No se aplica
A PPLY en inglés equivale a echar una instancia, un currículum para un trabajo, solicitar algo por una vía más o menos oficial…
En español, se aplican procedimientos o técnicas, se aplican cremas o se aplica alguien que pone su mayor voluntad en algo; pero no se aplica a una oferta de empleo, ni se aplica para obtener un carnet de conducir. Eso no es español, es una manera como otra cualquiera de maltratar a nuestro idioma.
En estos últimos años de carestía laboral y profesional en los que muchos nos hemos venido a buscar la vida fuera, he escuchado hasta la saciedad esto: “¿Has aplicado a alguna compañía aérea?” o “creo que voy a aplicar a ese puesto de copiloto que ofrecen en China”.
Es triste la verdad; más que nada porque “aplicar” no es más que un ejemplo de las patadas que nuestro español viene recibiendo de manera creciente.
El fenómeno es más común, pero no único, de la América Hispana, sospecho que por la influencia del inglés que viene del Norte. Por allí, palabros como “reservación” (reservation) por “reserva”, “membresía” (membership) por “afiliación” o “forma” (form) por formulario, están a la orden del día. La cosa se extiende incluso a construcciones gramaticales que son totalmente ajenas al castellano. Por ejemplo, “déjeme saber cuando esté listo” (let me know when you are ready), por “avíseme cuando esté listo”.
El asalto al idioma es también muy común en el lenguaje periodístico, y he podido comprobar que, desde hace poco, sucede en España con harta frecuencia también. En inglés cuando alguien se refiere a un colectivo o grupo de personas, no emplea el artículo delante del sustantivo: “Firefighters warn about lack of resources”, se traduciría al español como “Los bomberos advierten de la falta de recursos”, pero ya he visto el titular en periódicos españoles de gran tirada: “Bomberos advierten de la falta de recursos”.
La lista es infinita. A mí por ejemplo en un restaurante de Puerto Rico me han ofrecido una copa de “vino complementario” (“complimentary” en inglés es algo gratis, que corre por cuenta de la casa), y en el mismo país he visto una señal de tráfico (en inglés, claro) que decía algo así como “No Parking. Violators will be prosecuted”, y en cuya transcripción al español se podía leer: “No parquear. Violadores serán perseguidos”.
Por supuesto que hay que perseguir a los violadores, pero independientemente de dónde aparquen. No entiendo muy bien la mezcla de los delitos sexuales con las infracciones de tráfico.
Lo más alucinante que he llegado a leer se encuentra en una placa dentro de los ascensores del Hotel Intercontinental de San José de Costa Rica. El rótulo viene primero en inglés (lo cual ya llama la atención) y reza así:
“Please insert your card to access your floor”.
La traducción al español, debajo, dice:
“Favor de insertar su tarjeta para accesar a su piso”.
Seguramente Vd. se haya reído al leerlo, como me ocurrió a mí la primera vez que lo vi, pero si lo pensamos es indignante. No es ya sólo para mandar a paseo a quien ha hecho la ¿traducción?, es para decirle cuatro cosas al responsable de ese establecimiento por permitir semejante agresión al que presumo será su idioma materno. El director de ese hotel puede ser un gran gestor, pero es un paleto de tomo y lomo; un ignorante de tamaño natural.
Por cierto ¿existe el Instituto Cervantes?
He hablado de todo esto con gente variopinta y hay opiniones igualmente diversas, algunas hasta de cariz político. Yo no voy a ir tan lejos, pero sí voy a decir que en mi opinión el origen de todo este destrozo (creciente por cierto) está en unos complejos estúpidos que motivan que lo que tiene un tinte de inglés sea considerado de mayor categoría. Lo cual no deja de ser gracioso en países que a uno y otro lado del Atlántico se confiesan bastante antiamericanos en las encuestas. Es el mismo papanatismo que está detrás de decir “Madurid” para designar la capital de España cuando hablamos inglés, o “Barselouna”, que suena aún peor.
Usar palabras inglesas es inevitable, sobre todo si hablamos un lenguaje profesional o técnico en el que los términos pueden incluso ser de reciente creación y hasta no tener su equivalente en español.
Yo soy piloto, y digo “flaps”, más que nada porque resulta incómodo, y poco operativo, pedirle al que se sienta a mi lado que extienda los “dispositivos hipersustentadores de borde de fuga”; y como piloto, me veo obligado al odioso y tan anglosajón uso de las siglas, porque la Aviación la inventaron ellos; no puedo decir “Temperatura de Gases de Escape”, porque en un entorno profesional no es adecuado; por eso digo ”EGT”, y si mi compañero no es español, lo pronuncio “I YI TI”. No me queda otro remedio.
Sin ir más lejos, y en un marco ya menos especializado, Vd. está leyendo un “blog”, que es una palabra que ha visto la luz hace muy poco, y para la que hay pocas equivalencias en español. Está “bitácora”, pero es confusa. No hay que ser talibán, una cosa es incorporar a nuestro idioma términos extranjeros, que lo enriquecen, y otra es no hablar español.
Pero no hago “mailings”, mando correos. No hago “printings”, imprimo, ni tengo un teléfono “celular”, sino un móvil. Y por supuesto, no “aplico”, mando instancias.
Los amantes del tópico rápido enseguida te dicen aquello tan cursi de que “el lenguaje es algo vivo”. Y lo es, pero una cosa es que el lenguaje sea algo vivo y otra muy distinta que nos empeñemos en matarlo.
Ninguno podemos escribir ni leer nuestra lengua a la perfección, ya nos gustaría a todos, pero opino que sí podemos tener más cuidado en el uso diario del español, una herencia que no nos pertenece, y debemos entregar al menos en el mismo estado en el que la recibimos.
Así que no apliquen más.
Please…
Es que con el progresismo ultraizquierdista que renuncia a todo lo español es normal que le estemos dando patadas al idioma. Y si miramos a los nazionalistas ya ni te cuento.
Y es que hoy en dia si no le das patadas al idioma te tachan de racista o fascista.
Son asi de gilipollas.