Una Monarquía renovada, una España necesitada
Los actos de la proclamación de Felipe VI como nuevo Rey de España nos han dejando innumerables detalles. Digamos que el denominador común es la imagen positiva del nuevo Rey, lo que representa la figura de Felipe de Borbón y Grecia y la imagen que transmite. Su persona es generalmente aceptada por los españoles exceptuando las excepciones ya conocidas: nacionalismos y republicanos.
Creo que la sociedad española es mayoritariamente de izquierdas y existe una corriente republicana que se viene manifestando con asiduidad, que hace visibles sus símbolos (bandera, manifestaciones, declaraciones etc.), que las autoridades parecen ignorar o no perseguir, por la ilegalidad que representa, como otros símbolos que sí se persiguen. Si de republicanos vamos, incluso familiares cercanos a la actual Reina doña Leticia se han expresado en estos términos, lo que, personalmente, considero fatuo, ridículo y absurdo. Ver a un fracasado de la política, como Jorge Vestringe, detenido por la Policía representa una escena que sólo descalifica a su protagonista, siempre inquieto, siempre saltando de una ideología a otra, siempre buscando protagonismo.
Los nacionalismos no comulgan más que con su idea y, en un evidente aire de provincianismo decimonónico, reivindican posturas que considero que la sociedad española debería haber superado ya.
Algunos amigos, a través de la redes sociales, han subrayado que el escudo del nuevo monarca haya eliminado un símbolo tan español y tradicional, que sirve para remontarnos hasta los Reyes Católicos, como son la Cruz de San Andrés y el yugo y las flechas, y otros han significado el cambio del color de fondo del azul, que utilizó D. Juan Carlos I, por el rojo carmesí de D. Felipe VI. Salvo que estos gestos contengan mensajes subliminales que no acierto a descubrir, deberían quedar para la anécdota, especialmente el color de fondo del escudo; la eliminación del yugo y las flechas, en cambio, me parece un fallo lamentable para una Monarquía de origen francés que tanto empeño tuvo en enraizar con los reyes españoles, y la Cruz de San Andrés debo recordar que todavía está presente en las banderas que ondean en edificios emblemáticos de los países hispanoamericanos, como recuerdo de la España que dominó gran parte del mundo.
El su discurso de proclamación, el nuevo Rey ha asumido el papel de una “Monarquía renovada para un tiempo nuevo”, y ha devuelto la ilusión a millones de españoles. Me temo que el nuevo Rey no lo va a tener fácil, ante el ejército de chupones que le rodean. Además, conviene no olvidar el limitado papel del Rey en una democracia parlamentaria, aunque aún le queda espacio para poder moverse y participar.
Creo no equivocarme al decir que la mayoría de los españoles querían una Monarquía renovada para un tiempo nuevo.
Creo no equivocarme, de nuevo, al pensar que la mayoría inmensa de los españoles quieren (queremos), que ese tiempo nuevo para España, tenga en cuenta algunas consideraciones: buscar trabajo para los jóvenes y detener la fuga de nuestros graduados universitarios hacia los países que demandan gente bien preparada; No es buena política la de formarlos en nuestras aulas, aún capaces, para entregarlos a otros países donde puedan desarrollar su creatividad y su profesionalidad.
Hay buscar una alternativa válida para una Seguridad Social que garantice nuestra atención médica en la Sanidad Pública, como ha venido siendo habitual, y la aleje de los especuladores, y al tiempo permita a nuestros trabajadores disponer de una pensión de jubilación con la que poder vivir el resto de sus vidas con la dignidad de quien ha trabajado con entrega a lo largo de su vida laboral; adecuar el tamaño de la Administración del Estado a su justa medida, y el número de políticos a las necesidades reales de nuestra Administración, sin dimensionar ésta para dar cabida a los vividores; un tiempo nuevo que recorte el Estado Autonómico, el principal cáncer de nuestro tiempo, que malgasta el dinero de nuestros impuestos y divide las conciencias de los españoles; una política clara, firme, resolutiva, en los asuntos de Justicia que permita distinguir entre el bien y el mal, que relegue a los malhechores, terroristas, estafadores y demás ralea a los banquillos y a las cárceles y una ideario corto, de apenas media docena de puntos, que nos permita saber qué es España, porque en las circunstancias actuales, muchos españoles creen que la Patria es sólo un territorio identificado por una lengua y unas costumbres. Ni Cataluña, ni Vascongadas ni Galicia han sido, por sí mismas, generadoras de nada, sino dentro del destino común de España. Ahí está la Historia, con mayúsculas, para demostrarlo y no las historietas que se han inventado para justificar el absurdo.
Cada dia esta Vd.,mas calvo.
Gracias por su análisis tan certero.
Un abrazo