¡Mariano, Dolores, dadme de baja!
Hace años algunos de quienes estamos en la lucha por la custodia compartida de los hijos menores tras el divorcio, después de visitar en enésimas ocasiones a los partidos políticos con representación parlamentaria para intentar que se nos escuchara y se retomara la sensatez, y se legislara en una dirección distinta a la emprendida por el partido feminazi español (PSOE) nos planteamos que la mejor solución era entrar en los partidos políticos que estaban más receptivos a nuestras reivindicaciones.
Yo decidí afiliarme al Partido Popular que, entre otras cosas se proclamaba defensor del humanismo cristiano, de la institución familiar, del derecho a la vida, de la economía de libre mercado, de la estricta separación de poderes (frente al caciquismo y las perversas oligarquías que malgobiernan España) y decía que si llegaba al poder llevaría a cabo una profunda regeneración, empezando por derogar las diversas leyes de “ingeniería social” emprendidas por el Zapaterismo.
Mi primera gran decepción fue cuando asistí a la “Convención Nacional” que tuvo lugar en Sevilla, el fin de semana del 20 de Enero de 2011 (poder estar presente me costó sudor y lágrimas, pues “el aparato” que controla el partido en Badajoz hizo todo lo posible para impedirme acudir).
En la susodicha convención que, llevaba por nombre “Puedes confiar” (perverso y sarcástico eufemismo tal como he acabado comprobando después) aparte de mítines, más mítines, más mítines, durante dos días; y una continua jaula de grillos que no paraban de hablar todos a un tiempo, salvo cuando intervino Esperanza Aguirre y cuando se proyectó un documental sobre el ya fenecido Manuel Fraga, observé que aquello era una tomadura de pelo, una grandísima pantomima, una caricatura de “congreso”; la totalidad de los asistentes (o casi todos) eran cargos electos, concejales, alcaldes, diputados provinciales, autonómicos, diputados y senadores nacionales… Ni hubo debate, ni nada que se le pareciera. Recuerdo que días después (ingenuo de mí) le comenté a un conocido del PP, que me había sentido defraudado, y me respondió que en el Partido Popular no se debate nada de nada, que se siguen las directrices de los “notables” y punto.
Durante el mencionado fin de semana intenté hacerle llegar a las personas del PP, entonces consideradas de mayor relevancia, las reivindicaciones de quienes luchamos por la modificación del “Derecho de Familia” para que las rupturas de pareja dejen de llevar aparejadas situaciones de orfandad, aparte de otras lamentables secuelas…
Lamentablemente comprobé que no eran el lugar, ni el momento más oportunos.
Medio año después se celebró el XI Congreso regional del PP de Extremadura, el 5 de mayo de 2012, en Mérida. Esta vez me moví todo lo que fui capaz, para intentar meter cabeza y poder participar de algo más que de “aplaudidor” o espectador… Ni que decir tiene que quienes controlan el “aparato” del PP en Extremadura intentaron impedir que yo asistiera. No lo consiguieron. Una vez que tuve en mi poder una credencial de “compromisario”, solicité que se me diera acceso a los documentos de las dos ponencias que supuestamente serían debatidas en el congreso regional, una denominada “ponencia política” y otra “ponencia económica y social”… todo fueron dificultades y más dificultades. Cuando tuve conocimiento del contenido de ambas, opté por presentar enmiendas a la que tenía por nombre “ponencia económica y social”. Tanto ésta como la ponencia “política” eran un canto a la socialdemocracia, al intevencionismo, al antiliberalismo… demagogia pura y dura, tópicos y más tópicos, lenguaje cargado de eufemismos y expresiones “política y socialmente correctas”, y de fondo la denominada “perspectiva de género”. Como es de suponer, no se me dio la oportunidad de defender mis enmiendas (que de facto, todas ellas suponían una enmienda a la totalidad) el congreso (aparte de elegir a José Antonio Monago casi por aclamación, como ya se había anunciado anticipadamente) fue una retahíla de mítines, mítines y “aprovecho para saludar y dar las gracias a fulanito, menganito y zutanito”. Ni se crearon comisiones de debate ni nada de nada. Una burla, un absoluto camelo; nada más lejos de algo calificable de “democracia interna o participación”.
A quienes les comenté mi deseo de no seguir un día más en el PP me pidieron calma, me dijeron que ya vendrían mejores momentos, que tranquilo… que esperara al menos a que se comenzara a desmontar todo el entramado legislativo zapateril de “género”, que era mejor estar dentro del PP que fuera, que tal vez mereciera “la pena” (nunca mejor dicho, pues es realmente “penoso”) continuar un poco más de tiempo.
A estas alturas lamento profundamente no ya haberme afiliado al PP, sino haberle recomendado a amigos y conocidos que le concedieran su voto; tal como ha dicho María San Gil en las últimas horas estoy tan apesadumbrado y apenado como lo está la mayoría de los españoles, y como lo estaría Gregorio Ordóñez, si pudiera levantar la cabeza.
Sería muy largo, larguísimo, relatar los innumerables agravios de los que cualquiera que depositó su confianza en el Partido Popular el 20N de hace más de dos años y en las que Mariano Rajoy y compañía consiguieron la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, se sentiría víctima: legislación zapateril antifamilia, sexista, totalitaria desde “la perspectiva de género”, complicidades con los separatistas (tanto vascos como catalanes), aumento del despilfarro autonómico, tolerancia cuando no complicidad con el terrorismo, incumplimiento sistemático del programa electoral en asuntos como la reforma del poder judicial, más y más impuestos, apoyo esperpento zapateril de “la alianza de civilizaciones”. más y más subvenciones a los partidos políticos, a los sindicatos, a las organizaciones empresariales y ongs diversas. En suma, más y más caciquismo y oligarquía como forma de “gobierno”. De todo menos la regeneración y la sensatez prometidas.
Así pues, Mariano Rajoy, Dolores de Cospedal: ¡Dénme de baja!
Siempre estamos con lo mismo con los politicuchos.
Puedo prometer y prometo que cuando este en el poder os la meto.