La propaganda mediática sobre Ucrania adquiere dimensiones orwellianas

BD.- La propaganda es como la nieve encima de un montón de excremento: todo es blanco hasta que la nieve se derrite…

La propaganda se está derritiendo en Ucrania y el excremento rusófobo de los medios de comunicación occidentales surge de manera cada día más nauseabunda y adquiere dimensiones orwellianas . La prensa del “mundo libre” obedece las órdenes de sus amos que parecen estar estancados todavía en el “peligro rojo” de hace medio siglo atrás. Aún así, Obama no genera demasiado entusiasmo a pesar de su equipo de neocons dispuestos a levantar la bandera de la Guerra Fría . Las “sanciones” contra Moscú se anuncian en plan: “Os vamos a castigar, pero no muy demasiado fuerte, no vaya a ser que os lo toméis a mal y nos salga el tiro por la culata”. Se entiende que no hay que provocar al oso ruso más allá de lo estrictamente razonable.

Ese “castigo”, ya lo hemos comprendido, es una medida de cara al público, al que hay que tratar de convencer que el Imperio es todavía el Imperio. Por lo demás no hay motivos para demasiados alardes. El descalabro de Occidente, que sólo satisface a los imperialisttas mundialistas de la gran industria y la alta finanza, empieza a inquietar a más de uno. Todos los escenarios de las recientes intervenciones del “Gendarme del Mundo” y de sus pequeñs acólitos son la viva imagen del fracaso. Bosnia y Kosovo, Estados artificales y fallidos en manos de mafias. Irak y Libia están en pleno caos. La salida de Afganistán se presenta más que complicada, y lo que vendrá después, mejor ni imaginarlo. En Siria, Bashar Al-Assad está machacando a los rebeldes islamistas, y después de casi tres años su régimen está más fuerte que nunca. Ahora Putin ha frenado la tentativa occidental de arrancar a Ucrania de su zona de influencia. Europa ha entrado en una fase de desintegración en medio de tensiones crecientes y un descontento general y masivo que no presagia nada bueno para su continuidad…

Este cuadro tan negro no parece afectar a nuestra clase dirigente. Encerrada en su soberbia y la defensa de un sistema que sólo la beneficia a ella, a sus servidores y a una pequeña corte de acólitos necesarios, está dispuesta a ir hasta el final. Ese final será el inicio del caos al que nos acercamos a pasos acelerados. Las próximas elecciones europeas darán sin duda la nota de ese malestar y descontento que anida ya en la mente y el ánimo de millones de europeos que empiezan a entender el callejón sin salida en el que nos han metido la élite política y financiera a las órdenes del Imperio.

En lo tocante a la crisis ucraniana, y para quedar en el terreno de la geopolítica, lo que está ocurriendo delante de nuestros ojos es el reflejo internacional de esa gelatina intelectual que afecta a nuestros dirigentes. Instalados en el neoliberalismo norteamericano, estos piensan contar con el favor de su amos en Washington sobrepujando en la denigración de Putin. Y como nuestros medios dicen todos lo mismo y al mismo tiempo, estos han gratificado al amo del Kremlin con un recital de nieve propagandística para recubrir la hediondez de sus falsificaciones. Así, nos enteramos que Putin atacó a Georgia, que Putin actúa según los métodos totalitarios del pasado, que Putin pisotea los derechos humanos y resucita la era soviética, que Putin se ha apoderado de una Crimea que no le pertenece, que Putin organiza las manifestaciones contra el gobierno de Kiev (surgido de un golpe de Estado apoyado y financiado por Occidente, por cierto), que Putin está obsesionado por restablecer el imperio ruso, que Putin prepara una guerra contra Occidente, y que Putin (lo estábamos sospechando) será responsable del desencadenamiento de esa guerra.

Desgraciadamente para los perros falderos de servicio, que ladran a la voz de mando, no es Putin quien inspira las aberraciones de Washington o que provoca la decadencia de Europa. La realidad se lleva a las mentiras por delante. No es en Moscú donde hay que buscar a los enteradores de Occidente. Para encontrarlos, los dirigentes occidentales sólo tienen que mirarse en un espejo.