La desesperación de vivir
Decía Albert Camús (1913–1960): “Il n’y a pas d’amour de vivre sans despoir de vivre”. Y que gran realidad y buena reflexión. Es imposible amar la vida sin la desesperación de vivir. Y es que la misma limitación de la vida, del tiempo, del medio en que nos encontramos, produce ese hartazgo y desesperación. Aquí, en España, ese sentimiento llega a límites que jamás el Sr. Camús podría ni sospechar.
A la desesperación se unen otros sentimientos que nos hacen la vida, si cabe, más desoladora. La impotencia, el inmovilismo, la corrupción más desalmada, el intervencionismo en todos los órdenes de la sociedad civil, etcétera, etcétera, pero sobre todo, el pasotismo infantil e irresponsable de una sociedad inmune a tanta falacia y mediocridad.
Desde 1975 se han ido cercenando de raíz todos los intentos de desarrollo personal y social. Son los mismos que ocupan hoy el poder los que utilizan los medios del Estado para desmontar o corromper cualquier iniciativa que pueda poner en riesgo sus privilegiados puestos.
Esa asquerosa casta que se ha hecho con el monopolio exclusivo del poder se cree, por derecho propio, a beneficiarse de éste. No sienten la responsabilidad de dar cuenta a la sociedad sobre sus actos. Y ante esta situación, en casi 40 años, esta sociedad no ha dado ni un solo paso al frente. La inmunidad de la casta es absoluta, como lo es el hartazgo y la indefensión de la sociedad que mantiene a cuerpo de rey a esta pandilla de sinvergüenzas.
Desde la más alta instancia del Estado, las clases políticas, partidos, sindicatos, instituciones públicas y demás “montajes” que viven a nuestra costa, y muy bien, son los responsables de la miseria moral, dejadez, mediocridad y abandono de la sociedad que los sustenta.
Repito, como A. Camús, la desesperación de vivir. Y como digo yo, el cansancio de la inacción, y la impotencia.
Sí, una situación deprimente; no se qué vamos a celebrar realmente mañana en nochevieja. Una sociedad que ha regresado a la “minoría de edad” y una casta descastada que lleva las riendas desde su absoluta degeneración, corrupción, perversión y antipatritorismo, a mil años luz de perseguir el bien común. Más que inacción comienza a resultar socialmente inanición.