La Cenicienta ha dejado de ser un cuento
No está en mi ánimo censurar o criticar de “motu proprio”, al más puro estilo vaticano, personas y circunstancias, sino exponer la opinión de la calle y los comentarios de otros colegas de prensa y televisión, junto a mi particular criterio sobre las mismas.
Los hechos que expongo, están excesivamente mediatizados y aunque en otros países pudieran pasar inadvertidos o levantar ampollas y barricadas callejeras, aquí nos quedamos en un difícil y hasta peligroso equilibrio entre ambas posturas. Para un gaditano, que siente el salitre y la brisa marina correr por sus venas, trayéndoles aires de libertad y resabios de generaciones que se pierden en la noche de los tiempos, no resulta difícil tratar ciertos temas que otros no se atreverían. A mi edad, las cosas se contemplan desde una perspectiva distante y actitud desinhibida y el hecho de ser además periodista de profesión y vocación, me proporciona la oportunidad de exponerlas.
Creía haber visto ya lo suficiente para pasar al más allá con las alforjas cargadas de cretinidades, mentecateces, (ignoro si existen en el diccionario, pero yo las uso), excesos y desconciertos, pero veo que el filón es inagotable. A los problemas que sufre el pueblo por obra y desgracia de la crisis, hay que añadir los escándalos y desplantes de algunos miembros de la Familia Real. La caza de un elefante y los deslices amorosos del Rey, como buen Borbón, ocasionaron un tsunami social y monárquico que aún muestra sus efectos devastadores y acerbas críticas, a pesar de la petición de perdón de su regio autor que yo no creo hiciera falta. Que un hombre, con o sin corona, mate un elefante en un mundo lleno de hienas, no me produce inquietud o contrariedad alguna. Solo el reparo de ver morir a un animal, como ocurre también en la lidia de un toro y no soy antitaurino y en la muerte tan horrible que cazadores de alcurnia y desahogadas economías causan a sus galgos cuando consideran que han agotado con exceso su cometido, que esto si que es doloroso y repugnante.
Muchos de los que criticaron al monarca son asesinos peores, porque matan a seres humanos con sus abusos, corrupciones, miserias y sufrimientos, que es mucho más grave y deleznable.
Respecto a sus infidelidades conyugales, pertenece a su vida íntima y concierne a su pareja. ¿Hay quien se atreva a tirar la primera piedra?. Que un Rey o persona alguna se pase por el “Arco del Triunfo” a la que se entrega voluntaria a sus deseos, me parece un asunto exclusivo de los que lo hacen y los que puedan sentirse afectados. Lo importante es que a pesar de sus devaneos amorosos y tiros de escopeta, a la hora de ejercer sus funciones lo haga con eficacia, buen criterio y honestidad.
Como padre, no sé si ha errado por blandengue o por desconocimiento de lo que todos excepto él, al parecer, sabíamos que iba a pasar con los desastrosos casamientos de sus hijos. La primera y que menos problemas ha causado, acaba en divorcio. Primer aviso en esa corrida tan mal orquestada.
La segunda, se casa con un jugador de un deporte que no es de masas, ni enciende pasiones, alucinada por su físico y se mete en un difícil laberinto del que le es tan difícil salir, como haberse atrevido a penetrar. Escándalos financieros, imputaciones judiciales, cese de apariciones oficiales y familiares y no comidilla, sino pantagruélica comilona en todos los medios, tertulias y comentarios. Más aún con las noticias que nos hablan de su nuevo destino en Suiza, con sueldo de ministro, el colegio más elitista para sus hijos y un piso cuyo alquiler mensual supone el sueldo que muchas familias quisieran tener para todo un año, a cargo de la Caixa. Muy sobrada de fondos debe andar esta entidad para ese despilfarro económico en una sola ejecutiva, aunque se trate de la hija del Rey. Sin omitir los gastos de escoltas a costa de nuestros bolsillos. Normal que en pleno proceso judicial, el pueblo se entere de estas cosas y salte en improperios y rebotes republicanos. Segundo aviso en el Coso Real y el público con las almohadillas a punto de volar hacia el ruedo.
Dicen que a la tercera va la vencida. El heredero a la Corona, que nadie sabe si llegará a ostentar, tras varios lances amorosos, cortados tajantes por su padre o madre, se decide por una guapa presentadora televisiva, divorciada, hija de divorciados, no perteneciente a familia noble, republicana confesa en tiempos anteriores y agnóstica declarada antes de su ingreso en la Real Familia. La que yo no aconsejaría a ninguno de mis hijos porque está en contra de mis principios.
Contra todo pronóstico, “Su Alteza” se casa y lo que se esperaba llegó, pero antes de lo previsto. La Princesa, que como la del cuento no está triste, sino cabreada, – y no sé por qué, ya que nadie la obligó a esa boda-, no quiere comportarse como tal y cambia su diadema por un pañuelo de cabeza y se va de juerga con las amigas cuando le apetece, dejando a su marido más solitario que un cactus en el desierto. A ella eso del protocolo y los actos oficiales se la bufan y hace desplantes a los miembros de su nueva familia, a los que acuden serviles a rozar su principesca mano y a cuanto signifique salirse del horario que se ha fijado como simple funcionaria.
A lo que no renuncia, esta “sindicalista liberada” –como la llaman en algunos foros-, es a su privilegio de vivir en palacio, cobrar un elevadísimo sueldo para sus caprichos y lujos, utilizar fastuosos coches oficiales seguida de escoltas, vestir de firmas acreditadas, viajar adonde le apetezca en clase privilegiada y vuelos especiales y que sus hijas gocen de los privilegios que los de ningún funcionario pueden permitirse. Más aún, ni siquiera tiene asegurado su puesto, porque los recortes le afectan de lleno, pero pasan de largo ante la mansión de la princesa funcionaria.
Me figuro que no debe ser reconfortante para el marido, que pudo haberse casado hasta con la Luna si hubiese querido, meterse en un cine solitario o quedarse en casa viendo la televisión o leyendo, mientras su esposa se divierte con las amigas y pone la pica en Flandes dándosela de plebeya, que es como debiera haber seguido. No quiere darse cuenta que su censurable manera de comportarse no solo ofende a la Institución que representa, aunque le pese, sino a toda España que creyó en el cuento de esa Cenicienta y se enteró ya tarde que las hadas a veces se equivocan al elegir a sus personajes.
El final de la historia de la Loquicia es que le pone una denuncia por “violencia de genero” al principe. Es lo que anda buscando con el pendoneo, que el heredero a la corona reviente como un sifon y le diga cuatro frescas. Entonces ella lo grabara todo con el movil y se ira al despacho de alguna de sus buenas amigas abogadas lesbianas a preparar el culebron. Divorcio contencioso con pension alimenticia de 6.000 euros al mes o asi, a cargo de los presupuestos del estado por supuesto, y el principe con una pulsera telematica seis meses. Entonces y… Leer más »
Ya lo dicen en Roma, que la mujer del Cesar tiene que serlo y parecerlo… Y la Hidalguía viene de Sangre y poco del Aire … Y esta pues, eso, ni Cesariana ni Hidalga solo tal vez, danzarina de barra con amigas locuelas que hablan de sus cosas que se cuelan….