Dos mil catorce me tiene envenenado. Hay momentos en que siento ganas de lanzarme a la calle e increpar a todo el que viaje en vehículo oficial a riesgo incluso, de que pueda tratarse del recadero de algún ministro o cargo público. Antes fueron los del “capullo” y ahora los de la “gaviota”. La realidad es que éstos se empeñan en hacer “santos” a los que considerábamos un desastre. En toda mi vida, jamás he sentido la impotencia, el rencor, la decepción y la vergüenza por haber contribuido con mi voto a traer a estos insaciables “tragaperras” al gobierno. Me siento hundido, desprestigiado ante mi mismo y responsable ante los demás de los males que están haciendo a España y ver como sus causantes, con altivez e indiferencia, continúan con sus despropósitos, abusos, corrupciones millonarias y acosos populares, sin que haya uno solo en todo esa casta política capaz de plantarse de una puñetera vez y hacer frente a tanto “correcaminos” que solo sabe incordiar y jorobar con exceso al paciente y “toreado” ciudadano.

Los males se suceden como las gotas de lluvia en una mañana gris y ya no quedan palabras en nuestro rico diccionario para reflejar la crítica situación que está atravesando nuestra desgraciada España con un partido que no solo nos ha llevado a la ruina, sino que se mofa en nuestras narices de las miserias y desgracias que nos causa, haciendo oídos sordos a las justificadas quejas de una ciudadanía harta ya de soportar tantos desmanes. No se pueden achacar todas las protestas de la calle a elementos antisistemas y profesionales de la violencia. Es la voz de todo un pueblo unido contra las constantes injusticias.

Me siento indignado ante un gobierno que nos habla de bajar los impuestos, cuando seguramente ya tiene firmada sobre la mesa su subida.

Que nos dejan sin escuelas, porque no hay dinero y aparecen cuentas corrientes en Suiza cargadas de millones que aquellos que los han robado a nuestro bienestar social, mantienen e incrementan para tener seguro el suyo. Que hay niños que pasan hambre, pierden sus becas y no pueden trasladarse al colegio porque dicen que no hay fondos en el presupuesto para esos fines, pero sí sobra para emprender obras faraónicas innecesarias, como la polémica de Gamonal en Burgos.

Que cierran y venden como saldo nuestros hospitales, despidiendo a médicos, enfermeras y personal sanitario, mientras tienen a los enfermos incluso graves en pasillos, sobre camillas y hasta sillones, porque para ellos solo somos basura impositiva. Y para mayor vergüenza de la ministra de Sanidad y el Consejero de Sanidad de Madrid, tienen plantas cerradas en esos mismos hospitales y camas desocupadas.

Que tiene que ser la Justicia la que obligue al Presidente de la Comunidad de Madrid a suspender la privatización de la sanidad, porque este señor que entró en el cargo de rebote, no tiene la suficiente sensibilidad y honestidad en admitir que está haciéndole la puñeta al ciudadano que equivocadamente votó a la que una vez en el cargo, se largó y nos dejó en la estacada. ¿ Si no le interesaba por qué nos engañó presentándose?. Ya veremos quienes votarán a González en las próximas. Yo no.

Que nos iban a subir la luz porque a las empresas eléctricas les parecen pocos los millones que ganan y quieren seguir fastidiando al indefenso ciudadano y siento pánico al pensar en lo que pueda pasar el próximo mes de abril con el asunto de las subastas. Creo, como ya nos tiene acostumbrados, que el gobierno se inclinará a favor del amigo, pensando que cuando deje el cargo, pueda optar a entrar en la junta directiva de las eléctricas y similares.

Del Copago vuelve a hablarse- Al principio y como siempre, tímidamente, para ver la reacción del pueblo. Luego tomará carrerilla y cuando nos demos cuenta ya estará en el BOE.

El señor González, del que tanto habla “El Mundo” en estos días, sigue en sus trece y vende todo cuanto llega a sus manos y es propiedad del pueblo madrileño. Se ha creído de verdad que ha sido elegido por las urnas y por la de los madrileños, desde luego que no lo ha sido. Cerró e intenta malvender en la que ha sido la peor operación que gobierno alguno ha podido realizar, la Academia de Policía de la Comunidad de Madrid, modelo en su género y cuya edificación, equipo y demás nos había costado una fortuna. Solo en la galería de tiro se había invertido una millonada y es una auténtica maravilla en su género. Vale más que todo el dinero que le van a dar por el total de las instalaciones. Allí se formaban agentes de la policía, bomberos, guardas forestales y otros elementos dedicados a la seguridad del ciudadano y era la envidia de las grandes urbes europeas y americanas. Los japoneses la visitaron y quedaron admirados. A nuestro Presidente de rondón le ha dado por venderla, -yo más bien diría “saldarla”-, como si fuera el cortijo heredado de su familia y se habla de una universidad norteamericana como futuro usuario. Esa u otro por el estilo. El personal al paro, los policías sin su centro de formación, que tanto se ha notado en nuestras calles y el pueblo de Madrid sin una propiedad que era solo suya y este señor nunca debió meterse donde no le pertenece estar. Al final los empleados despedidos sin haber sido indemnizados y el personal laboral fijo destinado a lugares de menor categoría profesional, allá donde Cristo perdió su sandalia y no volvió para recogerla. Pero sus directivos bien enchufados en otras instituciones y nuestro flamante presidente sin privarse de sus privilegios, sueldos, sobresueldos y demás, como si fuera hijo de la cabeza de Buda y el resto no le llegásemos al tobillo. .

Esta es la España democrática de estos gavioteros que como sus homónimas buscan incesantes donde encontrar su “presa”, aunque se halle en la cesta de un humilde pescador o se trate de un semejante más débil. No es nada extraño que en España se encuentre en alarmante peligro de extinción la siempre sufrida clase media. Jamás pensé que iba a tener que hablar así de un partido al que he votado desde que se iniciaron estas fatídicas elecciones de listas cerradas y enmascarados políticos. .

Tengo 81 años. Ya no pueden hacerme más daño del que me están haciendo. Soy periodista por vocación y profesión y mi misión es contar la verdad aunque me duela; español por nacimiento, aunque con ustedes no creo que por mucho tiempo conforme están dejando al país, y padre y abuelo de una familia, como la de tantos millones de españoles, a la que llevan demasiado tiempo haciendo la vida imposible, Y esto ya no se lo permito, ni al mismo Rey.