Mundial de baloncesto: España se exhibe ante Brasil (63-82)
Ya avisaba Juan Antonio Orenga tras el partido ante Egipto que “Brasil ahora juega como un equipo”, lejos del estilo anárquico e individualista de antaño. Roberto Magnano sabe lo que significa dirigir a una pléyade de estrellas y llevarla a la gloria. Lo hizo con la gran Argentina de Ginóbili, Nocioni, Prigioni, Scola, Sconochini, Oberto o Delfino y ganó el oro olímpico y la plata mundial.
Con la ‘canarinha’ pretende acercarse a los éxitos alcanzados con la ‘albiceleste’, pero sabe que para ello necesita implantar el orden del que históricamente ha carecido la ‘verdeamarela’. Porque Brasil es un clásico del baloncesto que ha rondado siempre las posiciones de honor en cualquier campeonato, pero que lleva sin ganar una medalla en los dos grandes torneos del baloncesto planetario desde el bronce de Filipinas en 1978.
Daba gusto ver el ‘jogo bonito’, alegre, entretenido, poco académico de Gerson Victalino, Israel Machado, ‘Marquinhos’ o ‘Carioquinha’ y que acababa con asiduidad en un tiro del prodigioso Oscar Schmidt.
Pero ‘Mano Santa’ hace tiempo que se fue y ahora el juego pasa por tres torres y mucha calidad exterior. Esta generación es brillante, de las mejores que ha tenido nuca Brasil, si no la mejor. Y todo pasa por el juego interior. Por Hilario, Varejao y Splitter. Y eso que ‘jugones’ como Marcelinho Huertas o Leandrinho Barbosa no hubieran desentonado en esos equipos del pasado. Pero se adaptan al presente.
Con los inseparables Pau Gasol (26 puntos y nueve rebotes) y Navarro en su versión maestra, sus compañeros enchufados e iluminados de cara al aro, y con un público entregado a la causa hasta el límite, parecía más un partido definitivo que un choque de trascendencia relativa, que importaba más por el valor moral que por la clasificación.
Pero los brasileños tienen carácter y saben aguantar en el encuentro cuando las cosas van mal dadas. Volvieron a meterse en el choque con esfuerzo, trabajo y calidad. Huertas les mantuvo vivos cuando se avistaba el desastre, Leandrinho dio aire y Nenê Hilario sacó músculo. El jugador de los Washington Wizards es una roca en defensa, Chocar contra él es hacerlo contra un muro de hormigón, y hacerle recular es una lucha perdida. En ataque, es mejor llevarle al tiro libre que dejarle un hueco hacia el aro. Avasalla.
Mientras los otros se encargaban de meter, Varejao bajaba al barro para intentar llevar a los postes españoles a una batalla cuerpo a cuerpo en la que se mueve a la perfección. Pero la segunda unidad española supo mantener la calma y la renta (32-45).
No era mal margen para afrontar los dos asaltos finales. Sobre todo, si se tiene en el equipo a Pau Gasol. El de los Chicago Bulls es el mejor jugador del baloncesto FIBA. No hay un hombre en el mundo que rinda a un nivel tan espectacular ni durante tanto tiempo en los torneos internacionales.
El mayor de los ‘hermanísimos’ sumó 11 puntos (tres triples y un tiro desde la bombilla) en la salida que llevó a España a dispararse definitivamente (42-64). En la primera mitad aportó equilibrio desde el interior. En la segunda, puso equilibrio exterior. Él solo puso el equilibrio que busca Orenga.
Eso sí, dentro de una actuación coral sobresaliente en el que todos sumaron. Porque si se busca a Pau y se encuentra a Marc, el resultado es casi igual de brillante. Y el resto no hace más que aportar más cosas. Navarro es imprescindible. Rudy Fernández suma en muchas partes de la cancha. Ricky pone el ritmo y la astucia. Sergio Rodríguez es magia y sorpresa. Sergio Llull cuanta con una velocidad más que sólo él tiene. Felipe Reyes está repleto de corazón y pelea. Calderón pone cabeza. A Ibaka le sobra pasión y músculo. Abrines es todo ilusión. Y Claver, orden.
Es lo que tiene ser un equipo. Todos suman en pos de una causa común. Reparto de tareas, asignación de roles y aceptación de papeles. Es el equipo que España y que Brasil aspira a ser. España les mostró la manera de cómo llegar a serlo, pero también les enseño el futuro camino de salida.