La plena actualidad de Joaquín Costa y sus propuestas regeneracionistas
Soy profesor de Historia, y durante las últimas semanas he estado repasando con mi hija, que cursa 4º de la “ESO”, la Historia de España durante el siglo XIX y comienzos del XX… Tras reencontrarme con el final del Antiguo Régimen, los últimos coletazos de la monarquía absoluta, la subida al poder de los “liberales”, las dos “desamortizaciones”, los periodos de Regencia, las Guerras Carlistas, los enésimos “pronunciamientos”, la Primera República,… la “Restauración Monárquica”, el “pucherazo” como forma de acceso al poder, el bipartidismo, el pacto de alternancia entre “liberales” y “conservadores”. Aparte de venirme inevitablemente a la memoria al voz de José Antonio Labordeta (“A veces me pregunto qué hago yo aquí explicando la historia que recién aprendí, los líos de romanos, de moros y cristianos, el follón del marxismo…”) también, de manera inevitable me he vuelto a reencontrar con la obra de otro aragonés: Joaquín Costa.
Joaquín Costa no es una reliquia del pasado, la obra de Joaquín Costa exige que volvamos la vista atrás para poder interpretar nuestro presente y configurar nuestro porvenir (quien no conoce su propia Historia está abocado a repetirla). Su diagnóstico es terriblemente clarificador respecto del no tan remoto pasado, y enormemente útil para interpretar el actual estado de la nación española. Cuando uno no se conforma con la lectura simplista, e incluso frívola, sesgada de la obra de Joaquín Costa, cuando uno hace una lectura atenta y comprensiva, entonces, sí: el mensaje de Joaquín Costa le acaba interpelando, cuestionando, e incluso “acorralando”.
El régimen oligárquico-caciquil, y la casta parasitaria, que denunciaba hace más de un siglo Joaquín Costa, han ido perpetuándose, permaneciendo incólumes, han sobrevivido sin apenas contratiempos. Los oligarcas y caciques han sido capaces de salir airosos de todas las catástrofes que ha padecido España: el desastre del 98 (pérdida de las últimas colonias) libraron a sus vástagos de las masacres rifeñas, contemplaron en sus mansiones de Estoril la guerra incivil de 1936-1939, permaneciendo siempre en la retaguardia; tras el triunfo del “Movimiento” se camuflaron rápidamente entre carlistas y falangistas; más tarde, supieron también acomodarse en el Opus Dei (mejor habría que decir “la Opus Dei” pues “obra” es femenino…) y se travistieron de tecnócratas durante la Dictadura del General ; mutaron sin trauma alguno durante la transición, tornándose demócratas de UCD, Alianza Popular, Partido Popular y PSOE… Incluso se hicieron pasar por comunistas, y nos contaron que habían luchado contra Franco, en la clandestinidad y “corrido delante de los grises”.
En la actualidad, la casta parasitaria integrada por mediocres y malvados, capaz de todos los chanchullos imaginables, y de corrupciones morales, políticas, económicas, y de toda clase; sigue subyugando a España, y a los españoles, sometiéndola a políticas dictadas por organismos supranacionales.
Fallecido el “Caudillo”, dividieron a España como una tarta, y pusieron en marcha el engendro del “Estado de las Autonomías”, creando una inmensa burocracia, integrada por “mediocres inoperantes activos”, para seguir saqueando y arruinando a España y los españoles…
Y la gravedad del cáncer, del que venimos hablando, ha llegado a ser de tal magnitud que, hoy día, hablar de “soberanía nacional” resulta un sarcasmo cruel.
Volvamos de nuevo a Joaquín Costa:
El aragonés Joaquín Costa afirmaba en 1.898 que el régimen político existente – hace más de un siglo- en la España de la “Restauración” (llamada también “la España del Regeneracionismo”) era un régimen oligárquico y caciquil, y atribuía a tal forma de gobierno todos los males de la Nación Española.
Afirmaba Joaquín Costa, con absoluta rotundidad, en su obra “Oligarquía y caciquismo como forma actual de Gobierno en España, urgencia y modo de cambiarla”, que “no es nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos,… sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias.” (El parecido con la actual realidad española no es simple coincidencia…) “Este régimen caciquil que, adopta una forma de monarquía parlamentaria, en vez de subordinarse los elegidos a los electores, son éstos lo que están sometidos a los elegidos. Además, tampoco la ley contempla o considera de forma ecuánime a todos los ciudadanos.”
En la antigua Grecia empleaban el vocablo “Oligarquía” (forma de gobierno en la que el poder está en manos de unas pocas personas) para designar la forma degenerada y negativa de la aristocracia (literalmente, gobierno de los mejores).
El caciquismo es una forma distorsionada de gobierno donde un líder político tiene un dominio total de los habitantes de un determinado territorio, ejercido en forma de clientelismo político. El cacique es un hombre económicamente poderoso e influyente que se encarga de dirigir el voto en función de sus intereses.
Joaquín Costa diferencia entre el cacique, hombre más influyente de la comarca, con enorme capacidad de control político, social y económico y base del sistema caciquil y el oligarca, el político profesional de la nación que se apoya en los caciques para ejercer su poder. El cacique realiza el trabajo sucio mientras el oligarca ejerce de delincuente de cuello blanco…
Según Joaquín Costa, “en las fechorías, inmoralidades u otros crímenes que forman el tejido de la vida política de nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, como el funcionario, como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente culpable que ellos; pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente mayor, y sería si acaso el instrumento o el cacique quien tendría moralmente razón para negar el saludo al personaje o al ministro, que fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de él un criminal cuando pudo y debió hacer de él un ciudadano.”
El régimen caciquil descrito por Joaquín Costa posee otra característica: un elitismo perverso que, impide “la circulación de las elites”; en el régimen caciquil los más capaces y los mejor preparados son apartados, “es la postergación sistemática, equivalente a eliminación de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del rebaño servil, “servum pecus”, la elite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.”
En la España caciquil, los oligarcas se reparten el país por áreas de influencia política. Cada oligarca disfruta de su correspondiente feudo-taifa (léase “Comunidades Autónomas”) Los oligarcas se agrupan en asociaciones o “bolsas de empleo”, llamadas partidos políticos y hacen como que deliberan en las Cortes. En España más que Cortes y partidos políticos existe una caricatura de ambas cosas. Los grupos políticos no responden más que a intereses pasajeros y provisionales personales y particulares de grupos de interés (lobbys, o grupos de presión se denominan hoy) Por lo demás, el Parlamento no representa a la Nación. Las elecciones son organizadas por los que realmente gobiernan para obtener el resultado electoral apetecido…
Pero añade aún más: “la existencia de la oligarquía política compromete la unidad de España y fomenta el secesionismo político y territorial. Para que subsista España como Estado Nacional es preciso que desaparezca la oligarquía; la oligarquía desnacionaliza España”.
¿No les resulta especialmente “familiar” todo ello?
El sistema seudo parlamentario, denostado por Joaquín Costa, posee “mayorías y minorías” que son al fin y al cabo partes de un único partido gobernante, la representación es inexistente de facto. Los diputados representan a las diversas facciones, dentro de la oligarquía, por eso el “consenso” entre ellos es fácil.
El caciquismo y la oligarquía política descritas afectan también, ¡cómo no! a la Administración de Justicia, consiguiendo así una justicia corrupta y llena de parcialidades y partidismos caciquiles.
Igualmente llamativa (plenamente de actualidad en la España del siglo XXI) es la terrible acusación contra las Universidades Españolas y contra sus funcionarios, los profesores universitarios como principales valedores ideológicos del bastardo régimen de la Restauración:”Gran parte de la culpa alcanza a las Universidades: lo que sobre organización política de España enseñan a la juventud es un solemne embuste de la Gaceta (Boletín Oficial del Estado): … Los catedráticos, con alguna rara excepción quizá, son los principales responsables de que se perpetúe ese convencionalismo criminal que ha postrado a la Nación y la tiene en trance de expirar.”
Otra consecuencia del régimen oligárquico es la ausencia de una ciudadanía madura moral y políticamente: “España, como Estado oligárquico que es, no puede tener ciudadanos conscientes; electores, ni, por tanto régimen parlamentario, y porque no puede tenerlos no los tiene.” Como el pueblo español carece de madurez política, el sufragio universal también es una ficción…
De sus críticas tampoco se libran los medios de comunicación, la prensa dice Joaquín Costa, es responsable de la postración de España.
El diagnóstico de Joaquín Costa respecto del régimen salido de la Restauración Borbónica de 1876 puede serle igualmente aplicado al régimen de la Restauración de 1978. El parlamentarismo de la Restauración se ha convertido en un parlamentarismo de partidos. Los partidos no tienen estructura democrática. Son órganos del Estado. Están subvencionados por el Estado y están fuera del control de los ciudadanos.
La corrupción se ha instalado como forma de gobierno en España. El actual régimen se podría afirmar sin exageración que es Estado corrupto. No es posible ejercer castigo electoral frente al gobernante corrupto. Existe una especie de servidumbre voluntaria del electorado (“Los españoles somos un pueblo enseñado a huir de la verdad, a transigir con la injusticia, y soportar la opresión”, decía Miguel de Unamuno) Además, las personas de los partidos políticos son prescindibles, se pueden sustituir, los partidos no. Los ingredientes de esa oligarquía, de la que venimos hablando, son los partidos y su articulación gubernamental, parlamentaria, judicial, autonómica y municipal. Esta oligarquía posee en torno a sí a organizaciones satélites: asociaciones, “ongs”, sindicatos, fundaciones, etc. Las subvenciones gubernamentales, cuidadosamente concedidas, impiden cualquier tentación de independencia o de ataque al régimen.
Generalmente, en las elecciones nada se decide. Los programas de los partidos se parecen cada vez más, y por tanto las elecciones no responden a la voluntad popular. Las elecciones adquieren cada vez más un creciente carácter plebiscitario y se convierten en un acto de adhesión inquebrantable al régimen. Los electores se identifican sentimentalmente con el jefe del partido. La voluntad popular es una retórica vacía e incluso cínica, que expresa el dominio absoluto de los partidos sobre las instituciones y la sociedad. Estos partidos designan a los candidatos y se reparten el poder institucional del Estado así como sus territorios siguiendo cuotas electorales. El sistema lo deciden las direcciones de los partidos políticos.
El sistema caciquil-oligárquico ha corrompido, también, a la función pública. El carné político ha desplazado al mérito y la competencia profesional en sectores tan vitales para el porvenir como la enseñanza y la sanidad, las empresas públicas, y las administraciones, el Estado y las autonomías. En el terreno de la enseñanza (entre otras cosas) se ha destruido el bachillerato y se ha promovido la clientelización de la universidad. Esta corrupción, la del saber es la más duradera.
En este paripé de régimen parlamentario, las Cortes ejercen casi de convidados de piedra. Las principales decisiones las adoptan los jefes de los partidos en reuniones secretas (asesorados por los diversos grupos de presión) y en negociaciones al margen del parlamento. Una vez concluidos los acuerdos, el parlamento escenifica el acuerdo con una votación. Es por tanto el parlamento cámara de manifestación no de reunión ni de debate. El partido gobernante controla el poder legislativo y el ejecutivo, y el poder judicial a través del Consejo General del Poder Judicial y mediante el Tribunal Constitucional. No hay división de poderes…
CACIQUISMO YMEDIOCRIDAD INOPERANTE ACTIVA
España es una meritocracia, pero a la inversa. El actual régimen político selecciona a los peores y prescinde de los mejores individuos, de las personas componentes de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo triunfan los peores…
Para que “triunfen los peores” es imprescindible que esté presente lo que los psiquiatras y psicólogos denominan “trastornos de mediocridad”, el defecto, la ausencia, o inhibición de la presión por la excelencia, en sus varios grados de intensidad.
El Mediocre Inoperante Activo que posee algún poder en puestos burocráticos tiende a generar grandes cantidades de trabajo innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su tiempo, o bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Mientras que las formas menores de mediocridad inoperante presentan simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento. Ni que decir tiene que entre estas formas de actuación destructiva se encuentra lo que se denomina “mobbing” o acoso institucional…
Cualquier organización gobernada por Mediocres Inoperantes Activos (o sea, “estúpidos”) acaba padeciendo miedo, odio y deseos de venganza…
En una comunidad en la que existe temor (el miedo es siempre absolutamente alienante, por más que algunos digan que “el miedo es libre”) todos sus miembros están procurando siempre proteger sus espaldas… y cuando se les ocurren ideas para mejorar o ayudar a la comunidad, se retraen por temor, y no las suelen expresar… cuando la gente no se siente bien tratada, casi nadie está dispuesto a hacer ningún “esfuerzo extra”, o implicarse de manera especial.
Cuando la gente tiene el convencimiento de que quienes gobiernan son gente estúpida, pocas veces está nadie dispuesto a “dejar lo que en ese instante está haciendo, para ayudar”.
En fin,… como decía Walt Whitman: “Rechaza todo aquello que insulte a tu alma”, es preferible evitar por todos los medios pasar tiempo junto a gente estúpida, vivir junto a ellos, soportar sus acciones desagradables, para evitar ser “envenenados por estupidez”…La pregunta obligada es ¿Por qué es tanta la gente que aguanta, tolera, justifica e incluso alaba, elogia el comportamiento denigrante de otras personas?
¿Quién puede dudar de que Joaquín Costa está de actualidad? Joaquín Costa sigue recordándonoslo: Para que viva el pueblo es necesario que esa lacra corrupta y corruptora desaparezca.
Joaquín Costa, como todo buen liberal convoca a las élites intelectuales para realizar la revolución nacional liberal y regeneracionista de la que es partidario.
¿Quién es el sujeto revolucionario que ha de colocar al “cirujano de hierro” para hacer la revolución liberal ansiada por Costa?
Un partido de hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y colaborar con el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la patria.
El partido estaría integrado por la élite intelectual y política con capacidad suficiente para impulsar el cambio y suministrar de entre sus filas el personal político necesario a la nación. Este partido sería liberal y nacional y regeneracionista.
¡Buen artículo!…solo discrepo con el concepto de liberal.Al menos con el liberalismo de dña.Espe,que es el que corre por estos pagos,(no el auténtico americano),liberalismo para unos pocos para que se queden con el negociete España y vivan como parásitos de ella,mientras para el pueblo penurias y hambre sin fin.Personalmente prefiero el nacional sindicalismo o el cooperativismo asociativo.
Perfecto y fielmente descriptivo profesor, acerca de las causas y, el resultado de las mismas en el devenir social actual, todo tiene un origen, entre otros, lo decía otro pobre Aragonés, un tal D. Santiago Ramón y Cajal.
Entonces pues y sin reblar, ¡a trabajar! que hay que ponerle el cascabel al gato.
UNIDAD, UNIDAD Y, TRABAJO, si queremos conseguir algo bueno para el futuro de nuestros hijos, como a nosotros mismos, nos lo dejaron nuestros Padres.
¡¡Arriba mi Patria España!!
¡¡Arriba mi Tierra Aragón!!
Magnífico artículo. Le felicito profesor.
Felicidades por este artículo. Es impresionante.