El Atlético de Madrid, un amor lleno de problemas
El fútbol se ha convertido en el tema más generalizado de la sociedad española en general. Una especie de veneno o panacea, según quien lo cuestione, capaz de hacer vibrar de contento o bramar de rencor a sensibilizadas multitudes. Gracias a las pasiones que despierta este llamémosle deporte, se llegan a olvidar momentáneamente los problemas y s apuros ya que solo se tiene en mente las proezas ocurridas durante el partido. Me refiero a esos forofos y aficionados que no es necesario aclarar alcanzan multitudes en la mayoría de los países. Es el referente más parecido al famoso “panem et circus” de los antiguos romanos. Aunque en la situación actual es mejor no mencionar al pan, pues con la sanidad, la educación y el trabajo, se está convirtiendo en reliquia de un pasado, que al igual que las famosas golondrinas de Bécquer, esperemos regresen alguna vez a nuestras vidas. Aunque políticos y poetas no tengan afortunadamente mucho en común para el bien de la poesía.
Yo no soy aficionado al fútbol. Lo siento. Tan solo he visto dos partidos en mi vida. Del primero, aún soltero, recuerdo que se enfrentaban España y Francia. Me salí a la mitad. El segundo lo vi en el Manzanares y sé que jugaba el Atlético de Madrid contra un equipo americano por no sé qué copa intercontinental, que por cierto ganó el de casa. Acompañaba a mi hijo mayor, que aún no tenía los trece años, y fue un premio a sus notas escolares. Él y el pequeño, eran y son grandes aficionados a los colores rojiblancos. El me iba contando las incidencias del partido, pues yo era un profano en la materia. Ambos son culpables de que me haya involucrado en este juego que nunca en la vida ha sido santo de mi devoción, ni práctica habitual en mis años de infancia. El poder de convicción que tienen los hijos. Por ellos me hubiese tirado desde un trampolín sin saber nadar, a pesar de ser nacido en puerto de mar y con muchos kilómetros de playa. Mi mujer que es de secano, nació en el barrio de Embajadores, es una auténtica sirena y siento envidia al verla moverse y avanzar con esa facilidad por el líquido elemento. Es una asignatura que dejaré pendiente.
Este fanatismo atlético filial, me ha hecho aficionarme no al fútbol, sino a los partidos del equipo de Simeone. Ahora no me pierdo uno en la tele y sufro y gozo, más lo primero que lo segundo, asistiendo desde mi butaca al encuentro. Nada extraño si tenemos en cuenta que ser de este equipo es más un acto de fe , que de afición futbolera. Supone asistir en cada encuentro a la lucha de un David contra un Goliat, que en el caso del Madrid y el Barcelona, no usan espadas contra ondas, sino sofisticados y carísimos carros de combate. Es estar con el alma en vilo desde el minuto uno hasta el toque de silbato que anuncia el final, En más de una ocasión, como en esta última de la Copa de Europa, fue en los últimos minutos del prolongado descuento arbitral, cuando Sergio Ramos ( que para mi es el mejor del Madrid), nos dejó con el grito del triunfo sin salir y el corazón arrugado como una pasa.
No acaban aquí las desgracias de los millones de corazones rojiblancos que palpitan por el mundo, sino que como Felipe II y su “Armada Invencible”, han de luchar no solo contra sus adversarios en el campo, sino contra la avaricia de sus directivos que miran más sus propios negocios e intereses que los del Club. En contra de lo que se establece en el Madrid, el Barcelona y el Bilbao, donde una asamblea elige a los directivos cada cuatro años, el Atlético es propiedad de unos señores. Unos directivos que han hecho del fichaje de sus jugadores y su posterior venta, tras revalorizar su valía en el campo, un medio fácil de incrementar sus ganancias, sin importarles lo que pueda sentir o sufrir el ninguneado aficionado y socio. Ejemplos hay más que suficientes. Cada vez que un jugador destaca, en lugar de mimarlo, incentivarlo por su rendimiento y retenerlo contra las chequeras pródigas de los grandes de dentro y de afuera, se afanan en largarlos rápidos y buscar otra bicoca por esos mundos de Dios, a ver si con un poco de suerte se convierten en un Agüero, Torres, Egea, Forlan, Costa, etc, y pueden servirles de ganga financiera. No es el jugador el que se quiere ir, como intentan convencer a los indignados aficionados, sino la tacañería y avaricia de los dirigentes los que les fuerzan a abandonar el club de sus grandes amores y muy pocos favores.
Se habla y acaba de terminar una temporada gloriosa y excepcional, de numerosas bajas en el Atlético. Algunos dicen que serán nueve y otros incluso que serán más. Se va quedar el equipo más desmantelado que un Camping en pleno invierno. Citan a Courtois, portero, al que reclama el controvertido Mourinho, a Miranda, Diego Costa, Felipe Luis, Ardá Turá, Tyago, Godin y Villa. No sé si quedará el masajista o también lo venderán por otro “plato de lentejas bien sazonadas”. Los que deberían irse de una vez, no se van, y así estamos los atléticos sufriendo sus ansias de hacer dinero a costa de los sentimientos y la indignación de una afición modélica y entregada que no se merece este trato. Se dice que han querido vender a Koke, pero que éste no quiere dejar al equipo. Acabará haciéndolo y formando parte de otro con más corazón en su directiva, ya que si no le pagan lo que otros le ofrecen, terminará claudicando ante los cantos de sirenas de personas más razonables, consecuentes, sensatas y amantes de sus colores futbolísticos.
Lo que siento y creo que la afición jamás se lo perdonará a estos directivos, (que es hora de que se muevan en otras coordenadas), es que van a dejar tan solitario a Simeone, que éste no tendrá otra alternativa que irse también porque se va a encontrar entrenando al equipo filial. Abusan de una afición tan entusiasta y encomiable, que el día menos pensado se va a cansar de sufrir inútilmente y van a dar el cante y no precisamente del “alirón”. A ver si estos señores escarmientan y cambian sus posturas, pues están haciendo mucho daño a muchos miles de personas que están demostrando una paciencia y un aguante difíciles de superar.