El Atlético logra su segunda Supercopa ante un Madrid errático
Cristiano no jugó de inicio. Sorpresa. O no. Porque, pese a que parecía bastante recuperado de la sobrecarga en el bíceps femoral de su pierna izquierda que sufrió en la ida, el luso no está bien. No lo está porque no ha contado con la paciencia suficiente (ni la suya, ni la del encargado de confeccionar el equipo) para darse el tiempo necesario para recuperarse de la mejor forma posible. Es indiscutible que no hay nada más insano que el deporte profesional, y algunos especialistas ya han explicado que CR7 deberá convivir el resto de su carrera con la tendinitis rotuliana que le ha castigado especialmente en los últimos meses y con el dolor y las molestias que la lesión le produce.
Pero más allá de estos dolores, si Carlo Ancelotti llega a arriesgar poniendo a su estrella de partida hubiera mandado un mensaje a los rivales y al propio equipo que no era en principio el más adecuado. El Real Madrid cuenta con la, para muchos, mejor plantilla de su historia. Sin embargo, si Cristiano hubiera saltado desde el inicio en un título menor como éste –desde luego, muy por detrás de la importancia de la Liga, la Champions o del Mundialito de Clubes-, parecería que al Madrid le resulta imposible prescindir del luso con las suficientes garantías de éxito. El sustituto fue el habitual, James Rodríguez. Un jugador que costó 80 millones debería ser lo bastante bueno como para suplir la baja de cualquier compañero.
El comienzo del partido provocó, sin embargo, que los madridistas se acordaran rápidamente de la falta de Cristiano –agitado y nervioso en el banquillo como un animal enjaulado-. De CR7 y de Ángel di María. El argentino tiene pie y medio fuera del club tras ser descartado horas antes del partido por Ancelotti, que perdía de golpe a dos de sus imprescindibles.
En el otro bando, todo parecía más tranquilo, que no sosegado. Simeone no da respiro ni en los descansos. El Atlético no necesitaba marcar para convertirse en Supercampeón de España. El postrero gol de Raúl García en el Santiago Bernabéu permitía a los colchoneros afrontar la vuelta en casa con la tranquilidad de saber que no tenían que asumir ningún riesgo innecesario y que era el rival el que debía tomar la iniciativa si quería arrebatarles el título. El marcador inicial daba el triunfo a los de la orilla del Manzanares. Podían esperar a los blancos parapetados atrás, con la serenidad y la calma que les aporta la confianza en los automatismos defensivos que tienen interiorizados a fuego, que realizan con meridiana precisión y que son la base de sus éxitos. Los réditos de este óptimo comportamiento son evidentes desde que el Cholo tomó el mando del equipo.
Esta campaña no parece que vayan a cambiar demasiado las cosas. Desde que empezó la pretemporada, el conjunto rojiblanco sólo había encajado dos goles en ocho partidos, uno en la goleada (1-5) al Wolfsburgo y el otro en la ida de esta Supercopa. Así, la victoria siempre está más cercana, porque basta con un arranque de calidad de alguno de los miembros de su compensada plantilla para inclinar cualquier duelo de su lado.
Pero el Atlético no esperó. Salió a dar miedo, como si necesitara una goleada rápida. Y ahí es todavía más eficaz, porque no da tiempo a la víctima de protegerse. Para cuando se quiere cubrir la cara ya se ha llevado un croché que le ha dejado casi noqueado sin apenas haber comenzado el combate.
Mandzukic golpea
Para cuando el Real Madrid llegó al partido, Mandzukic ya había asustado en el primer minuto, aprovechando un fallo blanco en el pase en el centro del campo. En la jugada siguiente, había batido de tiro cruzado a Casillas, tras ganar el croata y Griezmann las dos disputas aéreas consecutivas a los despistados Varane y Sergio Ramos.
Aún le duró un buen rato más el despiste a los merengues. Un tiro de Bale al que respondió Moyá con eficacia supuso el despertar ofensivo blanco. Había pasado ya casi media hora. El galés y James dispusieron de varias ocasiones para igualar antes del descanso pero se quedaron en buenos pero infructuosos intentos.
Mientras el Madrid buscaba el empate, Raúl García pudo sentenciar gracias al fantástico trabajo de estrategia atlético y a la frustrante e irritante desconcentración, al borde de la desidia, de los madridistas en las jugadas a balón parado. Antes del descanso, el pamplonés remató un saque de esquina sólo en el centro del área, pero su cabezazo se marchó por encima del larguero. Tras la vuelta de los vestuarios, otro testarazo de García en una falta acabó golpeando en el larguero y botando junto a la línea de gol. Casillas sacó la mano para evitar el posterior remate a bocajarro de Mandzukic.
Cristiano no bastó
‘La Bestia’ ya no aguantaba más y Carletto decidió soltarla. Cristiano no parecía la solución porque el problema tenía más que ver con la elaboración del juego y con los desajustes defensivos. Por eso el Atlético era mejor. Los nuevos miembros de la familia colchonera se han adaptado al equipo, mientras que no se sabe si en los merengues son los fichajes los que se están ajustando al sistema o es el sistema el que está variando para acomodarse a las incorporaciones. Mientras los blancos se intentaban aclarar, los del ‘Mono’ Burgos (Simeone había sido expulsado en la primera mitad y fue el exportero el que tuvo que ejercer de titular en el banquillo) castigaban cada error del adversario. En cada fallo, en cada despiste, aparecía un colchonero para recuperar y picar. Koke y Griezmann se quedaron a centímetros de asestar el golpe definitivo en la mandíbula del Madrid.
No hizo falta, porque los locales volvieron a dejar a cero su portería, la premisa necesaria para alcanzar el objetivo final. No hacía falta más. Pero el Atlético ya había hecho más. De hecho, poco más podía hacer. De golpe, se vengó de la derrota en la final de la Champions, rompió con una racha sin ganar al eterno rival en el Calderón que ya duraba desde la temporada 1998-99 y logró su segunda Supercopa, la que le confirma como el mandamás del fútbol español.
FELICIDADES CAMPEONES, LO MERECEIS !!!!