Las etiquetas políticas
Con ocasión de mi anterior artículo sobre “PODEMOS”, he tenido comentarios para todos los gustos, aparte de los que figuran en estas páginas. La libertad de opinión consiste en eso. Soy un convencido de que en la diversidad de criterios razonados y sin acritud, se puede llegar a ese punto equidistante donde encontrar y no enfrentar posturas divergentes. No es bueno formar parte de esa legión de indiferentes que se tragan sus ideas y opiniones como si fueran pipas de girasol y dan por bien hecho lo que les dicen, aunque sepan que está mal. No me gustan tampoco los que disconformes con la realidad que vivimos, -que soy el primero en deplorar y denunciar-, han aprovechado mi artículo para exponer sus criterios, que respeto, pero no el que me hagan responsable y defensor de este gobierno. Algo indefendible, pues es el causante de los continuas angustias que sufren los españoles más vulnerables y oprimidos.
Me da la impresión de que no me comprenden o tergiversan mis opiniones. Me tachan de ser de derechas y ya me tienen harto con esa dicotomía derechas e izquierdas en la que los intolerantes de uno y otro lado intentan clasificarnos. No todo ha de ser blanco o negro, rojo o azul, me gusta también el gris y el verde. Me son válidos todos los colores si dejan pasar y admirar la luz de la esperanza y la justicia social. Mi única ideología es España y mi ilusión que todos, sin excepción, formemos parte de ella en una convivencia pacífica, un bienestar asegurado y una distribución de recursos más justa y necesaria, eliminando privilegios obsoletos y castigando a gentes sin escrúpulos que viven a costa de lo que roban al pueblo. Busco y deseo esa persona que sin rencores acumulados, con la conciencia limpia de indignidades y prejuicios del pasado, sea capaz de enderezar nuestra caótica situación. Me es totalmente indiferente que sea bajo una corona real o mural. Ya he dicho que busco la persona, no siglas o símbolos.
Insisto que iba a votar “Podemos”, porque pensaba que era el espíritu y la voz de un pueblo sin resabios, ni revanchismos, reclamando sus derechos y buscando una democracia pacífica. No hace falta usar la violencia para cambiar de régimen o gobierno, pues existen unas urnas en las que el pueblo elige voluntariamente a sus gobernantes y si se equivoca o le engañan, como ocurrió en las últimas generales, puede reaccionar y mandar a plantar cebollinos a los que hayan sido ineficaces o estén implicados en deleznables y turbios asuntos judiciales. Intranquilo ante lo que proclamaban los líderes de esa nueva formación política, opté por abstenerme. Había otros nuevos, pero no aclararon suficientemente su ideario y referencias y no me apetecía salir de Herodes para encontrarme de bruces con Pilatos. Lo que sí tenía firme es no votar a ninguno de los que nos han llevado a la ruina más espantosa de nuestra Historia, Tendrían que cambiar todos los que hoy figuran y mangonean, para volver a votarlos
No sé cómo demostrar de una vez que no soy de derecha, ni de izquierda, ni monárquico, ni republicano, ni rojo o azul. Soy sencillamente un español que ama a su Patria, le duelen los males y problemas de sus gentes y siente una gran repugnancia por los que pudiendo deshacer este entuerto no lo hacen, por complicidades e intereses bastardos, comodidad en su manera de vivir y un compadreo vergonzoso con el poder financiero y esas sociedades secretas de políticos y magnates poderosos que intentan someternos a ese NOM , aunque hundan al pueblo en el hambre y la miseria. Y esto no es demagogia, es una triste y amarga realidad.
Como todos los españoles de mi generación, que ya vamos de retirada, he vivido la guerra en toda su plenitud y he tenido familiares directos en los dos bandos. Combatiendo en ambas trincheras. Un primo, primer caído falangista de mi pueblo, a los 17 años. Su tío carnal y tío mío también, director general de seguridad durante el Frente Popular, masón grado 33 y firmante con Carrillo del episodio de Paracuellos. Mi padre, era apolítico y continuó en su cargo de secretario del Ayuntamiento de Chiclana, hasta su muerte, bajo la monarquía, la república, el Frente Popular y los primeros años del franquismo. Un hermano suyo, oficial de Marina, asesinado en Cartagena, a bordo del acorazado España, cuando se sublevó la dotación contra sus jefes y los arrojaron al mar con una piedra atada al cuello. Mi madre, como gran parte de las mujeres de su época, poco dada a las cuestiones políticas y menos aún sabedora de la realidad pues la información entonces no era nada precisa. Unas tías, madre y hermanas del anterior director general de seguridad, presas y vejadas por falangistas en condiciones infrahumanas, a pesar de la ancianidad de la madre y el hecho de que ellas fueran ajenas a los tejemanejes y el cargo que ostentaba su hijo y hermano en Madrid.
Fue muy duro y doloroso su encierro, pues carceleros y celadoras creían ver en ellas a la representación de Satanás, por el “delito” de ser madre y hermanas de un destacado adversario político. Yo las recuerdo en un furgón, custodiado por camisas azules armados camino de la prisión. Cosa rara el que les permitieran despedirse de nosotros, que jugábamos en la Alameda de Lora chiclanera, al cuidado de la niñera, pues éramos unos críos. No sabíamos adonde las llevaban y el por qué. Hay escenas y momentos que no se borran de la mente y éste es uno de ellos. Otro primo, capitán de Regulares en la guerra y edil por el partido comunista en su pueblo después de la contienda y de Franco. ¿Puedo sentirme identificado con alguno de los dos bandos, donde padres, hijos y familiares se hallaban enfrentados?. Envidio a las nuevas generaciones que se han evitado tener que vivir, sufrir y recordar estos episodios tan trágicos.
Solo pido, por favor, que no me coloquen etiquetas políticas, pues no las he tenido de joven y sería un insensato si a mi edad me dedicara a politiquear en esta selva donde más que el rugir majestuoso de los leones y la casi alada carrera de las gacelas, se oyen las risas siniestras de las hienas y las traidoras lágrimas de los cocodrilos.
Es que es Vd.,un autentico paquete escribiendo y solo puede liarla;le recomiendo dedique sus tiempos al bordado de lagarterana o al encaje de bolillos y que tenga salud para ello.
Al final lo de las etiquetas políticas es imprescindible. Se puede creer en la iniciativa privada (derechas) o en la iniciativa pública (izquierdas). Se puede ser tradicionalista (derechas) o progresista (aunque muchas veces lo que trae la izquierda no es el progreso sino la mas absoluta de las ruinas).