Las extrañas cuentas de la Televisión de Galicia
Siempre he sido una optimista. Cuando me sucede algo negativo, pongo todo mi empeño en convertirlo en algo bueno. A veces lo consigo y otras no, pero el simple propósito me sirve de alivio en los malos momentos.
Mis padres nunca escatimaron en recursos para que tuviera una buena formación, pero los extras corrían de mi cuenta, y como el permiso de conducir, y no digamos el coche, eran un extra, tuve que esperar a tener un empleo para conseguirlos. A los 24 años aprobé la oposición a profesora de instituto y pude sacarme el carnet de conducir y comprar mi primer coche, una monada de la que me enamoré en un escaparate de la Rover. El mismo día que aprobé el examen de conducir estrené el coche que ya había comprado a plazos. Y cuando digo que lo estrené, estoy usando la palabra con todas sus connotaciones. No me preguntéis cómo lo hice, pero el pobre MG acabó ruedas arriba tras “tropezar” con un bordillo. No iba muy rápido, casi no me hice daño, y nunca he vuelto a tener ni un sólo roce con un coche (cruzo los dedos). Pero en aquel momento allí estaba yo, mirando mi pocholada con el parabrisas roto y el techo medio hundido, cuando un coche se detuvo y de él salieron unos cachimanes dispuestos echar una mano. Sin hacer preguntas se fueron hacia mi coche y le dieron la vuelta ¡por el lado bueno! de manera que acabó rallado por ambos lados como una croqueta rebozada. Alguien dijo que el arreglo no me saldría por menos de 500.000 pesetas (al final fueron 400.000, o sea, la mitad de lo que me quedaba por pagar). Hice una cuenta rápida. Si dejaba de fumar, en cuatro años, más o menos, pagaba el arreglo y además ganaba en salud. Negocio redondo, si no fuera por el chichón que tenía en la cabeza, me habría puesto a repartir sonrisas.
No dejé de fumar y el dinero del arreglo salió de una re-financiación del coche, pero el propósito cumplió su función de bálsamo momentáneo. En otras ocasiones, sin embargo, el propósito positivo funciona al completo e incluso te sorprenden sus resultados. Hace un par de semanas os conté una peripecia que viví intentando hablar con algún responsable de la Televisión de Galicia. Además de la llamada que os relaté, hice otra para hablar con una persona concreta. Cuando colgué el teléfono, lo primero que pensé fue que estas personas que viven de nuestros impuestos se creen los dueños del cotarro; no nos respetan como contribuyentes. O se les ha subido el cargo a la cabeza, o es que no entienden cómo funcionan las cosas en una verdadera democracia en cuánto a la obligada transparencia de la administración y a su deber de servicio público. Lo segundo que pensé es de qué manera podía obtener algo positivo de aquella llamada, y entonces que di cuenta de que nunca habíamos analizado lo que se gasta la tele gallega en normalización lingüística.
En GB llevamos la cuenta de lo que se nos va en esta cuestión, pero esa relación de gastos estaba incompleta si nos faltaban los datos de la CRTVG. ¡Qué despiste! me dije. Manos a la obra. En GB de Ferrol se pusieron a estudiar el asunto y, ¡mira tú por dónde!, aparte de lo que estábamos buscando hemos encontrado mucho más. Aquí lo tenéis, Si hacéis clic lo podréis ver. Y de propina, tirando del hilo, también hemos averiguado cosas bastante jugosas sobre cómo se maquilla el déficit en Galicia. Esta parte nos la guardamos; nunca se sabe, me decía alguien hace poco, que hoy en día lo más valioso es la información. Tiene su aquel que de una ocultación de información surja precisamente lo contrario, es lo bueno de ser positivo.
*Presidenta de Galicia Bilingüe
“Aquí lo tenéis, Si hacéis clic lo podréis ver”
¿Donde hay que hacer “clic”?
Pero que bien escribes Gloria.