Las gaviotas ya no vuelan sobre el mar
Vivimos en un continuo desconcierto. Hay demasiados problemas pendientes y pocos capaces de resolverlos. Los brotes verdes que anunciaba Zapatero, no se ven por ninguna parte y nuestra vegetación social es cada día más mustia. Todos creíamos que el cambio de gobierno iba a suponer una inyección de moral, honestidad y mejora y nos hemos encontrado más hundido que el famoso “Titanic”, tras su percance con el iceberg. ´
La política y los que la dirigen dominan nuestras vidas en plan más dictatorial que el periodo franquista. Una época que comparada con la actual parece más demócrata y socializada que los tiempos que vivimos de impunes corrupciones y sinvergüenzas relevantes. Al menos conseguimos unos avances sociales y una estabilidad económica que nos colocó a la cabeza de Europa y nos mereció el obligado respeto hasta de los que odiaban al “dictador”, porque les había vencido o no eran afines a sus ideas.
En la actualidad, no hay día que pase sin que se anuncie a bombo y platillos, es decir, con gran alarde, un nuevo escándalo protagonizado por algún ejemplar de esa fauna variopinta que ocupa sillones de lujosos despachos, utilizan coches oficiales y viven de los caudales públicos sin preocuparse lo más mínimo por el cumplimiento de sus obligaciones, que para eso tienen a sus segundos y éstos, a su vez, a los terceros, para que el modesto funcionario rellene papeles que saben de antemano no tendrán eficacia, salvo que les suponga una ganancia considerable y extra a sus ya elevados sueldos.
El asunto Bárcenas está en el candelero, -en esta ocasión quizás iría mejor decir en el candelabro por las encendidas polémicas que irradia-, sin que nadie sepa a ciencia cierta cómo va a terminar, si es que acaba alguna vez. El protagonista soplón está ya entre rejas a pesar de sus cientos de millones y papeles acumulados o mejor dicho a causa de ello, aunque se admiten y se hacen apuestas de que todo terminará de la forma acostumbrada. Es decir, en la calle y a disfrutar de lo ganado con el sudor de su frente y su habilidad contabilizadora, por esa impunidad inherente a su cargo que parecen gozan los que se dedican al “difícl” arte de la política de gran altura.
Rajoy, al que tanto ponderé antes de las elecciones y la Cospedal, si el juez no demuestra lo contrario, en unión de otras relevantes figuras de su partido, son los que suenan con mayor clamor y constancia como imputados en esta trama. Yo no pongo mi mano en el fuego, ni por mi mismo, menos aún por los que a pesar de tantas acusaciones, posibles pruebas presentadas y citas en todos los debates, se escudan en un silencio vergonzante y ominoso, que en un Presidente de gobierno resulta tan chocante como inadmisible. El que calla otorga y el que escurre el bulto para no machacar con la verdad a sus detractores, algo teme y debe. Debe intervenir ý tener la valentía de admitir su culpa, si la tiene, o acallar con razones suficientes a los que le vituperan. Todos esperamos que ese uno de agosto, fecha elegida para dar la cara ante el Congreso o Senado, – lo mismo da-, se despeje por fin la incógnita que hoy tiene a toda España soliviantada, unos frotándose las manos de contentos y otros lamentando el patinazo de un hombre en el que pusimos nuestras ilusiones y esperanzas un ayer no muy lejano.
Este no es el Rajoy que votamos, pero sí el que hemos criticado al conocer su incumplimiento de promesas y su incapacidad para gobernar en un periodo de crisis. Y me gustaría poder equivocarme. Si no quiere cargarse al partido, ya excesivamente tocado y puesto en tela de juicio, debería tener la honestidad de aclarar su posición en este caso y si es verdad lo que se cuenta, tener la dignidad de admitirlo y dimitir para que otro sin esa lacra se haga cargo del gobierno de la nación. Conste que me dolería que fuera éste el final de tal embrollo.
Lo que me desconcierta y hasta subleva es que los imputados de este millonario affaire continúen en sus cargos tranquilamente, (al menos de cara a la galería), aunque me figuro que con la vista fija en la sede judicial donde se escenifica el bochornoso espectáculo, ante el temor de que en un inesperado movimiento o desliz, pueda quedar atrapada su “gaviota” entre legajos y diligencias. Claro que aquí no suceden las cosas como en Finlandia, donde en un golpe de cordura y justificada decisión condenaron a gobernantes y banqueros y los encerraron tras las rejas de una bien merecida cárcel. A los deshonestos se entiende.
En contra de lo que decía Rojas Zorrilla, en su obra “Del Rey abajo ninguno”, en referencias al honor de la persona, hoy tendríamos que cambiarla por lo contrario, ya que podemos afirmar que “nadie está libre de pecados” y menos si anda en el mundo de la política y el poder.
Lo dicho esto acabara exactamente como lo del yerno del rey, se diluira en el tiempo sin ningun tipo de resolucion ni de esclarecimiento hay demasiados mafiosos implicados en el asunto.
Pasara como el atentado de los trenes no sabremos absolutamente nada y el tiempo pasara y las gaviotas no se detendran.