaría, pero no se producirían grandes desastres ya que los beneficios de unos serían los males de otros. Se produciría una cierta “redistribución de bienes y servicios” movida por vileza; aunque no se produciría apenas “riqueza”. Pero cuando los necios actúan las cosas cambian por completo: ocasionan trastornos, destrucción, daños a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas e inevitablemente la sociedad entera se empobrece.
No olvidemos que en cada uno de nosotros hay un cierto grado de estupidez, que por lo general suele ser mayor de lo que suponemos.
Tampoco debemos ignorar que cuando los estúpidos se “coordinan y organizan”, el encontronazo puede aumentar como una progresión geométrica, es decir, por multiplicación, no adición, de los factores individuales de estupidez.
Y, recordando una vez más a Carlo Cipolla: la combinación de la inteligencia en diferentes personas tiene menos trascendencia que la combinación de la estupidez, porque la gente no estúpida tiende siempre a subestimar la capacidad de causar daño que posee la gente estúpida.
Tal como también nos enseña Carlo Cipolla el poder tiende a situar a “malvados inteligentes” en la cima de cualquier organización (que en ocasiones acaban comportándose como “malvados estúpidos”); y ellos, a su vez, tienden a favorecer y proteger la estupidez y mantener fuera de su camino lo más que puedan a la genuina inteligencia. (Esto es lo que los psicólogos denominan Mediocridad Inoperante Activa, y Joaquín Costa “meritocracia por lo bajo”).
Decía Carlo Cipolla que en determinados momentos históricos, cuando una nación está en situación de ascenso, de progreso, posee un alto porcentaje de personas inteligentes fuera de lo común que, intentan mantener al grupo de los estúpidos bajo control, y que, en el mismo tiempo, produciendo bienes y servicios, ganancias para si mismos y para los demás miembros de la comunidad, suficientes para convertir el progreso en perdurable. Así mismo, afirma que en cualquier comunidad en declive el porcentaje de individuos estúpidos es incesante; haciéndose notar, acabando por influir en el resto de la población, especialmente entre quienes ocupan el poder, un alarmante crecimiento de malvados con un alto grado de estupidez – y, entre aquellos que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento de la cantidad de individuos desprovistos de inteligencia. Cuando en la población predominan los estúpidos, inevitablemente la sociedad está abocada a la destrucción, a llevar hacía su propia ruina.
La reversión de esta tendencia a veces es posible, pero requiere una combinación de factores muy poco comunes, como la convergencia de personas inteligentes capaces de asumir poder con un empuje colectivo para introducir un cambio trascendente.
España es una meritocracia a la inversa, como decía Joaquín Costa hace más de un siglo, donde se selecciona a los peores y se prescinde de los mejores individuos, se aparta a los competentes; en este régimen caciquil y oligárquico solo triunfan los peores.
Como nos dice Mario Vargas Llosa en el prólogo del “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, el idiota izquierdista cree que somos pobres porque “ellos” son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquéllos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (él está en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el cyberespacio, sentirse on-line y (sin advertir la contradicción) abominar del consumismo. Cuando habla de cultura, agita al aire –a la vez que levita- con frases del tipo: “Lo que sé lo aprendí en la vida, no en los libros, y por eso mi cultura no es libresca sino vital». ¿Quién es él? Es el idiota izquierdista…
Esa clase de idiota despierta el afecto y la simpatía, o, a lo peor, la conmiseración, pero no el enojo ni la crítica, y, a veces, hasta una secreta envidia, pues hay en los idiotas de nacimiento, en los espontáneos de la idiotez, algo que se parece a la pureza y a la inocencia, y la sospecha de que en ellos podría estar agazapada, escondida nada menos que esa cosa terrible llamada por los creyentes santidad.
La idiotez de la que se está hablando es de otra índole. Está presente “urbi et orbi”, corre como el azogue y echa raíces en cualquier parte. Postiza, deliberada y elegida, se adopta conscientemente, por pereza intelectual, modorra ética y oportunismo civil. Ella es ideológica y política, pero, por encima de todo, frívola, pues revela una abdicación de la facultad de pensar por cuenta propia, de cotejar las palabras con los hechos que ellas pretenden describir, de cuestionar la retórica que hace las veces de pensamiento.
Ella es la beatería de la moda reinante, el dejarse llevar siempre por la corriente, la religión del estereotipo y el lugar común. Nadie está exento de sucumbir en algún momento de su vida a este género de idiotez (yo mismo he de reconocer que he pecado de ello durante años…)
Existe la idiotez sociológica y la de la ciencia histórica; la politológica y la periodística; la católica y la protestante; la de izquierda y la de derecha; la socialdemócrata, la demo-cristiana, la revolucionaria, la conservadora y — ¡ay! — también la liberal.
Todas las doctrinas que profusamente tratan de explicar realidades tan dramáticas como la pobreza, los desequilibrios sociales, la explotación, la ineptitud para producir riqueza y crear empleo y los fracasos de las instituciones civiles y la democracia se explican, en gran parte, como resultado de una pertinaz y generalizada actitud irresponsable, de jugar al avestruz en lo que respecta a las propias miserias y defectos, negándose a admitirlos —y por lo tanto a corregirlos — y buscándose coartadas y chivos expiatorios (el imperialismo, el neocolonialismo, las trasnacionales, los injustos términos de intercambio, el Pentágono, la CÍA, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etcétera) para sentirse siempre en la cómoda situación de víctimas y, no tener mala conciencia,… eternizarse en el error.
Pero lo más increíble es acabar comprobando lo enormemente reacios que son los idiotas izquierdistas a aceptar que la realidad puede tener varias caras; resulta chocante hasta que punto llegan a ignorar las desgracias, las injusticias, los abusos que no estén en su repertorio absolutamente maniqueo, no se olvide que para ellos, o se está con ellos –se es de “los nuestros”- o se está contra ellos, para el idiota izquierdista no existen tonos grises… quienes no están con “nosotros” dicen memeces, son “fachas”, amigos, nostálgicos, o simpatizantes del régimen franquista… Quienes no compartan sus ideas son seres perversos, egoístas, profundamente inmorales, o poseen algún tipo de fobia…; les hablo, por supuesto de quienes proclaman la necesidad de potenciar, dar prioridad a “lo público”, la escuela pública, la sanidad pública,… y llevan a sus hijos a colegios privados, y acuden a la sanidad privada… Son aquellos que ponen por locos a quienes se atreven a cuestionar el dogma de lo políticamente correcto, acerca de sancedes como el “calentamiento global”, o la versión progre de la historia reciente de España , o la llamada “perspectiva de género”… Curiosa panda la de los idiotas izquierdistas.
Pero, no debemos olvidar que aparte de los progres idiotas relativamente bienintencionados y aparentemente inofensivos, están los idiotas realmente peligrosos, ese grupo de sinvergüenzas, depredadores, cínicos, que ni tienen programa, ni principios, ni objetivos (bueno, sí, objetivo si tienen, CONSERVAR EL PODER A TODA COSTA…) y que proclaman que están al lado de los más desfavorecidos…Claro, que aunque suenen parecidas, una cosa es la Ética, y otra la Estética… Esta secta de “paripé”, poses, aparentar, mentir, y demás pues andan bastante bien; pero de “Moral”; de eso entienden poquito.
Lo que sí hay que reconocerles, en honor a la verdad, es su enorme habilidad anestésica, su enorme capacidad de manipular a la gente corriente y de crear falsas expectativas.
Nunca me ha terminado de convencer la gente que va por el mundo enunciando “leyes fundamentales” de cosecha propia, de manera que creo que el tal Cipolla es o era un estupido, y esto puede verse claramente analizando la “tercera ley”, que meteria en la categoria de los estupidos a gente que asume perdidas personales por un bien mayor. El brillo del oro ciega al cipayo ese. Me ha gustado mucho el articulo, por cierto.
En efecto,la parroquia de izquierdas o rojelia,esta llena de idiotas y cretinos,conozco a unos cuantos,pero los que los manipulan,sus jefezuelos ideologos,saben muy bien lo que hacen con esa parroquia de imbeciles,y son unos autenticos joputas,pero joputas de verdad.
ya le digo si son hijoputas, se dedican a venderles cocaina a los imbeciles, a venderles “Forum Filatelico” a los imbeciles, a venderles todo trajeados hipotecas a los imbeciles y un largo etcetera de actividades altamente lucrativas para una parte y perjudiciales para la otra, terminadas todas con las tres palabras “a los imbeciles”.
Buenisimo de principio a fin.
Pero este párrafo en concreto:”No olvidemos que en cada uno de nosotros hay un cierto grado de estupidez, que por lo general suele ser mayor de lo que suponemos”
No se a cuantos de nosotros habrá hecho levantarse a beber un vaso de agua en vez de esbozar una sonrisa y admitir “tocado”