Los sindicatos, contra el bienestar
Si ha habido en la Historia de la Humanidad un embuste eficazmente divulgado especialmente poderoso, y casi omnipresente, es el que afirma que los trabajadores asalariados están siendo sistemáticamente explotados, sojuzgados, por sus empleadores, y que esta presunta explotación no es más que esclavitud disfrazada, y que ese sojuzgamiento es el que mantiene a los pobres en la miseria.
Tal juicio moral (por muchos considerado profundamente indecente) acaba equiparando a cualquier industrial que amasa una fortuna (al que se le aplica siempre la presunción de culpabilidad) y a un delincuente que atraca un banco, a los cuales se considera igualmente inmorales, dado que ambos buscan obtener riqueza para su propio beneficio “egoísta”. La imagen que evoca la falacia de “la explotación” es la de que cualquier capitalista, cualquier empleador es un bruto sanguinario capaz de pisotear un sinnúmero de cadáveres para lograr sus fines, que no se preocupa por ningún ser viviente y que sólo persigue la satisfacción de caprichos súbitos e insensatos.
Para abolir, o como poco limitar, esa “injusticia”, la supuestamente mayor de todas las injusticias y presunta causa de todos los males sociales, según parece todo está permitido, todo está justificado, incluso los más de 100 millones de muertes que ocasionó el comunismo durante el siglo XX; los muchos otros genocidios y atrocidades cometidos por los gobiernos socialistas en sus diversas excolonias; los ataques contra la propiedad privada y las libertades que hoy se producen en múltiples países; el despojo – a través de impuestos – de la mayor parte de los ingresos de los miembros más productivos de la sociedad para “redistribuir la riqueza”; las leyes favorables a la coacción sindical y que imponen draconianas regulaciones laborales, supuestamente para el “noble objetivo de limitar la codicia y la voracidad de los empresarios”, que como dice el dogma colectivista/intervencionista, carecen de escrúpulos, y solo se mueven por perversos intereses inconfesables.
Si esta falacia – conocida como “teoría de la explotación” – fuera verdad, habría que considerar como absolutamente inmorales todos los esfuerzos de las empresas de resistir a las presiones y coacciones de los sindicatos beligerantes y a los gobernantes que se erigen en “tutores” de los asalariados.
Para quienes se manifiestan partidarios de esta teoría, la única alternativa moralmente aceptable sería que los empresarios entregaran sus empresas a sus trabajadores y el resto de sus bienes a los pobres y se fueran a vivir (y a morir) en la mayor indigencia posible.
Tanto los marxistas declarados como los socialistas vergonzantes siguen proclamando que mientras se alcanza el objetivo final de “expropiar a los explotadores”, como poco hay que arrebatarle a los empresarios lo más posible de sus ganancias, sea mediante mejores sueldos y prestaciones, sea a través de mayores impuestos para financiar servicios públicos que “beneficien a los más desfavorecidos”.
Se trata, en definitiva de institucionalizar la lucha de clases.
Paradójicamente los trabajadores que viven en países con regímenes de mayor flexibilidad laboral, en general disfrutan de mayor calidad de vida que los viven en lugares en los que predomina una menor flexibilidad.
En un mismo país por regla general los trabajadores no sindicalizados ganan tanto o más que los sindicalizados, y los miembros de cooperativas no tienen mejores ingresos que los trabajadores simplemente asalariados.
Las personas más pobres en cualquier nación, suelen ser justamente las que menos “sufren” la supuesta “explotación” capitalista.
Quienes divulgan la falacia de la explotación capitalista, también exigen determinados “derechos” tales como:
– El derecho a un empleo útil y bien remunerado.
– El derecho a ganar lo suficiente para obtener alimento, vestido y recreación adecuados.
– El derecho de cada familia a una casa decente.
– El derecho a una atención médica adecuada y a la oportunidad de lograr y gozar de buena salud.
– El derecho a una protección adecuada ante el temor a los problemas económicos de la vejez, la enfermedad, los accidentes y el desempleo.
– El derecho a una buena educación.
Respecto de todos esos derechos/deseos, todos ellos muy loables sin duda, surge inmediatamente una pregunta: ¿A costa de quién?
Los empleos, los alimentos, la vestimenta, la recreación, las viviendas, la asistencia médica, la educación, etc., no surgen espontáneamente por arte de magia, ni nos caen como “maná” del cielo. Son valores (bienes y servicios) producidos por seres humanos.
¿Quién o quiénes deben proporcionarlos?
Para que algunas personas tengan derechos sobre lo que produce el trabajo de otros es preciso que a estos últimos se les prive de sus derechos y se los condene a trabajar como esclavos.
Cualquier supuesto “derecho” de un individuo que implique la violación de derechos de otro no es, ni puede considerarse un derecho.
Es inadmisible que una persona pueda tener el derecho de imponer a otras una obligación no elegida, un deber no recompensado o una servidumbre involuntaria.
No existe “el derecho a esclavizar”.
El derecho de un ciudadano no implica la materialización de ese derecho por parte de otros; sólo incluye la libertad personal de lograr esa materialización a través del propio esfuerzo.
Es imprescindible saber diferenciar entre el derecho a la búsqueda de la felicidad y el derecho a ser feliz. Todos poseemos el derecho a realizar las acciones que consideremos necesarias para lograr nuestra propia felicidad, pero los demás no tienen obligación de hacernos felices. Todo el mundo tiene el derecho apoyarse en su propio trabajo para llevar una vida digna, en cualquier nivel económico, tan elevado como su habilidad se lo permita; no tienen que ser los demás quienes deban mantenernos con su esfuerzo.
Cualquier tarea, cualquier obligación, cualquier deber que implique a más de una persona necesita del consentimiento voluntario de los demás participantes. Cada uno de ellos tiene el derecho de tomar su propia decisión, nadie posee el derecho de imponérsela a los demás.
No existe “el derecho a poseer un empleo”, sino sólo el derecho a la libre contratación, es decir, el derecho de una persona a aceptar un trabajo si otro elige contratarla.
No existe el “derecho a una casa”, sino únicamente el derecho a trabajar en libertad para construirla o comprarla.
No existe el “derecho a un salario ‘justo’ o a un precio ‘justo'” si nadie está dispuesto a pagarlo, a ocupar a un individuo, o a comprar el resultado de su esfuerzo, o lo que ese individuo produzca.
No existen los “derechos de los consumidores” a la leche, al calzado, al cine o al caviar, si nadie decide producir tales bienes o servicios (sólo existe el derecho de fabricarlos uno mismo).
No existen los “derechos” de grupos especiales, ni los “derechos de los campesinos, de los trabajadores, de los empresarios, de los empleados, de los empleadores, de los ancianos, de las mujeres, de los jóvenes o de los aún no nacidos”.
Sólo existen los derechos del individuo, que son propiedad de cada persona particular y de todos los humanos como individuos.
El derecho a la propiedad y el derecho al libre comercio son los únicos “derechos económicos” de los ciudadanos (que, de hecho, son derechos políticos). No puede haber una “declaración de derechos económicos”. Es más, quienes dicen defender/reivindicar los “derechos económicos”, prácticamente han destruido los derechos individuales.
Es preciso recordar que los derechos son principios morales que definen y protegen la libertad de acción de cada persona, pero no imponen obligaciones a los demás. Los ciudadanos particulares no constituyen una amenaza a los derechos o a la libertad de los otros. El ciudadano particular que recurre a la fuerza física y viola los derechos de los demás es un criminal, y las leyes deben proteger a los demás individuos frente a él.
Los criminales son y siempre han sido una pequeña minoría en todas las épocas y en todos los países, y el daño que han causado a la humanidad es insignificante, comparado con las tragedias, las matanzas, las guerras, las persecuciones, las confiscaciones, las hambrunas, la esclavitud, la destrucción masiva, cometidos por los gobiernos a lo largo de los siglos.
El Estado depredador, el Estado expoliador fiscal, el Estado tutor de extorsionadores como los sindicatos y partidos políticos, el Estado niñera/canguro, el Estado providencia, el Estado redistribuidor de la riqueza, es el mayor obstáculo para la prosperidad generalizada, para que los países pobres alcancen el desarrollo, para la libertad. El mejor Estado es la más mínima expresión de Estado…
Toda la retórica vacía sobre el poder del proletariado es pura mitología y demagogia barata. La fuerza de los sindicatos es exclusivamente la fuerza del Estado, que en lugar de respetar la libertad contractual se erige en un árbitro prevaricador, que se deja sobornar, que por ley toma partido contra los patronos, contra los empresarios y que, fuera del ámbito laboral, se dedica a expoliar a los generadores de la riqueza mediante impuestos e inflación.
El principio que siempre debe regir en una sociedad libre es el de que todo individuo tiene derecho natural a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la seguridad. Toda persona tiene derecho a hacer con su vida lo que le plazca, siempre que respete que los demás tienen idéntico derecho. Ningún individuo debe ser obligado a nada por los demás. Las relaciones entre individuos siempre deben ser voluntarias. El uso de la fuerza solamente es legítimo como medio de autodefensa y según la ley puede ser ejercida por el individuo agredido o por la autoridad pública en la que haya delegado tal facultad.
En una comunidad en la que existe miedo (miedo que siempre es alienante, por más que haya algunos que digan lo de que “el miedo es libre”) cualquier miembro del grupo estará “procurando proteger su espalda”, y tratando de evitar que los abusadores, extorsionadores, pongan la vista en él; es más si a alguien se le ocurre ideas para mejorar, o para ayudar a la comunidad, a la organización, se acabará retrayendo por miedo y no las expresará… En las comunidades en las que la gente no se siente bien tratada, no se siente satisfecha, casi nadie está dispuesto a hacer algún esfuerzo extra, o implicarse de manera especial; cuando la gente tiene el convencimiento de que quienes tienen el poder son gente abusadora, mediocre, gente estúpida, en pocas ocasiones está dispuesta a dejar lo que está haciendo en ese momento, para arrimar el hombro.
Hay un proverbio árabe que dice que cuando un hombre inteligente se junta con un vicioso, se acaba convirtiendo en idiota… los mediocres y abusadores tienen tendencia a juntarse, a aliarse, y cuando esto sucede es muy complicado separarlos. Un ambiente de tales características es una especie de “aspirador de civismo” que absorbe toda la bonhomía, toda la bondad existente en el entorno, convirtiendo a la gente en individuos desarraigados, gente insensible, desarraigo que suele propagarse como si de una epidemia se tratara.
Decía Walt Whitman: “Rechaza todo aquello que insulta a tu alma”, es preferible evitar por todos los medios vivir junto a gente abusadora, depredadores, extorsionadores,… pero ¿Por qué es tanta la gente que aguanta, tolera, justifica, e incluso alaba el comportamiento denigrante de otras personas, tales como los parásitos sindicales?
¿Entonces…es justo que la hija de la sra.Mera, e.p.d.Pague de impuestos de sucesión sobre un 3-5% .Y los trabajadores lleguen a pagar un 56% (Cataluña) de irpf anual en la declaración de renta?…si esto es justicia social que baje D”s y lo vea.La culpa por supuesto,de los liberales psoeces y peperos…mismos perros pero con diferente collar.Sr.periodista ,no venga con cuentos,es mas que probable que ud. y yo paguemos proporcionalmente más, que toda la caterva de banqueros y multimillonarios con sus capitales en el exterior o en sicav.Si ud prefiere pagar más que ellos, me parece muy bien,pero no nos tome… Leer más »
Este tío es un liberal a ultranza seguidor de oligarcas usureros y avaros de poder. La naturaleza no dota a todos los individuos con las mismas aptitudes para sobrevivir, se han de abandonar a los más débiles??las coyunturas no favorecen a todos por igual, en España hace 30 años se otorgaba todo por nada y hoy es justo a la inversa, se ha de abandonar a los que les ha tocado vivir una mala coyuntura??. Los sindicatos apesebrados callaron cuando un país en el que la tasa de paro no bajaba de dos dígitos,- lo que suponía casi 2000000 de… Leer más »
El día 31 de Julio un amigo mío cumplío 65 años. El hombre hace unos 40 años dejó su profesión de camionero, alquiló una finca y montó una pequeña ganadaría, posteriormente abrió una casa rural y ganó algo de dinero, mi amigo ha cotizado a la SS como autónomo 42 años y le ha quedado una pensión de 700 euros, a su esposa también autónoma le quedan 6 años para alcanzar la jubilació. Lógicamente con 700 euros no se pueden jubilar, así que mi amigo pagará 150 euros al més a la SS para poder seguir con el negocio. Mi… Leer más »
En un sistema capitalista y liberal, las empresas son meros medios con el único fin del enriquecimiento del empresario al coste que sea apurando al máximo los límites. Los sindicatos españoles si han creado mal estar es por ser unos vendidos y unas mafias, por haber traicionado al obrero a cambio de la subvención. Son sindicatos prostituídos y paraestatales. Realmente poco tiene que ver los sindicatos y su verdadera labor(y no las de los sindicatos prostituídos y dóciles) con ese estado providencia confiscatorio y despilfarrador y pesebre de la casta y sus enchufados. Ustedes con eso de”mayor flexibilidad, reajuste salarial… Leer más »